«O las prohibimos y eliminamos, o las armas nucleares nos eliminan»
Nacida en 1982 en Gotemburgo (Suecia), líder de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN) reflexiona sobre este «peligroso» momento; considera que «nunca hemos estado tan cerca de una guerra nuclear desde la Guerra Fría».
Antes de viajar a Nueva York, Beatrice Fihn atiende a GARA y comparte sus preocupaciones y esperanzas sobre una coyuntura que cree «aterradora», llena de «chantajes» con el eventual uso de esas armas, que no descarta que «de manera intencional o accidental» pudiera darse.
¿Alguna vez ha visto la amenaza nuclear tan disparada? Rusia ha sido muy explícita, disparan misiles hipersónicos con capacidad nuclear...
Es lo más cerca que hemos estado de una guerra nuclear desde la Guerra Fría, es una situación peligrosa y aterradora. Estamos viendo que el concepto de disuasión es defectuoso, no podemos fiarnos de él. La amenaza del presidente Putin habla de la parte que hasta ahora no se ha dicho sobre las armas nucleares: la disuasión nuclear siempre se hace en un contexto de estar preparado para matar a civiles en masa para obtener lo que quieres. Muchos de los que defienden el sistema actual afirman que esta disuasión mutua trae estabilidad. Yo lo veo bastante diferente. La amenaza de Putin acompaña la invasión de otro país, eso es chantaje.
Rusia hace la guerra contra un país no nuclear como Ucrania; EEUU hizo lo mismo con Irak, hay una lógica diabólica: «Tengo el botón, no te metas conmigo y aléjate de mi camino».
Putin chantajea al mundo al invadir un país soberano mientras amenaza con usar armas nucleares si alguien se interpone en su camino. No es la primera vez que esto sucede y seguirá sucediendo mientras existan las armas nucleares. Hay dos resultados posibles de esto: o todos los estados quieren armas nucleares o todos los estados las prohíben y eliminan. Preferiría la segunda opción.
Lo llaman equilibrio estratégico y dinámica de poder. Pero se habla menos de los impactos humanitarios si alguien las usara, ¿verdad?
Uno de los grandes logros de ICAN fue recuperar el enfoque en las consecuencias humanitarias de las armas nucleares. Este aspecto se había dejado fuera de la conversación durante décadas. Pero cuando lo analizamos muy de cerca, realizando investigaciones, hablando con supervivientes de ataques con armas nucleares, solo pudimos llegar a una conclusión: existe un imperativo humanitario para eliminarlas lo antes posible. Mientras existan, nos arriesgamos a que se usen, intencional o accidentalmente. Los estudios realizados durante muchos años por agencias de la ONU y el Comité Internacional de la Cruz Roja muestran que no puede haber una respuesta humanitaria efectiva tras el uso de un arma nuclear. Las capacidades de atención de la salud y de respuesta a emergencias se verían desbordadas de inmediato. Poner el impacto sobre las personas en el centro de la discusión hace que sea más fácil ver la solución: prohibir y eliminar las armas nucleares.
¿Cómo equilibrar el optimismo necesario para tal trabajo con el pesimismo general y el miedo en el momento presente? Parece que hay una sensación de indiferencia.
No observamos indiferencia. Al contrario. Mucha gente está reconociendo ahora lo vulnerables que somos. Los poderosos siempre han perdido su poder cuando las masas se han levantado. El Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) de la ONU es una revolución. La minoría de estados con armas nucleares no puede seguir dictando los términos. Durante demasiado tiempo, han decidido sobre el destino de los demás países a través de la posesión de armas nucleares y su creencia en la disuasión nuclear. El resto del mundo ha sido rehén. El TPAN va de eso, de tomar el control sobre el futuro de nuestro planeta. Ahora estamos cambiando el juego. Estamos creando nuevas leyes y cambiando el sistema. Para estar seguros, necesitamos prohibir y eliminar las armas nucleares.
A veces se les tacha de ingenuos o idealistas por defender que las armas nucleares no tienen ningún sentido, pero el mundo es como es y no como les gustaría que fuera.
Sí, algunos nos consideran ingenuos e idealistas. Pero el hecho es que hemos estado advirtiendo durante al menos una década de que el riesgo de la utilización de armas nucleares estaba aumentando. Y teníamos razón. Pensamos que los ingenuos son las personas que siguen creyendo que las armas nucleares pueden protegerlos. Tenemos que crear presión política y estigmatizar las armas nucleares. Las hemos visto como un símbolo de poder, pero deberían ser vistas como un símbolo de vergüenza. No podemos obligar a nadie a desarmarse. Pero podemos hacer que sea más difícil y más costoso tenerlas para que, eventualmente, se den cuenta de que es más fácil deshacerse de ellas. Además, son bastante inútiles. Crean catástrofe masiva y caos, están en contra de las tendencias actuales del desarrollo militar. Será un proceso gradual reducir el valor de las armas nucleares. Cuanto menos las valoremos, más estados querrán deshacerse de ellas.
