Pasolini, en su centenario: Tabú, profeta y poeta del pensamiento
Sobre todas las cosas, Pier Paolo Pasolini fue un poeta de la vida, del cine y del pensamiento. Cien años después de su nacimiento, es un profeta de los tiempos actuales y un tabú. Controvertido y comprometido, su gran legado radica en su obra imperecedera.
La localidad costera de Ostia amaneció el 2 de noviembre de 1975 con un cuerpo sin vida abandonado en un descampado. Bajo la lona que lo cubría se encontraban los restos de Pier Pasolini (nacido el 5 de marzo de 1922) que evidenciaban la gran y violenta paliza que le habían propinado. Si nos atenemos a la versión oficial, su asesino respondía al nombre de Pino Pelosi, un joven chapero con el que el intelectual italiano mantuvo relaciones sexuales. En realidad, nunca se aclaró quién asesinó al autor de películas como ‘Saló o los 120 días de Sodoma’, porque Pelosi, tras cumplir siete de los nueve años de prisión a los que fue condenado, reveló en un programa de televisión que Pasolini y él no estaban solos aquella noche.
Tres hombres rodearon al director y, tras gritarle «maricón y cerdo comunista», le propinaron la terrible paliza que acabó con su vida. Desde entonces el enigma rodeó a este trágico episodio y todos los indicios apuntan a que el motivo de su asesinato fue un libro que estaba escribiendo, ‘Petróleo’.
Federico Bruno, autor del largometraje ‘Pasolini, la verdad oculta’ reconstruyó la teoría del complot político para explicar la muerte del cineasta, poeta e intelectual italiano. El director acusó a los servicios secretos, en connivencia con la Democracia Cristiana y el Vaticano, de haber orquestado la operación para eliminar al incómodo escritor, quien a diario atacaba al poder en su columna del ‘Corriere de la Sera’ y que preparaba una novela cuyo contenido prometía levantar ampollas.
Según explicó Bruno, «mi teoría es que fueron los servicios secretos. Italia es uno de los países con más delitos políticos. Han matado a jueces, a generales, a periodistas. Pasolini es un tabú, se han abierto cuatro investigaciones y todas se han cerrado en falso. Yo, sin ser abogado ni juez he descubierto muchas cosas, pero este crimen es una página que Italia quiere borrar y olvidar».
‘Petróleo’, aparecida póstumamente en Italia en octubre de 1992, fue su obra más ambiciosa y vasta. Según todos los indicios, el escritor empezó a trabajar en esta novela en enero de 1967 y se dedicó a ella, hasta el momento mismo de su muerte. Pasolini dijo en 1974 sobre ella: «Lo que he hecho desde que nací no es nada en comparación con la obra gigantesca que estoy llevando a cabo. Contiene todo lo que sé, será mi última obra».
En 2010, el ex-senador Marcello Dell’Utri –cofundador junto a Silvio Berlusconi del partido Forza Italia y, condenado por asociación mafiosa en primer grado– reveló la existencia de uno de los capítulos de ‘Petroleo’ que había sido dado por desaparecido. Según explicaron los expertos, los datos aportados por dicho político y en especial sobre ese capítulo desaparecido, revelarían la identidad de los asesinos del propio director y detalles sobre la muerte de Enrico Mattei, presidente de la petrolera Eni, fallecido en 1962 en un accidente aéreo rodeado de incógnitas.
Un chico de la calle
Pasolini siempre estuvo condenado a mirar hacia delante, con la sombra de huida persiguiéndole. En 1950, huyó de su pueblo, Casarsa, tras ser reducido al ostracismo por masturbarse con unos jóvenes, lo que le valió también su dolorosa expulsión del Partido Comunista. Recaló en Roma y en sus primeros años en una capital machacada por la guerra, el joven conoció la penuria pero pronto se daría a conocer con sus historias en clave picaresca, aunque también como ariete contra una burguesía que Pasolini equiparaba al nuevo fascismo.
Se opuso al movimiento de Mayo del 68 porque decía que «los estudiantes, por tener derecho a estudiar, en el futuro serían clase dirigente, mientras que los policías eran hijos del pueblo que peleaban por dinero».
Sus versos, su prosa, su teatro, sus películas y sus múltiples crónicas constituyen una poética oscura en la que el amigo de Jean-Luc Godard y Federico Fellini cuestionó la modernidad de una Italia a la vez milenaria y adolescente. Aún rural y pobre, el país comenzaba a descubrir los electrodomésticos, la televisión, el automóvil individual, pero también el desempleo, los barrios marginales, el lumpen.
