Albania, el país en el que las religiones saben convivir
De enrevesadas montañas que resguardaron antiguas creencias, la armonía religiosa en Albania no solo es institucional, sino que forma parte de la cultura popular. Decenas de credos conviven, cinco de ellos reconocidos oficialmente, en esta sincrética región de los Balcanes occidentales.
Albania goza de una excelente armonía religiosa. Para un país que suele aparecer a la cola en la mayoría de los índices de desarrollo regional, es un éxito que mostrar en público; un orgullo nacional que arranca las sonrisas albanesas. Esta buena convivencia no ha pasado desapercibida en las altas esferas religiosas: lo reflejaron dos papas. Primero fue Juan Pablo II, en 1993. Y, en su primera visita en Europa como Pontífice, Francisco se refirió a tal armonía como un «don preciado».
En ciudades como Berat, de prominente influencia otomana en los edificios, en pocos metros se concentran varias mezquitas e iglesias ortodoxas. Lo mismo ocurre en Shkodra, donde el sonido de las campanas católicas a veces se entremezcla con la llamada del muecín. Y en Gjirokastra, en el sur, habitantes de diferentes creencias se reúnen en un mismo bar.
«En Albania no se encuentra el terreno fértil para las ideologías extremistas y envenenadas. Las comunidades no malmetemos entre nosotras y gozamos del respeto de la sociedad», asegura el sacerdote Gregory Pelushi en la sede de la Iglesia autocéfala ortodoxa de Albania, en Tirana. «La fe tiene el respeto garantizado, surge de forma espontánea», añade Dom Vlash Palaj, sacerdote católico de la Catedral de San Esteban, en la ciudad de Shkodra.
El pueblo albanés fue abrazando las creencias de los diferentes imperios o pueblos que conquistaron los Balcanes. Roma trajo el catolicismo, Bizancio expandió más tarde la religión ortodoxa y, durante cinco siglos, hasta principios del XX, el Imperio otomano impulsó el islam, incluido el bektashismo, una corriente heterodoxa en la que los feligreses te reciben orgullosos con un chupito de rakja, el orujo tradicional de los Balcanes.
Actualmente, Albania reconoce cinco credos: el islam suní (seguido por el 59% de albaneses, según el censo de 2011), el bektashismo (2%) y el cristianismo católico (10%), ortodoxo (7%) y protestante (0,3%). Por regiones, en el norte de Albania reside la mayoría de católicos, aunque hay presente una importante comunidad musulmana suní, y en el centro y sur del país surge una amalgama de creencias entre las que predominan el islam y el cristianismo ortodoxo, este último más intenso a medida que se avanza hacia el sur, hacia la frontera de Grecia.
Causas
Diferentes razones han hecho posible que en Albania haya una excelente convivencia espiritual. En 2018, un estudio comisionado por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas destacaba que las comunidades religiosas promueven la tolerancia; viven bajo un sistema secular; y son parte de la cultura y de la identidad del pueblo albanés, de un movimiento nacionalista que ha servido de pegamento para cualquier diferencia en el credo.
En la tienda de antigüedades que regenta en el centro de la ciudad portuaria de Durrës el afable Armelin Rruga es ejemplo y lo explica: «En Albania, lo primero es ser albanés. Todos, musulmanes y cristianos, han estado unidos desde la lucha de independencia contra los otomanos. En el comunismo también estaban unidos, aunque escondidos».
Entre una combinación de influencias mucho más amplía, incluidas la globalización y la migración, un factor ha marcado a los feligreses albaneses en el siglo XX: la represión de la dictadura comunista de Enver Hoxha, que entre 1945 y 1991 secularizó la sociedad y sus prácticas religiosas. Resultado de ello también son esos hogares con herencias de varias creencias que, por interacción y parentesco, multiplican la concordia en la sociedad. «En mi familia, tengo dos tíos que se llaman Mustafa y Ahmed, nombres de herencia musulmana, y sus mujeres tienen nombres ortodoxos. Por eso, en nuestra casa celebramos el bajram [fiesta musulmana] y la Pascua», reconoce Rruga.
