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La mirada del actor

William Hurt, en una imagen de 2018. (Jason MERRITT | AFP)

Los actores y las actrices nunca mueren, porque siguen viviendo en sus películas. Pero siempre serán unos perfectos desconocidos, ya que a través de sus personajes representan una falsa existencia.

Uno de los intérpretes que mejor expresan tal dilema es William Hurt, que tenía una mirada triste y algo forzada, seguramente por culpa de su miopía.

Dicen que era un profesional muy meticuloso que, al margen de los problemas en su vida privada, cuando trabajaba en un rodaje se volvía exigente consigo mismo y su método de actuación. Fue contextualizado, tal como le sucede a la mayoría de sus colegas, por un periodo de tiempo concreto y para la posteridad sus mejores películas quedarán vinculadas a los 80 y 90.

Puede que fuera un tipo atormentado, que empezó estudiando teología, vocación superada por la artística. Sintió la llamada del teatro, pero con el cine tuvo una relación más complicada. Le concedió en aquel momento una popularidad que nunca supo digerir bien.

El Óscar le llegó por su papel de homosexual encarcelado en la película del brasileño Héctor Babenco ‘El beso de la mujer araña’ (1985) y acto seguido se emparejó con otra actriz ganadora de un Óscar por ‘Hijos de un dios menor’ (1986), una Marlee Matlin que ha vuelto a ser nominada como actriz de reparto que utiliza el lenguaje de signos en ‘CODA’ (2021).

La pareja tuvo sus más y sus menos, y él le pidió perdón.