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Interview
Claudio Fava
Escritor y periodista, autor de ‘Los silenciados’

«Frente a la dictadura o la mafia, está la resistencia civil, moral y cultural»

Claudio Fava (Catania, 1957) está en Euskal Herria para promocionar el libro ‘Los silenciados’ (Txalaparta), que narra una brutal historia de la represión en Argentina. Siciliano, ha tratado como periodista y escritor la cuestión de la mafia.

Claudio Fava, con su libro ‘Los silenciados’, en el Geltoki de Iruñea. (Iñigo URIZ | FOKU)

El libro cuenta una historia brutal, la muerte de todo un equipo de rugby menos un jugador por parte de los represores argentinos.

Es una de tantas historias tremendas que hay en la historia de Argentina. Lo más increíble es que era una de tantas historias olvidadas. Hay veces que las historias se olvidan por pudor. También el pudor de los que sobrevivieron. El hecho de ser el único que tuvo la oportunidad de sobrevivir es algo que te afecta. Encontré esta historia hace diez o doce años, trabajando como periodista. Me parecía que tenía el deber de contar esta historia, pero no haciendo un reportaje periodístico o un documento, sino utilizarla como inspiración para una novela que tiene unos segmentos de realidad y elementos de invención narrativa.

¿La intención era llegar a un público más amplio, más allá de los círculos memorialistas?

Sí. Sobre todo lo que me gustaba era la normalidad de estas vidas, de estos muchachos que jugaban a rugby y que no se dieron cuenta, como muchos en la Argentina de principios de la dictadura, de qué estaba pasando en su país. Es lo que pasa cuando te entregan el cuerpo de uno de tus amigos, al que han matado, con las manos atados. ¿Qué pasa?, me pregunté. ¿Qué pasa en la cabeza de un muchacho que cree que la vida es un campo de rugby? No quieren ser héroes, pero la vida llegó y les entregó esta posición. Deciden hacer la única cosa que podían hacer, que es jugar el partido. Pero deciden hacer un minuto de silencio. Ese minuto se convierte en dos, tres, diez minutos de silencio. Todo el público se queda parado en silencio. Para los efectivos paramilitares que habían matado a este muchacho vieron una provocación y decidieron hacer algo, porque no lo podían aceptar. Empieza un enfrentamiento desigual entre, por un lado, militares y paramilitares en un régimen en el que se puede hacer de todo con una impunidad total, y esos muchachos, que solo pueden hacer una cosa, jugar, seguir jugando y terminar su campeonato. Otro cosa importante es cuando esos jóvenes se han dado cuenta de que van a morir todos. Alguien les dice que pueden salvarse yendo a Francia, pero realizan una votación con pedacitos de papel y todos deciden quedarse. Entre estos dos momentos, se desarrolla este cuento, esta novela, con la que he querido entrar en la normalidad de estas vidas para entender qué pasa cuando te involucras en una guerra que no quieres. Es algo que ha pasado en la historia. Pasó en mi país cuando estalló la guerra civil en 1943. Estudiantes de veinte años decidieron, de un día a otro, tomar un fusil e ir a combatir a las montañas. Ha pasado en mi región, en la batalla contra la mafia. Te encuentras una guerra que no quieres pero estás dentro de ella. Cambia tu vida, tu manera de enfrentarte a estos cambios. También he querido mostrar las similitudes entre mafia y dictadura. Y que existe la resistencia civil, no heroica sino moral, cultural. La mafia y la dictadura tienen muchas cosas similares, no solo la violencia. La ley de la mentira, de la impunidad, la falta de lealtad. La historia de estos jóvenes es también la historia de una generación de sicilianos que encontraron la mafia en su casa y tuvieron que tomar una decisión. Qué hacer, cómo resistir. Casi siempre con instrumentos normales, con el compromiso social.

En esta obra se percibe el poder del deporte. Tanto en la resistencia de los jugadores de rugby como en la utilización de la dictadura del Mundial de fútbol de 1978.

La dictadura quería demostrar que era un país tranquilo, que todo estaba limpio. Se podia ver el orden. Querían mostrar que eran fuertes y que no tenían nada que esconder. Uno de los jóvenes que fueron detenidos en la ESMA me contó que el día de la victoria de la Argentina en el Mundial, los sacaron fuera. Les pusieron en un par de coches y les llevaron a ver qué estaba pasando en Buenos Aires. «Esto es lo que pasa y tú vas a morir, sin revolución», les decían. «La gente es feliz porque ganamos el campeonato y ustedes no le importan a nadie». Fue una cosa muy cruel, muy fuerte. Por otro lado, tenemos el deporte como medio de educación humana, moral. Son un equipo de rugby que prioriza la lealtad frente al adversario, la necesidad de ser una comunidad, de jugar juntos. Si fracaso uno, fracasan todos. Son virtudes contrarias a lo que es una dictadura. Era el enfrentamiento entre dos modelos culturales, no solamente políticos. El deporte ha sido siempre un lugar de verdad.

En la obra se percibe la escasa calidad humana de los represores, que aparecen movidos por venganzas personales.

