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Festival de Venecia, Día 1: Baumbach, Von Trier y sus universos de locura

La presidenta del jurado, la actriz Julianne Moore, firma autógrafos durante la inaguración. (Tiziana FABI | AFP)

Aunque llueva (y mucho), en Venecia no faltan los fuegos artificiales. Noah Baumbach ha abierto la Competición con ‘White Noise’, adaptación de la novela homónima de Don DeLillo. En ella, Adam Driver da vida a un excéntrico profesor de Estudios Hitlerianos, un padre común que se fascina y replica a partes iguales las formas magnificentes de su objeto de estudio.

Acompañado de su mujer (Greta Gerwig) y su familia, verá su vida trastabillarse ante una amenaza invisible, una nube de gas tóxico que se acerca a su hogar. La premisa puede coger por sorpresa a quienes hayan seguido la carrera del director de ‘Historia de un matrimonio’.

De hecho, ‘White Noise’ arranca con un monólogo de Don Cheadle sobre las bondades insospechadas del espectáculo vaciado de «todas esas emociones humanas complicadas». En su lugar, va construyéndose una sátira sobre una América que ya no cree en nada que no vea (Baumbach picotea entre el imaginario pandémico y los discursos de las fake news), un país donde las palabras han sustituido a las ideas y su mezcolanza ha ocupado el sitio de cualquier reflexión verdadera.

Casi cómplice, la película adopta la aguda verborrea propia del cineasta para amplificarla sin mesura, hasta convertirla en cháchara, en una concatenación de juegos de palabras sobre un absurdo de índole tarantiniana. Todo es muy confuso, excepto la carcasa reluciente del musical, eterno lugar para lo impostado y género del que se empapa un mundo que podría empezar a arder o a bailar en cualquier momento. Al final, el gran giro de Baumbach detrás de la acumulación de ‘ruido blanco’ que da título a su película, es caer (con más o menos gracia) en la conclusión de que esas «emociones humanas complicadas» siguen conduciendo con mano firme la narrativa más esperpéntica; solo hay que desentrañarlas.

Pretty Woman, negra y sin papeles

La seguía la segunda obra de Roberto De Paolis (‘Corazón puro’), ‘Princess’, una nueva lectura del arco de reinserción de ‘Pretty Woman’ (Garry Marshall, 1990). Sin embargo, hoy Julia Roberts es una prostituta, negra y sin papeles (Kevin Glory, víctima real de la trata de personas), una joven se prostituye en el bosque, porque la ciudad queda reservada a las blancas.

La verdad complejiza un relato que bebe directamente de la honesta acidez del cine de Sean Baker (‘The Florida Project’): Princess, la chica, antepone el dinero a todo, incluso a las buenas intenciones. Ello choca con la relación romántica que empieza a nacer con el humilde benefactor Corrado (Lino Musella), un personaje radicalmente positivo que se entrega en cuerpo y alma al bienestar de ella.

El amor surge, quizás, pero la aguda sinceridad de la película de De Paolis nos lleva a pensar qué pasará después del final feliz, cuando este hombre tenga que negociar con su propia masculinidad ante el poderío de la figura de ella. Sería un desenlace memorable para una obra que viene cortada al patrón del realismo social de los grandes festivales, sin llegar nunca a irritar.

Lars Von Trier se actualiza

Otro plato fuerte, junto con de la de Baumbach, ha llegado con el estreno de la tercera temporada de ‘The Kingdom’, la serie que Lars Von Trier lanzó hace 25 años y que se arropó en el éxito de la fórmula irreplicable de ‘Twin Peaks’ (David Lynch, 1990-2017). Pero si la de Lynch usaba su universo como mecanismo de propulsión hacia otra parte, ‘The Kingdom: Exodus’ opta por replicar, al detalle, todo lo que hizo destacar a la serie en su día.

No es solo que la imagen vuelva a teñirse de sepia, ni que sus personajes más memorables encuentren nuevos dobles: de Stig Helmer a Helmer Junior (Mikael Persbrandt) y de la señora Drusse a la sonámbula Karen (Bodil Jørgensen). Es que la misma estructura narrativa se duplica, con aquello que funcionaba y con lo que no, solo actualizándose (Von Trier toma partido, por ejemplo, del lado ‘polémico’ de temas de actualidad candente, ya sean el #MeToo o la cuestión de género).

El resultado es una serie que se absorbe y regurgita, que no convence ni lo pretende... Gustará de pensarla mejor cuando se estrene en Filmin.