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Interview
Ana y Rosa Iziz Elarre
Autoras de la ‘Historia de las mujeres en Euskal Herria’

«Encontrar la huelga de las cigarreras de 1889 fue una auténtica casualidad»

En octubre del año pasado se conocía que la primera huelga de mujeres en Euskal Herria tuvo lugar el 8 de marzo de 1889, veinte años antes de las grandes protestas en la industria textil de EEUU. Las historiadoras  Ana y Rosa Iziz Elarre afirman haberse topado con el dato por pura casualidad.

Las historiadoras navarras Ana y Rosa Iziz Elarre. (Iñigo URIZ | FOKU)

Ana y Rosa Iziz Elarre son dos historiadoras navarras que llevan alrededor de diez años investigando y dando forma a la ‘Historia de las mujeres en Euskal Herria’, un ingente trabajo que abarca desde la prehistoria hasta el siglo XX y que la editorial Txalaparta está publicando en varios tomos.

El trabajo de Ana y Rosa presta especial atención al siglo XIX, «una época muy interesante y en la que hemos encontrado muchas noticias relacionadas con la situación de la mujer», motivo por el que le han dedicado un tomo entero.

Las fuentes de información que han utilizado tienen su origen en archivos, bibliotecas, hemerotecas y tribunales de justicia. «Hasta los años 36-40 del siglo XIX, todo el tema de procesos judiciales se encontraba en los archivos provinciales, pero en esa época se centralizó en las audiencias territoriales, por lo que para buscar información sobre el tema hemos tenido que acudir a los juzgados, algo que resulta más complicado, porque no son archivos que se puedan visitar».

Es por ello que también decidieron buscar en las hemerotecas digitales, donde encontraron gran cantidad de noticias sobre conflictos laborales de mujeres en el siglo XIX. Fue en uno de ellos, en concreto en el “Noticiero bilbaino”, donde «de repente, nos encontramos con el conflicto de las cigarreras de Santutxu, lo que nos pareció muy interesante, sobre todo al comprobar que, casualmente, la huelga fue también el 8 de marzo, algo que nos hizo mucha ilusión y nos pareció interesante reflejarlo».

De hecho, la huelga de Bilbo se enmarca en una serie de revueltas y motines que se produjeron en todo el Estado entre los años 1885 y 1890 como consecuencia de la progresiva mecanización de la producción, lo que conllevó la exigencia de incrementar la productividad. Así, se han podido documentar protestas en 1885 en Sevilla, en 1887 en Madrid, o en 1889 en Bilbo.

La fábrica de tabaco de Bilbo se fundó el 1 de julio de 1878, entre la mina del Morro y la calle Santutxu, en un edificio propiedad de la Diputación que había sido utilizado como refugio y cuartel durante la Segunda Guerra Carlista. Tal y como explican Ana y Rosa Iziz, comenzó con unas 500 trabajadoras, aunque en el momento de la huelga contaba con 700.

«En aquella época, trabajaban a destajo, con jornadas laborales de once horas, hasta las ocho de la tarde, teniendo que producir 2.300 cigarros al día, sin apenas jornadas festivas ni vacaciones. De hecho, trabajaban 25 días al mes», explican.

Además, las autoras del estudio destacan que la mayor parte de ellas eran mujeres con niños, principalmente viudas y solteras, que se veían obligadas a trabajar para subsistir y que no tenían otro remedio que dejar a sus hijos en la calle hasta finalizar la jornada laboral. «En un momento determinado –explican Ana y Rosa–, les dijeron que tenían que prolongar la jornada laboral hasta las once de la noche, lo que fue el detonante para que estallaran las protestas».

El director, acorralado

El amotinamiento se produjo el 8 de marzo de 1889, cuando el administrador de la Compañía Arrendataria de Tabacos destrozó delante de ellas los cigarros que habían elaborado, aduciendo que eran de mala calidad, aunque ello se debía al empeoramiento de la materia prima que les suministraban. En la protesta, acorralaron al director de la compañía, que terminó saltando por la ventana, aunque solo se dislocó un tobillo. La Guardia Civil hizo acto de presencia, así como el propio gobernador civil, que a última hora de la tarde se ofreció a prestarles su ayuda, lo que propició que las trabajadoras se fueran a sus casas.

A la mañana siguiente, sin embargo, cuando las cigarreras volvieron a la fábrica, «se encontraron con que estaba cerrada, tras lo cual un grupo de 300 mujeres decidió acudir al Gobierno Civil, donde una representación consiguió reunirse con el gobernador». Fruto de estas gestiones, la empresa asumió algunas de las demandas, como la reducción de la jornada laboral, un pequeño aumento de sueldo y la mejora de las condiciones higiénicas. «No obstante, nueve trabajadoras fueron despedidas y en los años posteriores la carga de trabajo se fue reduciendo, hasta que en el cambio de siglo solo quedaban alrededor de 135 empleadas».

Después de 58 años de actividad, en abril de 1936, la Compañía Arrendataria de Tabacos decidió cerrar la fábrica, ya que las instalaciones eran pequeñas y obsoletas para las nuevas exigencias de modernización de la producción.

Durante la posguerra, fue utilizada como cárcel durante algún tiempo, hasta que en el año 1951 en dicho solar se construyó un grupo de viviendas denominado del Párroco Unceta, aunque durante muchos años algunos vecinos siguieron denominándolas como las “Casas de la tabacalera”.

«No estaba bien visto que la mujer trabajase fuera»

Tal y como explican las historiadoras Ana y Rosa Iziz, en el siglo XIX no estaba bien visto que las mujeres trabajaran fuera de casa, sobre todo en la industria. «En aquella época, lo habitual era que, en caso de tener que trabajar, lo hicieran en el servicio doméstico, como un complemento al sueldo del marido, pero no en la fábrica».

En este sentido, las mujeres que optaban por trabajar en la industria lo hacían porque necesitaban un sueldo para vivir. «La mayor parte de ellas eran viudas o solteras, muchas de ellas con niños, que se veían obligadas a trabajar para subsistir. Por ello, no era un trabajo bien visto, pero era lo único que podían hacer si no querían caer en la prostitución», explican.

En cualquier caso, estas historiadoras navarras matizan que las tareas de liar cigarros las realizaban principalmente mujeres porque tenían más habilidad para ello. «Estos trabajos eran eminentemente femeninos porque, al tener los dedos más finos, podían liar mejor el tabaco. Por eso había sobre todo mujeres».