Corpulento, también alto, en un edificio adyacente a la Iglesia de la Resurrección de Cristo, Pelushi así lo recuerda: «Antes, la sociedad se organizaba alrededor del credo. No había tantos matrimonios interreligiosos, pero sí una buena convivencia. Había tribus con el credo dividido. Pero el comunismo alteró todo y ahora hay muchas más uniones interreligiosas, y son los hijos de estos enlaces quienes luego eligen el credo».
Comunismo
Hasta el siglo XIX, cuando comenzó a desmembrarse el Imperio otomano y surgieron en los Balcanes los movimientos que perseguían los Estados-nación, la sociedad albanesa, como toda bajo el yugo de la Sublime Puerta, se organizaba en torno a las entidades religiosas y tribales. En el siglo XX, tras las dos guerras mundiales, la dictadura comunista de Enver Hoxha controló cada aspecto de la vida de los albaneses. Además, comenzó una campaña de represión contra las religiones que culminaría, en 1976, con una reforma constitucional que convertiría Albania en el único país ateo del mundo. Centenares de clérigos e imanes fueron antes ejecutados o enviados a campos de trabajo. Miles de templos e iconos religiosos fueron destruidos. Se desaconsejó poner nombres religiosos a hijos e hijas y se entregó una lista con nombres de héroes nacionales, como Teuta o Arian. Se secularizó, a la fuerza, cada aspecto de la vida. Se impuso, así, el realismo socialista.
«Enver Hoxha creó un campo de concentración que se parecía a la actual Corea del Norte. No se podía escapar. La gente fue denigrada, aunque algunos no perdieron la fe. Mis padres rezaban de noche, tenían iconos [religiosos] escondidos. Una vez al año, la Policía venía a casa a buscar evidencias. Yo crecí en este ambiente», recuerda Pelushi, de familia contraria a la nomenklatura comunista y que, ya en la democracia liberal, estudió Teología. En 2015 se convirtió en sacerdote. Tiene 44 años, mujer e hijos.
En el norte de Albania, donde los habitantes apoyaron con más fuerza el fascismo, donde siempre estuvieron orgullosos de las influencias venecianas e italianas, la represión fue mayor. Se mezclaba una doble ira: la política y la religiosa. «Dejamos testimonio de nuestro respeto por Albania y por la fe. La gente ha conservado el espíritu de nuestros mártires, especialmente en la región de Shkodra, donde la persecución fue mayor. A nuestra catedral acuden entre 2.500 y 3.000 personas al día», dice orgulloso el sacerdote Dom Vlash Palaj. «En el régimen comunista no se discutía mucho si eras o no católico. El comunismo mezcló toda creencia, aunque de alguna manera ha tenido un efecto positivo en la actual convivencia religiosa. Le pongo un ejemplo: un domingo, la mujer que hizo la primera lectura de la misa era una madre de dos hijos de familia musulmana. Ella mantiene la tradición de la fe, aunque ahora es la cristiana», añade.
«Ahora soy musulmán, aunque antes todo Bujan era católico. El apellido de mi tribu, los Ahmagjokaj, es católico. Cambiamos de religión hace mucho, probablemente durante el Imperio otomano», explica Sandri, de 33 años, en Bujan, un pueblo del montañoso noreste de Albania. ¿Existe buena convivencia? «Es excelente, tal vez sea por el rakja», bromea, y demuestra el significado de la religión como guía de entendimiento, con cualidades como la elasticidad en sus preceptos.
El comunismo fue derrocado en 1991, y pronto, incluso antes del colapso, las comunidades religiosas se reorganizaron y restablecieron sus instituciones. El sufrimiento compartido durante casi medio siglo ayudó a este renacer armonioso en el que los dogmas monoteístas se diluyeron y se convirtieron, al fluctuar, en oxímoros.
En 2012, Pew Research publicó un estudio sobre 39 países con importante presencia musulmana en el que destacaba que, en Albania, solo el 15% de los feligreses consideraba la religión como un factor esencial en su vida. Era el país con la penetración más baja. Lo sigue siendo, y se nota en calles, mezquitas e iglesias: los creyentes no acuden con frecuencia a los centros de culto, y en lo que respecta a la mujer musulmana, en muchos casos no utiliza un velo que cubra la cara. Es el estilo propio albanés, secular, al que, comprensivas, se adaptan las instituciones espirituales.