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Todas las casas

La vivienda se sitúa en la costa del lago Alqueva, de forma semienterrada, aprovechando la pendiente de la colina. Así, el paisaje parece inalterado.

Podría pensarse que una casa de vacaciones es como las demás casas, pero ese apellido, de ‘vacaciones’ introduce una diferencia notable. De alguna manera la arquitectura debe diluir su protagonismo para convertirse en soporte. En un soporte para la vida, en una estructura que la enmarca, que la hace más posible y apetecible, que vuelve la vida vacacional.

La casa en Monsaraz proyectada por Aires Mateus es una casa de vacaciones, que además no tiene un usuario fijo, ya que se alquila. Esto hace que la arquitectura deba asumir diferentes usos, de alguna manera, tener capacidad de respuesta a las demandas cotidianas pero singulares de cada posible habitante.

Siguiendo esta lógica, el proyecto de esta casa tiene que contener todas las casas posibles, debe ser en cierta lógica intemporal, y por eso emana del cruce de dos miradas, la del lugar y la de entender la casa como un espacio inacabado al que las vivencias de sus habitantes acaben de dar sentido. Es ahí donde la lógica del proyecto empieza a perfilarse, ya que la casa se define por negativos, por vaciados a la materia, como si se tratase de una excavación. Una excavación que se hace en un sentido metafórico, al construir un vacío, un hueco habitable, un espacio en la sólida realidad de la envolvente de hormigón. Una sustracción que quiere conectar la arquitectura a la realidad, a la vida.

La casa se sitúa en la costa del lago de Alqueva, situado en la frontera entre Extremadura y el Alentejo portugués. Alqueva es el embalse más grande de Europa, y desde la inauguración de la presa en el año 2002, el lago es navegable y permite el desarrollo de todo tipo de actividades acuáticas. Todo ello ha convertido este enclave en un polo de atracción turística, además ha modificado el clima, la vegetación, la agricultura, y con todo ello la forma de vida de la región.

En medio de este paisaje se oculta esta casa semienterrada aprovechando la pendiente de la colina. Se trata de una construcción que busca pasar desapercibida y, al mismo tiempo, hacer frente a la inmensidad del lago. Su cubierta vegetal desdibuja los límites del edificio, tan solo las escaleras y los patios insinúan su presencia. Así el paisaje permanece inalterado.

Por otro lado, frente a la escala del paisaje el proyecto requiere de un lugar de recogimiento, de escala doméstica. Allí donde la casa emerge de la ladera, aparece un espacio exterior pero cubierto por una cúpula que es el centro de la vida de la casa, un espacio sombreado y abierto a las vistas del lago.

Tal y como explican sus autores, la planta de la casa formalizada en una cruz girada que surge de una contradicción. En el sur de Portugal, las casas suelen tener un patio que representa el lugar central de la vida, pero como en este caso se quería mirar a ese mar artificial que es Alqueva, aparece una casa patio que mira hacia fuera, y se convierte así en una forma en cruz. En la zona más abierta de ese esquema se colocan las zonas más públicas de la vivienda; mientras que los dormitorios, más introvertidos, se abren a patios circulares revestidos de piezas cerámicas blancas.

La forma nace de esa contradicción, de querer cerrar y abrir a la vez. De la mediación entre esa condición introspectiva y protectora del patio, y la condición extrovertida y expansiva de la vista bajo esa cúpula inacabada, cercana a una cúpula en ruina.

Efectos del tiempo

Cúpulas que surgen de la memoria intemporal, como las ruinas romanas de la Villa Adriana en Tívoli, o de la gruta de Tiberio, o del Templo de Diana, en Baiae. Todas estas piezas tienen además de su forma otra condición común, la de ser ruinas. Y en el fondo una ruina, en este caso de una cúpula, es mucho más interesante que su original, ya que incorpora los efectos del tiempo vivido. Su deterioro, o en este caso su geometría incompleta requiere ser completada por la imaginación. Mentalmente cada uno reconstruye su espacio ideal a partir de la imagen de esa ruina. Y en ese ejercicio de completar lo existente, de encontrar la utilización del arquetipo que evoca una memoria, el usuario hace la casa suya. La arquitectura se transforma en un juego, ya que en tanto inacabada, es el futuro, su habitante el que la irá completando.

En el fondo esta casa frente al paisaje del lago, construye un espacio, y con ello resume todas las casas, ya que como decía Bruno Zevi, el espacio es el protagonista de la arquitectura. La pintura actúa en dos dimensiones, aunque pueda sugerir tres o incluso cuatro al incorporar el tiempo cubista. La escultura actúa en tres dimensiones, pero el ser humano permanece al exterior, separado, mirándola desde fuera. La arquitectura, por el contrario, es como una gran escultura excavada, en cuyo interior el ser humano penetra y camina. Podríamos decir que esta casa de Monsaraz es un espacio excavado inacabado, que solo al ser habitado se completará, y que por el momento es una casa genérica, una posibilidad de ser cualquier casa, o incluso de ser todas las casas.