INFO

¿Hacia un nuevo orden monetario global?

La guerra y las sanciones han vuelto a poner de actualidad las instituciones monetarias internacionales. Algunos analistas incluso se aventuran a hablar de Breton Woods III. Lo cierto es que el sistema monetario mundial se está transformando aceleradamente.

Distrito financiero de Shanghai (Hector RETAMAL | AFP)

Estos últimos años se ha especulado mucho con la pérdida de poder internacional del dólar a causa de la pujanza de la economía china. A pesar del auge del gigante asiático, no se han producido grandes cambios en las relaciones entre las divisas. La guerra en Ucrania, sin embargo, sí ha introducido algunos factores que pueden alterar de manera significativa el sistema monetario internacional.

En primer lugar, está la decisión de EEUU de apoderarse de las reservas de divisas de Rusia. Un movimiento que tiene dos consecuencias directas. La primera es que deja a Rusia sin poder utilizar el dólar y esa decisión está teniendo repercusiones importantes, sobre todo, en el comercio de materias primas. Nadie quiere ser sancionado, lo que ha provocado que la financiación de la compra de materias primas, los fletes, los seguros, etc., se hayan disparado, hundiendo el precio de los recursos procedentes de Rusia.

Por otro lado, EEUU ha quebrado las normas de los intercambios monetarios internacionales al apoderarse de las reservas rusas. No es la primera vez que ocurre. El presidente Joe Biden firmó el 11 de febrero un decreto que   permitía a EEUU disponer de 7.000 millones de dólares del Banco Central de Afganistán depositados en instituciones financieras estadounidenses. La mitad de esa cantidad fue confiscada por el Gobierno y la otra mitad se destinó a indemnizar a las víctimas del 11S.

Seguramente a estas alturas, los bancos centrales de muchos países habrán tomado buena nota de lo que ocurre cuando la política de su país no se alinea con la de EEUU y posiblemente estén tratando de diversificar sus reservas, es decir, buscando monedas alternativas al dólar para mantener sus fondos en divisas.

El dólar y las materias primas. Pero, sin duda, la parte más importante está relacionada con las materias primas. Así lo ha reflejado un pequeño informe de Zoltan Pozsar, un alto cargo de Credit Suisse, titulado “Bretton Woods III”, en el que el analista concluye que «cuando termine esta guerra, el dinero no va a volver nunca a ser como era». A su juicio, el nuevo sistema monetario internacional «estará centrado en las divisas del Este, basadas en materias primas». Añade, además que probablemente debilitara «el sistema monetario basado en el eurodólar, y creará presiones inflacionistas en Occidente».

El razonamiento de Pozsar es el siguiente. La situación que se ha creado en el mercado de materias primas, con las sanciones a Rusia, son el origen del cambio que se va a producir en los próximos años. Compara la situación actual en el mercado de materias primas con la crisis de 2008. Entonces, hasta que estalló la crisis de las hipotecas subprime, todos los tipos de hipotecas cotizaban más o menos igual, las que teóricamente tenían más riesgo con un pequeño descuento, pero todas se movían hacia arriba y hacia abajo a la vez. Con el colapso, las subprime perdieron de repente todo su valor mientras la cotización del resto sufría pérdidas, pero menores.

Según este analista, una situación similar se estaría viviendo en estos momentos en el mercado de materias primas, en el que nadie quiere comprar las que proceden de Rusia por miedo a posibles represalias. De ese modo, los precios de las materias primas made in Russia caen y las del resto del mundo se encarecen, fracturando el mercado completamente.

En el 2008 la intervención de la Reserva Federal estadounidense salvó la situación cuando decidió comprar todas las hipotecas subprime que nadie quería. En este momento, sin embargo, ni el dólar ni el euro van a emplearse en comprar las materias primas rusas, ya que eso sería como inyectar dinero a Rusia por parte de los gobiernos que están imponiendo las sanciones. Un sinsentido. Por la misma razón, los grandes comerciantes mundiales de materias primas tampoco están dispuestos a financiar esas compras.

Posibles salidas al desajuste. En esta coyuntura, Pozsar considera que solamente hay una entidad con capacidad para hacer de barrera, como hizo la Fed estadounidense en 2008, y no es otra que el Banco Central de China. Para el estratega de Credit Suisse, el regulador chino tiene ahora dos opciones. La primera sería vender los bonos estadounidenses que mantiene en sus cuentas para financiar fletes y la compra de materias primas rusas. Una consecuencia directa de esa decisión sería que la venta masiva de bonos estadounidenses inundaría el mercado y haría bajar su rentabilidad.

La otra opción es que el banco central de China «haga su propia expansión cuantitativa», es decir, que imprima dinero para comprar las materias rusas. Un paso de estás características supondría, en palabras de Pozsar, «el nacimiento de un mercado de eurorenminbis, y sería el primer paso real de China para romper la hegemonía del mercado del eurodólar».

