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Casi un millar de migrantes muertos en las rutas de acceso al Estado español

Caminando Fronteras ha cifrado en 978 los migrantes fallecidos en las rutas de acceso al Estado español en el primer semestre de 2022. De ellos, 938 han fallecido o desaparecido en el mar y otros 40 murieron en la valla de Melilla. Del total de víctimas, el 88% no han podido ser identificadas.

Rescate de migrantes, el pasado 2 de febrero en el Puerto de Gran Tarajal en Fuerteventura. (EUROPA PRESS)

En los seis primeros meses de 2022, 938 personas, «cada una con una historia, una comunidad, unos sueños», han fallecido tratando de alcanzar las costas españolas a través de sus cuatro rutas marítimas, la de Canarias, la de Argelia, la del mar de Alborán y la del Estrecho. Otras 40 murieron en la valla de Melilla. 118 de las víctimas eran mujeres y 41 de ellas, menores, según el informe presentado ayer por Caminando Fronteras, que denunció «la implementación de instrumentos de represión cada vez más mortíferos».

«No hay meses sin muertes. Pensarlo así da miedo. La frontera no da tregua, el riesgo está presente de forma permanente. Basta con moverse para que el derecho a la vida se ponga en jaque», resalta el colectivo. No obstante, enero y junio concentran la mayoría de muertes y desapariciones, 306 y 290, respectivamente.

«La ruta Atlántica sigue siendo la más mortífera. Sus características físicas, las embarcaciones demasiado endebles para el océano, las largas distancias, las relaciones políticas entre los países en la zona sujetos a intereses territoriales marítimos y terrestres hacen que sea complicada la colaboración para defender el derecho a la vida entre los países o que haya demoras en la activación de servicios de rescate», subraya el informe.

El 87,83% de las víctimas desaparecen en el mar, sin que sus cuerpos sean recuperados. En estos seis meses, 18 embarcaciones han desaparecido con todos sus ocupantes a bordo. Cuando eso ocurre, «conseguir un relato es mucho más difícil y supone una angustia más grande para las familias de las personas que comparten esa embarcación. No tienen la información de supervivientes que en muchas ocasiones es clave para que puedan hacer el duelo aunque no esté el cuerpo», destaca.

«Su origen –remarca la investigación– cuenta su historia migratoria y las causas por las que han sido expulsadas de sus territorios –conflictos, políticas extractivistas neocoloniales, empobrecimiento agravado por el cambio climático, la subida de precios y la falta de productos básicos de subsistencia, la falta de trabajo o violencias machistas y contra colectivos LGTBI+–. También nos permite analizar los trayectos migratorios y el impacto de las violencias que afrontan».