El año que nos quitamos las máscaras
Un año más, el Festival Internacional de cine de San Sebastián repliega su alfombra roja y, seguramente, comienza ya a pensar en la siguiente edición. Este fue el año que nos quitamos las mascarillas, nos abrazamos efusivamente (o tímidamente) con los compañeros y compañeras de profesión y volvimos a debatir sobre la muerte del cine.
Curiosamente, de momento, sigue vivo, aunque no estoy segura de que esté coleando. Mientras las mujeres iraníes quemaban sus velos, en Donostia las mujeres del cine, reunidas por la asociación HEMEN, reclamaban su lugar como profesionales, juntas.
Esta edición ha habido grandes mujeres delante y detrás de las cámaras, en los pasillos de las salas, en los encuentros de prensa, en las labores de limpieza. A muchas las reconocemos, otras seguirán estando fuera del encuadre. Lugar que, por otra parte, es dónde habita la magia del cine.
En esa diversidad de modos de ser mujeres estaban las protagonistas de ‘My way out’, el documental de una de nuestras productoras más guerreras y experimentadas; Izaskun Arandia. En su largometraje registra la historia de un local londinense dónde cada cual es libre de ser lo que desee.
Precisamente, en ese desear, están los protagonistas de una de las películas más potentes que ha pasado por Donostia ‘Los reyes del mundo’, de la realizadora colombiana Laura Mora y que ha merecido el Premio Feroz Zinemaldia 2022. Este galardón distingue a la mejor película en competición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián a juicio de los miembros de la Asociación de Informadores Cinematográficos del Estado Español (AICE).
Este año, más que nunca, hemos podido comprobar que el cine que hacemos en Euskal Herria necesita una estrategia conjunta para poder continuar creando, para que el público sepa que existen nuestras películas y puedan verlas en pantalla grande. Se acaba Zinemaldia, pero los cines siguen abiertos, de momento, dependerá de nosotros.