Tanto una opción como la otra tendrán efectos negativos para las rentabilidades de los bonos soberanos de Occidente y, en consecuencia, debilitarán las divisas que los soportan. No hay que perder de vista que ahora Occidente se financia porque hay una demanda mundial prácticamente ilimitada de activos en dólares o en euros. Todo el mundo quiere tener sus reservas en monedas fuertes y por ello Occidente recibe los ahorros de todas partes y con ellos financia su economía. Pero si China llena el mercado de bonos estadounidenses o emite los suyos en renminbis, el flujo del ahorro mundial hacia Occidente decaerá, debilitando tanto al dólar como al euro.

El renminbi, de hecho, lleva ya algunos años ganando peso en los mercados, desde que se decidió su inclusión en el año 2016 en la cesta de divisas que respalda los derechos especiales de giro del FMI.

El nuevo escenario. Sin embargo, no parece que ninguna de las dos opciones que se barajan en ese informe se vayan a dar a corto plazo, por la sencilla razón de que China prefiere la estabilidad a las ganancias a corto plazo. Descabalgar al dólar por la fuerza de sus reservas le puede suponer una batalla política y comercial con EEUU que estropearía cualquier perspectiva de creación de un orden monetario internacional estable a largo plazo.

En cualquier caso, la opción está abierta y es poco probable que en la reunión de alto nivel que celebraron en Roma el lunes de la pasada semana, en la que participaron el asesor de seguridad nacional de EEUU, Jake Sullivan, y el director de la Oficina de la Comisión de Asuntos Exteriores de China, Yang Jiechi, y que se prolongó durante más de ocho horas, hablaran solo de Ucrania.

Del mismo modo, las amenazas de Washington a Pekin a cuenta de un posible abastecimiento de armas a Rusia –que es, no lo olvidemos, el segundo mayor exportador del mundo– posiblemente tengan que ver con otras cuestiones y no precisamente con las armas.

En este confuso panorama, Bloomberg apuntaba hace unos días que la India estaba buscando el modo de comprar petróleo ruso para aprovechar el importante descuento que tiene ahora. Algunas fuentes han informado estos días que el Gobierno indio ya habría realizado algunas compras de petróleo ruso en rublos. En cualquier caso, en la medida que las sanciones se alarguen y los precios de las materias primas crezcan, sin duda alguna este tipo de acuerdos se generalizarán, fragmentando todavía más el mercado internacional y marginando al dólar de muchas de estas operaciones.

Lo más probable es que, de seguir con las sanciones, este último sea el camino por el que las materias primas rusas se comercialicen y la hegemonía del dólar se vaya debilitando. De generalizarse estos intercambios serán las materias primas, y no el dólar, lo que finalmente respalde el dinero internacional.

El paso dado esta semana por Moscú, al exigir que los pagos por el gas ruso se realicen en rublos, refuerza todavía más esta tendencia: sin materias primas no hay economía que funcione.

Efectos para Europa. Las consecuencias para Europa de todos estos movimientos serán al menos dos. Por una parte, la imposibilidad de comprar materias primas rusas a causa de las sanciones elevará el precio que tenga que pagar Europa por abastecerse de muchos materiales, lo que empujará los precios al alza, tal y como se ha hecho patente desde que comenzó la guerra en Europa.

Por otra parte, la crisis del actual sistema monetario internacional es un hecho desde que  EEUU dejó a Rusia sin acceso a los dólares. La política de sanciones no hará sino fortalecer que los tratos comerciales se cierren en otras monedas, lo que a la larga debilitará tanto al dólar como al euro. Una moneda débil sin duda añadirá más presión sobre los precios.

Por otra parte, si los euros y dólares no resultan tan atractivos como hasta ahora, la deuda en esas monedas tampoco tendrá la misma demanda, por lo que lo más probable es que los países del Atlántico norte no puedan seguir como hasta ahora financiándose con los ahorros del resto del mundo. Y si es más caro financiarse, la economía también se resentirá.

La dialéctica del cambio. A veces da la impresión de que las instituciones internacionales se diseñan en una reunión, como en el año 1944 en Bretton Woods. En realidad esas instituciones se van modelando a partir de las condiciones objetivas y también de las decisiones que van tomando unos y otros, bien para mantener sus privilegios o bien para defender sus intereses, lo que termina configurando instituciones que a menudo poco tienen que ver con los planes iniciales.

En la actualidad existe una crisis general de las materias primas que ha hecho que se haya vuelto habitual hablar del colapso de la civilización industrial. Sobre ese fondo de escasez, se desarrollan luchas de poder entre las grandes potencias que van a configurar las instituciones internacionales. Y el dinero mundial no es ajeno a ese devenir. Pozsac está en lo cierto en una cosa; cuando termine esta guerra, el dinero nunca va a volver a ser como era.