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El grafiti es arte, no «una cochinada que desluce»

Banksy y Obey, dos artistas salidos de las calles cotizan en el mercado del arte. ¿Se borrarían sus obras si apareciesen, digamos, en una pared de Gasteiz? Puede que sí, puede que no. El arte urbano lleva en los genes la ilegalidad, pero que es arte, eso, pocos lo dudan.

Una calle de Gasteiz, ciudad que es un auténtico museo del «street art» al aire libre. (Raúl BOGAJO | FOKU)

El alcalde de Gasteiz, Gorka Urtaran, anunciaba esta semana pasada el inicio de una campaña de «caza al grafitero», harto, según parece, del «bombardeo» de grafitis que habrían plagado la ciudad. En su mensaje en Twitter lanzaba el aviso: «Criminólogos, grafólogos, agentes de la Policía y de la limpieza unidos en la tarea. Ya hemos pillado a varios/as y no pararemos hasta identificar a todos los grafiteros y sus pintadas. Lo pagarán. No es arte, es una cochinada que desluce Vitoria-Gasteiz».

Más allá de los objetivos que pueda tener esta campaña, esta última afirmación resulta sorprendente en una ciudad que es precisamente un museo al aire libre de arte urbano o street art; de hecho, hay hasta una «ruta de los murales». Tampoco seamos ingenuos: en grandes ciudades como París también se persigue a los artistas urbanos; por contra, en otras, como Berlín, tienen un espacio asignado.

¿Tal vez lo que molestan son las tag o firmas? Así es como nació a mediados de los 70 este movimiento, en el metro de Nueva York, con adolescentes que dejaban su tag en los vagones de noche y salían corriendo; luego pasaron a dibujar imágenes, murales incluso, y así «maduró» el street art, un movimiento que se extiende como el spray por las paredes de todo el mundo, de Brasil a India, pasando por Euskal Herria.

Hablamos con Egoitz Konte ‘Ojodekuerbo’, grafitero y arquitecto gasteiztarra; la artista Irantzu Lekue, también gasteiztarra; y Alban Morlot, director del reconocido festival de street art de Baiona Points de Vue. Y les preguntamos, ¿es arte el grafiti? La respuesta es claramente que sí, sin duda alguna.

«Gasteiz tiene muchas paredes»

Egoitz Konte firma como “Ojodekuerbo’ –reconoce, con retranca, que está algo retirado porque se está «haciendo mayor»– y forma parte del colectivo Fil In Culture, uno de los grupos cuyos grafitis pueblan las paredes de los barrios de Gasteiz. Son colectivos y nombres propios como Extralargos, Nada Serio, MP1 o Duda X –este último, tal vez el pionero en el street art de la ciudad–, a los que parece que ahora se ha unido una nueva generación. «En Gasteiz se ha pintado de siempre, porque es una ciudad muy tranquila para pintar, pero siempre ha habido esa pelea entre los grafiteros y el Ayuntamiento, aunque no de forma tan notoria. A veces somos los malos de la película; otras, los que decorábamos la ciudad y la dejábamos bonita», apunta con humor. Él interpreta la campaña del alcalde como «una manera de buscar notoriedad».

Siempre en el filo de la ilegalidad –esa es la diferencia principal entre los murales y el grafiti–, ¿a él cuántas multas le han caído? Nunca, siempre se ha librado o «ha negociado» con la «autoridad». De hecho, tiene compañeros a los que les han multado por trabajar en una pared... y los propietarios les han contratado después para pintarla. Contradicciones de la vida.

«Si te gusta bombardear la ciudad, tendrás más problemas que si haces otro tipo de grafitis», añade; es decir, hay muchas paredes en fábricas o locales abandonados donde expresar lo que tienes dentro sin que te lo borren o te multen.

Y avisa: «Es imposible controlar el grafiti, porque no es un colectivo, sino el deseo de una persona que coge un spray y sale a pintar a la calle. Yo tengo una teoría –añade– y es que en Gasteiz se ha pintado sobre todo en los barrios obreros (Zaramaga, Santa Lucía, Aranbizkarra...) porque la gente se movía a pie y quien pintaba también lo hacía así. Así se tenía más tiempo para trabajar en la pared. En el metro de Bilbo, por ejemplo, van a pintar rápido porque la gente que lo ve también pasa rápido, y no merece la pena poner énfasis en los detalles. Yo creo que el grafiti se convierte en un reflejo de la ciudad, en un indicador y suele aparecer en zonas degradadas. Para mí, es otro «sonido» o «ruido» de la ciudad: es como con los perros. A veces cagan en medio de la acera y no te hace gracia, pero luego los ves en el parque y dices ‘qué bonito’. Pues el grafiti es a fin de cuentas otro reflejo de lo que pasa en la ciudad».

