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Mañana del 7 del 7: goleada de la hostelería tradicional a las barras de la plaza del Castillo

Si la mañana del 7 del 7 puede ser un buen momento para hacer minuto y marcador de cómo se está desarrollando el particular partido entre las barras de la plaza del Castillo y la hostelería habitual, el resultado es de una apabullante goleada de estos últimos frente a las cinco barras abiertas.

Algunos clientes en una de las barras de la plaza del Castillo. (Endika PORTILLO/FOKU)

La ocurrencia de Maya de poner unas barras en la plaza del Castillo ha ofrecido un particular contraste en la mañana del 7 del 7 con tan solo cinco txoznas abiertas, de diez instaladas, a las alturas de las 14.00 horas, mientras la hostelería tradicional estaba a reventar.

Aunque todavía es relativamente pronto para valorar hasta qué punto está funcionando esta ‘mayada’, las últimas horas han dejado una imagen muy elocuente. En una Plaza del Castillo por la que pululaban numerosas personas en el día del patrón, pocos eran los que se animaban a tomar un pote en las controvertidas barras. De hecho, cinco de la diez ubicadas en tan céntrico espacio ni siquiera se habían molestado en levantar la persiana al mediodía, en una jornada en la que el vermú y el frito son hasta más sagrados que San Fermín.

Y tampoco es que resultara complicado hacerse con un trago en ninguna de las que habían decidido abrir, a las que se acercaba gente que no había conseguido espacio en otros lugares mucho más concurridos. «Estaba imposible y así al menos podemos echar un pote con tranquilidad», señalaba con cara de resignación uno de los clientes, que se había cobijado bajo un árbol para escapar del sol.

Desde luego tranquilidad sí que llegaban a ofrecer, porque la estampa a su alrededor era impresionante. Terrazas a reventar, los porches llenos de gente moviendo vasos y platos con fritos y hasta txarangas pasando por el lugar para animar el cotarro.

A escasos metros, las zonas de San Gregorio, San Nicolás o Comedias eran también un hervidero con la gente intentando circular haciendo auténticos equilibrios, ya que hacerse un hueco estaba complicado.

Así que en esta mañana, desde luego las barras no estaban registrando mucha afluencia, a pesar de que han buscado limitar un poco los precios ante los rumores de que iban a meter unos puyazos dignos de un picador.

Para evitar hacerse competencia entre ellas, los establecimientos que están en ellas han pactado precios, de tal manera que el cubata cuesta 7 euros, el kalimotxo 4,50, el cañón de cerveza 3,50 euros, los refrescos 3 y la botella de agua 2.

Unos precios más o menos ajustados que buscan no espantar demasiado a una clientela que parece hacerse de rogar. Tal vez es que su momento es por la tarde, especialmente cuando hay actuaciones en el gran escenario montado en un extremo de la plaza. Pero lo que ha quedado en evidencia es que el momento del vermú no parece ser su terreno de juego.