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El pase en los hoteles, sr. Urkullu, supone cruzar una raya

Lakua pretende ampliar el pase sanitario a hoteles, alojamientos rurales así como a salas de juegos y apuestas. Parece una extensión natural de los ámbitos donde ya se aplica, pero es más que eso. Se trata de un salto cualitativo y, probablemente, un error de bulto. 

Un cliente muestra su pasaporte en un negocio de hostelería de Donostia. (Ander GILLENEA | AFP)

No quiero que se piense que quiero bailarle el agua a nadie. Dejo por delante que la de los antivacunas me parece una postura irracional, pues contraría la evidencia científica. Y por más que conozca a gente muy solidaria sin vacunar, diré también que considero esta postura profundamente insolidaria. Ahora bien, hay umbrales que no se deberían cruzar. No dejar entrar en hoteles a personas sin vacunar, como ha propuesto el Gobierno de Lakua, es uno de ellos.

Como esta es una opinión personal y no hay ciencia detrás, trataré de explicarme con ejemplos de a pie.

Dejar a alguien fuera de los bares, restaurantes y cines durante un tiempo determinado puede tener sentido –si surte el efecto esperado, lógicamente–. Cortas su ocio, ya está. Y un ocio es sustituible por otro diferente. En lugar de comer de plato y mantel, pueden comer un bocadillo sentados en un parque, por decir algo.

Sé que lo que acabo de apuntar tiene muchas aristas según se interprete, pero sigo adelante pues esta no es la parte fundamental, y si me detengo en cada peldaño, no llego adonde quiero.

La decisión de extender el pase sanitario a hoteles en general no es más de lo mismo. El alojamiento puede ser algo insustituible, necesario, y no simple ocio. Pongamos que alguien tiene que viajar por motivos de trabajo o, simplemente, porque no tiene trabajo. O, peor, que se desplace para ver a un familiar que está muy grave y del que quiere despedirse con una mascarilla bien puesta. ¿Necesitará dormir en algún sitio, no? Seguro que al lector se le ocurren otra decena de situaciones donde una persona puede necesitar, sí o sí, un techo y una cama donde dormir.

Está claro que hay una réplica fácil a esto: «¡Que se vacunen y punto!». Vale. Pero también es cierto que quien no se ha vacunado hasta ahora está fortísimamente convencido de que no quiere hacerlo y deben existir límites a la hora de doblegar la voluntad de alguien, por equivocado que esté.

Además, no siempre se puede prever cuándo uno necesitará dormir en otro lugar al día siguiente. Las cosas, ya se sabe, simplemente pasan.

Cruzo ahora el Pirineo para acabar con un abrazo a los migrantes que acuden estos días al centro Pausa de Baiona a recibir una vacuna –a la que, en su mayoría, no rehusaron en su país– para seguir su camino en el transporte público que el pase vacunal les había vetado. A ellos y a los que siguen caminando, bidai on!