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Interview
Amaia Santana
Escritora y periodista

«Mi intención no era ofender a nadie, sino ser justa conmigo misma»

La escritora y periodista de Barakaldo nos presenta su segundo trabajo, ‘Les mamarraches’, una seudonovela, con una gran carga de denuncia social y en la que la música tiene una importancia absoluta. Literatura punk para tiempos inciertos.

La escritora Amaia Santana. (Marisol RAMIREZ | FOKU)

¿Cómo se le ocurre la idea de ‘Les mamarraches’?

La primera parte es parte de un diario que empecé a escribir recién licenciada, en el que contaba aquellas primeras experiencias en entrevistas de trabajo. Más tarde, recuperé ese material “en un doloroso alto de mi vida” como pone en el libro, porque veía que, aunque no podía vencerlo, necesitaba apartarme del sistema y escribir sobre este cúmulo de experiencias laborales frustradas, en base a lo que me contaban y lo que veía a mi alrededor.

El proceso de creación fue una apuesta muy arriesgada, dejé un trabajo para centrarme en escribir… cada vez que lo pienso me entran escalofríos, pero sentía que lo tenía que hacer. De todas formas, fui consecuente con mi decisión y me marqué una disciplina casi militar, cada día me levantaba temprano y me ponía a escribir… fue un proceso muy impulsivo, pero la verdad es que me lo pasé muy bien.

Esta novela llega después de su primer trabajo, «Haikus imposibles», cuya influencia es evidente en ‘Les mamarraches’…

Sí, una vez publicados ‘Haikus imposibles’ seguí escribiendo con esa dinámica y creé una carpeta con haikus, y algunos de ellos, efectivamente, están aquí. Pensé que la manera de introducirlos era creando ese falso musical, donde los haikus son como interludios entre escenas. Pero, por supuesto que ‘Les mamarraches’ bebe de ese espíritu punk.

En cuanto a su estilo, parece que, más que escribir, vomita sus palabras… en el buen sentido, por supuesto.

No eres el primero que me lo dice, supongo que es así, pero es que tampoco se me ocurre una manera más digestiva de expulsar tanta rabia y frustración… También es verdad que, después del vómito, hay mucho poleo-menta y mucho pulir eso que has sacado de una manera tan visceral… que es como prefiero definirlo yo. Pero sí, es vómito porque te sale directamente de las entrañas al papel y sin ningún tipo de filtro… eso viene después.

Supongo que los tiempos tampoco ayudan a que haya una escriturás «amable» ¿no?

Eso es. Otra manera de hacerlo que no fuera vomitarlo sería disfrazarlo o desvirtuar esa realidad en ese momento… la mía y la de mis compañeros. Aunque la historia no es 100% real, responde a una situación determinada y a un tiempo concreto, y por eso es como es: airada, irascible y poco políticamente correcta pero, si lo hubiera escrito de otra manera, sería otro libro y no sería yo. En ese sentido, me he pacificado mucho con lo que escribí, sobre todo ahora que lo veo publicado en una edición maravillosa. Ahora ya estoy en paz con mis demonios (risas).

La novela también destila cierta dosis de humor… negro, pero humor al fin y al cabo…

Para mí, el absurdo y el humor negro era la herramienta que tenía para hacer terapia y enfrentarme a una realidad tan poco agradable. Habrá quien no lo entienda así, pero quiero pensar que habrá parte de los lectores que vean que no todo es rabia y vómito, sino también mucha mala baba en el sentido de reírnos, desde la ironía, de esta situación tan aberrante e injusta. Ahí sí que me tuve que poner ese filtro y escribirlo desde el sarcasmo más punk, para no caer en lo lacrimógeno.

¿Y hubo algo de «autocensura» a la hora de abordar ciertos temas que podían resultar incómodos?

Yo soy de darle muchas vueltas a todo, y a esto le di vueltas a la hora de enviarlo a las editoriales, pero a la hora de escribirlo no, porque lo hacía desde una posición de necesidad de sacar todo eso. Una de las razones por las que me ha pacificado tanto publicar esta novela es darme cuenta de que no tengo que agradar ni caer bien a todo el mundo. Ya sé que voy a ofender a muchas personas, y para mí eso es muy duro, porque siempre he huido de los conflictos. Pero bueno… si tenemos que estar todo el día pensando a quién vamos a molestar, nunca haríamos nada. Mi intención no era ofender a nadie, sino ser justa conmigo misma… o ni siquiera (risas).