«Hemos visto a las armas nucleares como símbolo de poder, pero deben ser vistas como un símbolo de vergüenza»
Se suele describir el mundo de los planificadores de armas nucleares como el de unos hombres con corbata discutiendo el tamaño de los misiles. Además las prueban en tierras y aguas de pueblos indígenas, como el navajo, el kazajo o las naciones del Pacífico...
Estar dispuesto a usar armas nucleares se considera masculino y fuerte, mientras que querer desarmarse a menudo se describe como femenino y débil. Esta visión sesgada de lo que se considera racional da forma a la narrativa sobre las armas nucleares por parte de los que toman decisiones, los medios y sus defensores. Un ejemplo: el subsecretario de Defensa de EEUU, Paul Nitze, llamó al presidente John F. Kennedy «afeminado» por tomar decisiones cautelosas sobre la guerra nuclear. O cuando Donald Trump tuiteó: «Yo también tengo un botón nuclear, pero es mucho más grande y poderoso que el suyo, ¡y mi botón funciona!», el ruido de sables nucleares con Kim Jong-un, el líder de Corea del Norte, sonaba a, cómo decirlo, a ver quién la tenía más grande. La indicación aquí es que el desarme es suave, poco atractivo, débil. Las ideas sobre la masculinidad y la feminidad importan en la política exterior y las relaciones internacionales, en la seguridad nacional y en el pensamiento estratégico nuclear. Algunos líderes actuales, con egos frágiles y, a veces, preocupaciones particularmente obsesivas con su reputación de masculinidad, pueden haber sacado a la luz estas dinámicas, pero han estado ahí todo el tiempo, aunque de manera menos cruda y espeluznante.
Hablamos de bombas gigantes, costosas y sucias que podrían acabar con todos nosotros. Las construimos; pero ¿realmente podemos destruirlas?
A menudo hemos oído que el genio ya salió de la botella. Y que no podríamos eliminarlas mientras exista el conocimiento tecnológico para crearlas. Pero, si el genio salió de la botella y existe el conocimiento tecnológico para crear armas nucleares, ¿por qué solo nueve países las tienen? Muchos países podrían fabricar armas nucleares, pero se han comprometido a no hacerlo, y el no desvío de materiales utilizados para la energía nuclear hacia armas está verificado por un sistema internacional de salvaguardias altamente eficaz administrado por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Este sistema podría adaptarse y extenderse a todos los países una vez que hayan tomado la decisión de desarmarse. Se han prohibido las armas químicas y biológicas, las minas terrestres antipersonales, las bombas de racimo, las armas láser cegadoras, es totalmente posible, las armas nucleares no son diferentes. No hay nada mágico en ellas.
John F. Kennedy en la Asamblea General de la ONU habló de una «espada nuclear de Damocles, pendiendo del más fino de los hilos, susceptible de ser cortado en cualquier momento por accidente o por error de cálculo o por locura… Juntos salvaremos nuestro planeta, o juntos pereceremos en sus llamas». Que esas llamas nunca se enciendan no es fácil, ¿verdad?
Sí, pero realmente no tenemos otra opción. Existe un riesgo creciente de uso de armas nucleares, y eso significa que eventualmente se usarán algún día. O eliminamos las armas nucleares o las armas nos eliminan a nosotros. Hemos prohibido y eliminado otras armas, es absolutamente posible. Y son solo nueve países los que las tienen.
«Históricamente, el mayor progreso que hemos tenido en el desarme nuclear ha venido después de las crisis. Ahora hay que activarse»
¿Tenemos esperanza y argumentos para ser positivos?
Sí, cada vez más gente comprende que nunca estaremos a salvo mientras existan. De repente tenemos mucho más apoyo público e interés por nuestro trabajo. Todos los estados con armas nucleares se desarmarán cuando calculen que es de su interés nacional hacerlo. El objetivo de ICAN (y del TPAN) es influir en ese cálculo; la presión pública es una forma de hacerlo, la diplomacia multilateral y la construcción de nuevas normas globales son otras. Todas las herramientas, canales y actores tienen un papel que desempeñar.
Históricamente, el mayor progreso que hemos tenido en el desarme nuclear ha venido después de las crisis. Creo que es ahora cuando la gente debería volverse activa. Necesitamos decirles a los políticos que debemos dejar de ser ingenuos; tenemos un plan sobre cómo deshacernos de las armas nucleares, ahora necesitamos acción política para implementarlo.