¿Pero es arte? «Sí. Cualquier expresión que salga de tu interior y la expreses es arte, sea más o menos trabajado. ¿Que hasta qué punto puede entrar en un museo? No sabría responderte. Ganaría en tranquilidad, pero pierdes el ‘punto’ ese. De todas maneras, creo que el grafiti se estudiará en la universidad dentro de 20-30 años», añade. Siguen las dudas... ¿en qué más se diferencia el grafiti del muralismo? «Grafiti es la publicidad del ego; street art, una forma de arte que conversa y se relaciona con la ciudad. También se diferencian en la técnica: el grafiti usa principalmente el spray; el street art, sobre todo plantillas y carteles. Van de la mano, pero son diferentes. Es como en la música, donde hay un espectro muy amplio de estilos».

Pintando en el monte

Pillamos a la artista Irantzu Lekue trabajando en pleno monte, en el mural del túnel Huecomadura de la vía verde del ferrocarril vasco-navarro; un túnel situado en las cercanías de la localidad alavesa de Uribarri Jauregi. Es el segundo de su proyecto ‘Bidearen aztarnak’ –el primero lo realizó hace dos años–, con el que plasma la imagen y los recuerdos de la gente de la zona, gracias a su participación activa.

Un trabajo que «es muy cercano al street art y a la historia del grafiti», reconoce. Le lanzamos la misma pregunta: ¿Es arte el grafiti? «Es una forma de expresión, una técnica y un deseo de sacar el arte a la calle. Hace un montón de años que empezaron pintando trenes en Nueva York y ahora están en las galerías de arte. El arte es muy subjetivo, te puede gustar o no, pero no puedes decir que algo no es arte cuando hasta a los artistas nos es difícil definirlo. Tal vez una propuesta podría ser hacer algo como el museo de John Lennon de Budapest; es decir, no prohibir sino crear un espacio donde se asegure la libertad de expresión, porque se trata de eso, aunque no sé si un arte tan reivindicativo se amoldaría a esto».

Lekue nos remite a Marga Danysz y a su ‘Antología del arte urbano; del grafiti al arte contextual’ (Promopress). Esta galerista francesa, con galerías en París, Londres y Shanghai, es una de las mayores especialistas en arte urbano del mundo. Esta convencida de que el arte urbano «es el último movimiento pictórico del siglo XX», así como que «el público ya no necesita ir a galerías y museos, simplemente se mueve por las calles de la ciudad. Las galerías y los museos son las antiguas iglesias donde la gente habla en voz baja. Es importante llevar el arte a la calle para desacralizarlo».

En una reciente entrevista en ‘Le Figaro’, por cierto, Marga Danysz ya anunciaba que «después del grafiti y el street art, el collage es la tercera revolución». Quedan avisados los ayuntamientos.

«¿Banksy, vándalo?»

Para Alban Morlot, director artístico del festival de street art de Baiona Points de Vue, este «es tal vez uno de los fenómenos artísticos más grandes de todos los tiempos, ya que antes había habido grandes movimientos, pero estaban limitados geográficamente; ahora, en cambio, es a nivel mundial». Respecto a las declaraciones del alcalde de Gasteiz, considera que «me parece que todavía hay un gran camino que hacer, para educar a la gente, sobre lo que representa el street art en la sociedad mundializada de hoy en día».

«No se pueden asociar las pintadas con los grafitis y el street art. No son lo mismo, por lo que hay que explicarlo: de dónde viene, por qué, cuál es su interés… hay muchas ciudades que lo han entendido, pero hay otras que no, por lo que hay que seguir explicando. El street art es muy amplio, tanto como el arte contemporáneo, hay conexiones con otras prácticas artísticas, es muy difícil de definir». La frontera no está siempre definida. Pone como ejemplo a Banksy, el artista más famoso de este ámbito, que trabaja «ilegalmente», sin permiso: «No sé si al alcalde de Gasteiz le parece que Banksy hace vandalismo –añade–. Tiene tal nivel de reconocimiento desde el mundo artístico que hoy en día tratar a un artista de ese nivel de vándalo creo que no se entendería».

Uno de los indicadores del reconocimiento que está teniendo este arte es la creación de numerosos festivales en los que se contrata a artistas para que hagan sus obras en la calle, como es el caso de Points de Vue. Pero en muchos casos los grandes artistas siguen también creando en espacios sin permiso, y Morlot asegura que pueden coexistir perfectamente, porque son complementarios.

«Cuando se creó este tipo de expresión artística no era oficial, era emergente, alternativa o un arte menor pero, como en todos los movimientos artísticos, se desarrolla con la confrontación. Los artistas del street art juegan con eso: pueden estar en los festivales a nivel institucional, pero siguen teniendo prácticas sin autorización, «de vándalos». Es su origen, y sigue queriendo mantenerlo para expresar que no han vendido su alma», concluye.