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Luz verde, luz roja

Habla de juegos infantiles llevados al extremo, con mucha violencia, crueles... pero nada que no hayamos visto ya en otras series o películas.


Recuerdo hace años el estreno de "La fiesta de las salchichas", una película de animación muy gamberra que causó confusión. Porque para muchos, «las pelis de dibujos» son para niños, aunque se indicara específicamente que era para adultos, y así, con el permiso de sus padres, muchos niños vieron una película que no era apropiada para ellos.

Algo así me recuerda la polémica actual con la serie "El juego del calamar", el gran éxito de Netflix. En unos tiempos en los que las redes sociales están a la orden del día, es irremediable que gran parte de la sociedad termine viendo la serie. Incluidos las niñas y niños. Aquí está el quid de la cuestión. Y es que "El juego del calamar" habla de juegos infantiles llevados al extremo, con mucha violencia, crueles... pero nada que no hayamos visto ya en otras series o películas. ¿El problema? Que al parecer hay menores que están imitando estas conductas. Pero, ¿de quién es la culpa? (ojo, no digo que los progenitores permitan ver este tipo de cosas a sus hijos e hijas a sabiendas de su contenido).

Primero, los adultos deberían informarse sobre las tendencias a las que los menores accederán casi seguro simplemente porque están de moda. Anticipémonos. Segundo, un control parental podría ser útil para limitar la información que reciben, al menos hasta cierta edad. Tercero, la «sobreprotección» no es la solución a todos los males porque siempre habrá algún amigo o amiga que le mostrará eso que intentamos ocultar, así que, ¿por qué no hablar claramente de ello?

Los peques juegan al «luz verde, luz roja» de la serie como lo hacen los protagonistas: si un niño se mueve, es «eliminado» con violencia, se le pega. Los niños se quedan con una parte del mensaje, pero creo que es tarea de los adultos ayudarles a comprenderlo en su totalidad. Tal vez sea el momento ideal para tratar el tema de la exclusión social y de la perpetuidad de la pobreza, tanto en casa como en las escuelas, algo que sin duda tiene un gran peso en la serie coreana, aún más que la violencia en sí, que no deja de ser un hilo conductor para enganchar a los adultos, como lo es en muchísimas producciones. Incluso en algunas dirigidas explícitamente a menores.