Los protagonistas de la novela son los Pobres Diablos y Diablas, a quienes les niega hasta el nombre. ¿Por qué?

No fue algo premeditado, pero luego vi que tenía sentido porque les da un aire más anónimo, de ‘militia’, de ser un número… Disfruté mucho del trabajo de crear esos personajes, dándoles una identidad clara, porque me parecía importante desarrollar el carácter de cada uno previo a la historia. La única que tiene nombre es Wendy Pelayo, la líder… la no líder, mejor dicho, y la ‘loser influencer’ de estos pobres diablos (risas).

Los otros grandes protagonistas son ‘les mamarraches’. ¿Cuál es el mayor peligro de estos seres en nuestra sociedad?

Confiar en ellos y creer en su palabra, que no vale nada. Quedarte a su merced y dejar que te gobiernen a nivel institucional, laboral o personal. Por supuesto que no es fácil, son los que  dirigen el sistema, y vencer eso, en realidad, es una causa perdida. Lo único que puedes hacer es, en la medida de lo posible y con pequeños gestos, resistirte a comprar sus patochadas y sus discursos vacíos, intentar estar alerta y, en lo personal, no rodearnos de ‘les mamarraches’. Podrán gobernarnos, pero podemos elegir no tomarnos cañas con ellos.

¿Es posible que algún día triunfe la revolución que plantea en la historia, o es más una ilusión que una opción real?

Yo quiero pensar que hay algo más positivo de lo que se cree en una primera lectura, puedes leer el libro y pensar que hemos perdido, pero ves que no somos unos cobardes y que la palabra de los Pobres diablos vale, a diferencia de la de ‘les mamarraches’.

Por eso es tan importante la música y el disco que acompaña el libro; te puede putear un ‘mamarrache’ pero, al final del día, te pones un temazo y esa canción te salva la vida, y si sonríes, bailas, gritas o lloras, ya les has vencido porque, aunque suene muy naif y romántico, de alguna manera te has resistido. Esa es la herramienta que tenemos, no vamos a poder vencer los designios de Wall Street pero, poner música, ir a un bendito concierto y hacer todas esas cosas que hacíamos antes de la pandemia, es nuestra gran medicina y nuestra mayor victoria.

¿Ha sido, por tanto, definitiva la pandemia para arrebatarnos ese pequeño espacio?

Totalmente. En el libro ya hablaba de la sacralización del ocio, antes incluso de la pandemia, y ahora todo adquiere sentido. Es algo vital, no hablamos de un ocio vacío, es el espacio donde los pobres diablos se desquitaban, se divertían  y se abrazaban con sus otros Pobres Diablos.

En ese sentido, el peso que tienen las canciones en la historia es absolutamente vital y, de hecho, es la música lo que me ha dirigido a la hora de escribir. No sé si la música ha influenciado la escritura o viceversa… o, a lo mejor, es un círculo vicioso maravilloso que se retroalimenta. Yo recomiendo un uso responsable del artefacto, en general, y asomarse a él con mente abierta.

¿Cómo entras en contacto con la editorial Allanamiento de Mirada?

Tengo claro que fue una alineación de astros. Había mandado el manuscrito a muchas editoriales grandes y pequeñas, pero mi editor Paco Espínola fue de los primeros en mostrar un verdadero interés, y además me sedujo totalmente con un juego de palabras ante el que no me podía resistir: ‘librisco’, para mí era el concepto ideal, libro + disco, era como un sueño. Así que fuimos adelante y, cual regalo de navidad, pude ver publicado el trabajo en una edición maravillosa que, además, cuenta con el fantástico diseño de Naroa Etxebarria, autora también de la portada del libro.

Para terminar, ¿tiene en mente hacer alguna presentación de ‘Les mamarraches’ próximamente?

De momento, no hay nada confirmado, pero espero que, dentro de poco, podamos presentarlo con música, amigos y de una manera que se salga de lo habitual.