Ejemplo de ello son las palabras que Pasolini puso en boca de su protagonista en ‘Accattone’, su primera película realizada en 1961 y que giraba en torno a un proxeneta de los suburbios, con la que retrata el ‘milagro económico’ desde el punto de vista de los marginados: «Lincoln abolió la esclavitud, Italia la restableció».
Pasolini gozaba de notoriedad en su país por sus colecciones de poemas ‘El ruiseñor de la Iglesia católica’, ‘La mejor juventud’ y sobre todo ‘Las cenizas de Gramsci’ cuando fue conocido posteriormente y a nivel internacional a través del cine. Después de abordar el realismo (‘Accattone’, ‘Mamma Roma’), exploró la adaptación simbolista de clásicos como Boccaccio, Sófocles, y Sade.
En total rodó 23 películas, incluyendo la transgresora ‘Salò o los 120 días de Sodoma’, una libre adaptación del libro del Marqués de Sade, ambientada durante la Segunda Guerra Mundial y que fue estrenada tres semanas después de su asesinato.
En su faceta literaria también nos legó novelas donde, como en el caso de ‘Muchachos de la calle’ y ‘Una vida violenta’, plasmó su fascinación y atracción por los jóvenes, y por el particular lenguaje de los arrabales romanos que le recordaban la lengua materna de la región del Friuli y sus inicios como poeta dialectal. En ‘Teorema’ desmontó los conceptos de la familia burguesa y reflejó en ella todo lo que le aterraba.
Su amiga y cómplice, la escritoria Dacia Maraini –coautora del guion de ‘Las mil y una noches’ (1974)– dijo de él: «Buscó durante toda su vida un mundo arcaico, pre-industrial, pre-globalizado, que consideraba inocente». Y su amigo, el escritor Alberto Moravia, afirmó ante su tumba: «Ante todo hemos perdido un poeta, y no hay tantos poetas en el mundo».
Finalmente, el propio Pasolini nos recordó esto: «Yo devoro mi existencia con un apetito insaciable. Cómo terminará todo esto, lo ignoro».
El Evangelio, según Pasolini
Pier Paolo Pasolini arremetió contra toda forma de poder, también contra la Iglesia, pero al mismo tiempo rodó la que es considerada por el propio Vaticano como la mejor plasmación de la vida de Jesucristo: ‘El Evangelio según San Mateo’.
Dirigida en 1964, esta obra maestra constituyó un auténtico cambio de registro en lo que a Jesucristos fílmicos se refiere. Por un lado topamos con su director, Pier Paolo Pasolini quien –parafraseando al marqués de Bradomín– por su condición de ateo, marxista y homosexual no resultaba la persona idónea para llevar a cabo este proyecto; y por otro, el guión se remitía directamente al texto original de Mateo, en vez de seguir la tradicional costumbre de mezclar frases de varios evangelistas o añadir diálogos escritos por los propios guionistas.
El interés de Pasolini por la figura de Cristo no resulta del todo incomprensible ya que era ateo, pero un ateo inteligente y culto que no sentía ninguna necesidad de hacer propaganda antirreligiosa; y por otra parte, si bien detestaba el catolicismo desde un punto de vista social e histórico, no tenía reparo alguno en considerarse ‘culturalmente cristiano’.
Tal y como refleja Rafael de España en su excelente estudio ‘El peplum, la antigüedad en el cine’, «‘El Evangelio según San Mateo’ puede verse también como un homenaje al Papa que dio los primeros (aunque tímidos) pasos para acercar la Iglesia al pueblo, ese pueblo del cual surge el Jesucristo de la película para llevar la guerra y la rebelión al corazón de los hombres, a separar al hijo del padre y a subvertir la estereotipada espiritualidad de los tiempos antiguos. Un Jesucristo sin duda radical, pero al mismo tiempo aceptable por cualquier cristiano».
La idea original del cineasta italiano fue la de dar el papel protagonista a un poeta como Yevtuchenko o Jack Keruac con la finalidad de subrayar el cariz rebelde y visionario del personaje. Pero al final se decantó por un joven estudiante catalán llamado Enrique Irazoqui, de profunda ideas antifranquistas y que, al igual que el resto del reparto, jamás había sido actor.