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Turquía cierra el Bósforo y los Dardanelos a toda fuerza naval

El Gobierno de Ankara va más allá de la Convención de Montreux, que establece que en tiempos de guerra cerrará el paso por el estrecho del Bósforo a todas las fragatas implicadas en el conflicto, y no dejará pasar ningún barco militar que tenga por objetivo tomar parte en la guerra.

Turquía cerrará el paso por el estrecho del Bósforo a todas las fragatas implicadas en el conflicto. (AFP)

El ministro de Asuntos Exteriores de Turquía, Mevlut Çavusoglu, anunció hace una semana el cierre total del Bósforo y los Dardanelos a todas las fuerzas navales del mundo citando la Convención de Montreux, que regula el paso de los barcos a los estrechos. El objetivo de esta medida es evitar la entrada de fragatas en el mar Negro, desde donde los fuerzas navales rusas operan en la guerra contra Ucrania. «Cuando Turquía no es un país beligerante, tiene la autoridad de restringir el paso de los barcos de guerra de los Estados implicados en el conflicto. Todos los Gobiernos, ribereños y no, han sido advertidos de que no envíen barcos de guerra a través del estrecho», señaló Çavusoglu.

Durante días se especuló con que Turquía daría este paso, pero mientras Ankara tildaba los ataques rusos de «inaceptables», se resistía a condenar con rotundidad lo que está pasando y tampoco actuaba de forma consecuente en los estrechos del Bósforo y los Dardanelos. Pero todo ha cambiado. Ahora que el Ejecutivo turco tiene claro que lo que ocurre en Ucrania es una guerra con todas sus letras, sabe que tiene el deber de aplicar la Convención de Montreux.

El Gobierno ucraniano llevaba días pidiendo a Ankara que regulara el paso de fragatas rusas por el Bósforo y los Dardanelos, el paso entre los mares Mediterráneo y Negro, donde los navíos rusos se han ido concentrando para atacar a la población ucraniana. «Ya no son un par de proyectiles, es una guerra», dijo el domingo 27 de febrero Çavusoglu a medios locales turcos. Y no se trata de una «operación» ni de una «incursión», tal como el Kremlin se apresuró a decir. Era justo la palabra «guerra» la que se necesitaba para implementar la Convención de Montreaux, y la tenía que decir quien gestiona el paso del Bósforo y Dardanelos, es decir, Turquía.

La medida adoptada por Ankara no afecta el tránsito de barcos comerciales, sino al de fragatas militares. Aun así, el Bósforo luce ahora mismo desértico de navíos de todo tipo, exceptuando los de transporte público de Estambul. En concreto, el Gobierno turco ha invocado el artículo 19 de la Convención de Montreux, que indica que en «tiempos de guerra» se cerrará el tráfico a los barcos militares de los países beligerantes. Pero hay ciertos factores que alteran esta condición. El primero, la consideración de «guerra». Mientras Rusia tildaba el ataque a Ucrania de «operación militar», estaba en manos de Ankara, tal como ha hecho, definir lo que está pasando y declararlo como tal.

También hay un factor recogido en el mismo Tratado todavía más vinculante: las fragatas de los países beligerantes con salida en el mismo mar tienen derecho a utilizar los estrechos para volver a sus bases, un hecho que el mismo ministro de Exteriores confirmó. Y ambos países la tienen. De hecho, Ucrania tiene todas sus bases en el mar Negro, puesto que su territorio está bañado por un solo mar. Rusia, por su parte, tiene bases navales en el mar Negro y en el mar de Azov. Por lo tanto, a pesar de que la medida resulta poco útil, no deja de ser significativa cuando Ucrania días antes ya pedía al socio turco aplicar la ley en el estrecho del Bósforo.

La medida complace más al lado ucraniano que al ruso, pero Ankara tampoco quiere ningún choque diplomático con el Kremlin.

Entre dos aguas. Mientras Ucrania arde, Recep Tayyip Erdogan mira de reojo y se limita a aparentar jugar el papel más diplomático posible ante Volodymyr Zelensky y Vladimir Putin: llamadas de Ankara a Kiev y a Moscú, pero ningún avance para sentar a los dos mandatarios en torno a una mesa, preferiblemente para Erdogan, en Estambul. De hecho, ambos presidentes son aliados importantes del jefe del Estado turco, y por lo tanto, de Turquía.

Ucrania es de los pocos países adonde los turcos pueden viajar sin visado ni pasaporte y también posee los drones made in Turkey, equipo armamentístico que puede ser crucial y que ya ha mostrado buenos resultados para los intereses militares ucranianos. Pero, según los expertos, Ucrania solo tiene 12 drones de los 48 que encargó.

En cuanto a Rusia, mantiene con Turquía vínculos importantes en materia energética, económica y también militar. Y ahora que Turquía está en la cuerda floja económica con una devaluación flagrante de la lira y una inflación estelar, nadie en el Ejecutivo turco quiere perder la cooperación rusa ni enfadar a su presidente: si Putin pulsa un botón y bombardea Idleb, el último bastión rebelde de Siria, puede enviar a cerca de un millón de refugiados sirios a territorio turco.

Ambos países, por lo tanto, son cruciales para los intereses de una Turquía que, ahora mismo, no necesita más problemas y se encuentra entre dos aguas: entre el amigo ucraniano y el miedo al ruso.