Hadzihalilovic: «Me fascinan las historias que permiten al espectador encontrar su camino»
«Fue un auténtico regalo poder seguir rodando en las circunstancias devastadoras causadas por la pandemia del coronavirus». Ahí se acabó de gestar ‘Earwig’, la nueva fábula perturbadora de Lucile Hadzihalilovic, que ha explicado así en Donostia.
Lucile Hadzihalilovic no podía faltar a la cita. La directora nacida en Lyon (acompañada ahora por los actores Alex Lawther y Romola Garai, y por el guionista Geoff Cox) había presentado todas sus películas precedentes en Zinemaldia, y por supuesto, tenía que volver aquí para mostrar “Earwig”, su tercera criatura, una nueva fábula perturbadora, a partir de una novela de Brian Catling.
Preguntada sobre este material de base, la cineasta francesa afirma que le fascinan las historias «que permiten al lector o espectador encontrar en ellas su propio camino. Me gustó el punto sensorial en el que se apoyaba el texto de Catling, el misterio con el que jugaba constantemente».
Esta libertad en la interpretación del texto, fue reforzada por el propio escritor, quien, en palabras de Hadzihalilovic, pidió al equipo de la película que le fueran «todo lo infieles que quisieran». Y así lo hicieron, quien acabaría coescribiendo el guion confirma que para llevar a cabo dicha labor «releímos, reimaginamos y resoñamos la historia de Brian Catling». Los actores Alex Lawther y Romola Garai se suman a esta idea: «En el set teníamos la sensación de formar parte de un territorio onírico».
Más de Geoff Cox: «Le pasé a Lucile esta historia incluso antes de que se publicara. Intuía que le proporcionaría un material en el que se sentiría muy cómoda, y así fue». Vuelve Hadzihalilovic: «A pesar de que, efectivamente, este punto de partida llamaba de manera muy fuerte a mi universo artístico, no menos cierto es que también me invitó a explorar terrenos en los que yo nunca me había aventurado antes. Por ejemplo, el hecho de que el personaje central sea un hombre, me situaba en las antípodas de estas historias que ya había filmado, protagonizadas por niñas. Parece algo trivial, pero como no podía ser de otra manera, esto ya condicionaba toda la historia».
Volviendo al potente trabajo sensorial en el que constantemente se apoya “Earwig”, la cineasta añade: «Fui en busca de momentos de trance; de secuencias en las que los sentidos quedaran suspendidos. La música y el apartado sonoro, en general, fueron cruciales, en este sentido. Le pedí a Warren Ellis (quien consta junto a Augustin Viard como co-compositor de la partitura) que produjera para mí ciertas texturas sonoras, antes siquiera de que hubiéramos empezado a rodar. Cuando escuché lo que me había preparado, supe que ahí tendría otra fuente de inspiración».
Pero hay más: «Me interesaba mucho que cada escenario tuviera su propia personalidad, que irradiara vida. Para esto, pedí a los técnicos de sonido que potenciaran el ruido de cada uno de los elementos en escena. Un frigorífico, una lámpara… cualquier excusa era buena para golpear el oído del espectador. A nivel visual, tenía muy claro que las escenas tenían que moverse entre la penumbra y una luz muy tenue. Fue un auténtico reto, pero al final conseguimos crear una atmósfera de cuento de terror gótico (algo que quise reforzar con sensibilidad pictórica y con una sensación omnipresente de claustrofobia) que creo que le fue muy bien a la película».
Y hablando de atmósferas depresivas: «Fue un auténtico regalo poder seguir rodando en las circunstancias devastadoras causadas por la pandemia del coronavirus». Y entre risas, añade: «Creo que el aire lúgubre que emana de cada escena acabó compensando esta alegría inicial».
Pero como estar en Zinemaldia es siempre algo a celebrar, Hadzihalilovic se despide con una última nota positiva: «Con esta película espero conquistar por fin el favor de una crítica que todavía se me resiste. En cualquier caso, y después de un año prácticamente confinados, es un placer ver que las salas de cine siguen vibrando en festivales como este».