Tienes que tener dentro de ti una miseria humana para actuar de esta manera. Sin esa miseria, no hay reflexión política que te pueda llevar a hacer lo que hicieron. Hay algo que te mancha el alma. Hay muchos que después siguen a la masa, pero los que encabezan esta manera de llevar violencia y muerte tienen algo profundamente equivocado. Esto pasaba en la dictadura, pasaba en las cosas que yo he conocido. Son diferentes. No quiero decir que nosotros somos mejores, pero hay una diferencia, hay algo que se rompió.

Para escribir la obra, conoció al superviviente de la historia, Raúl Barandiaran, de origen vasco. ¿Cómo fue ese encuentro?

Tiene mi edad. Es arquitecto. Todavía le gusta el rugby y frecuentar la cancha en el mismo club deportivo en el que jugaba. Si hablas con él, te parece un hombre resuelto. Pasaron cuarenta y pico años. Pero sientes que hay algo que se rompió. No es solamente el testimonio de la violencia. El hecho de que tú seas el único que quedó vivo y otros cerca de ti mueren hace que empiece una temporada de preguntas. No se puede escapar de esas preguntas. Son preguntas que no tienen sentido, pero son preguntos. Primo Levi se mató después de veinte años de Auschwitz. Escribió uno de los libros más dramáticos, más fuertes. Son cosas que se quedan en un lugar de tu alma. Tiene la lucidez de hablar de todo eso como si fuera algo que le sucedió a otras personas en otro tiempo. Pero nada es como antes. Sobre todo en una historia como esta. Tienes la memoria de los que vivían contigo y ya no están.

La mafia ha cambiado de estrategia. No busca un enfrentamiento directo con el Estado. Es una mafia 2.0 que no renuncia a ser una estructura de poder

Ha comparado la situación de la dictadura con la de la mafia. Ha escrito mucho sobre la mafia desde hace muchos años. ¿Cómo está ahora la situación?

Ha cambiado la estrategia de la mafia. Quieren bajar el nivel de enfrentamiento para no causar reacciones excesivas por parte del Estado o de la opinión pública. Pero la mafia es una organización de poder. No es solo un poder militar. Es también, y sobre todo, poder económico y financiero. Este postulado se queda. Cambian las personas, la modalidad, pero no es grupo de criminales, es un grupo de poder. El poder tiene la posibilidad de corromper, de situarse dentro del marco institucional, económico y financiero. Este es un problema que Italia tiene ahora de una forma menos visible, menos aparatosa, que hace 25 años. Pero sigue estando. Porque la mafia tiene la necesidad de involucrarse en los ámbitos económicos y políticos para lavar dinero, invertir en actividades económicas. No puede renunciar a eso, porque si lo hace renunciar a ser una estructura de poder. La capacidad de la mafia de mantenerse hasta ahora con gran capacidad de interferencia económica y política es porque no ha sido nunca solo un sujeto criminal. Pero, han aprendido a actuar de una manera más suave, más política, más inteligente. La mafia de antes, la de Escobar, la del cártel de Medellín, derribaba aviones y buscaba el enfrentamiento directo con el Estado. Ahora, tenemos una mafia 2.0, que sabe invertir dónde tu mirada no llega, sabe utilizar un circuito de personas o empresas totalmente limpias, transparentes. Han cambiado las reglas del juego, pero sigue siendo una amenaza muy fuerte para el sentido democrático del país.

Al mismo tiempo, se ha producido también una internacionalización de sus actividades, saltando de Italia a otros países.

Está en España. Cuando hay que buscar inversiones, el turismo en España es interesante. En Alemania, por ejemplo, no tienen los instrumentos de control que existen en Italia. Muchas familias para alejarse de guerras y enfrentamientos criminales, para tener mercados más tranquilos para sus inversiones buscan nuevos escenarios. No tienen que presentar pasaportes en la frontera. El asunto principal es el dinero. Y si se puede producir ese dinero en Santorini o en Palma de Mallorca no supone un problema geográfico o ideológico.

Meloni no es Le Pen. Es una derecha muy pragmática. Era más peligrosa la de Berlusconi, que se consideraba dueña del país

Tengo que preguntarle por la situación política en Italia tras la victoria electoral de la ultraderechista Georgia Meloni. ¿Es un proceso que ya viene de largo?

Es un proceso muy antiguo. Hay falta de capacidad y de credibilidad política de la izquierda. Hay un país muy débil, en el sentido que hay marginalidad social, miedos, pobreza. Todo ello produce respuestas muy a corto plazo, muy emotivas. La derecha tiene argumentos para agarrar estas preguntas. Pero no estoy de acuerdo con quienes dicen que va a volver el fascismo. Meloni no es Le Pen. Es otra generación. Es una derecha muy pragmática. Era más peligrosa la derecha con un jefe como Silvio Berlusconi. Era una derecha propietaria, dueña, donde tenían abogados, consultores financieros, y se consideraban los dueños del país. Las leyes tenían que garantizar sus intereses privados. Prefiero una derecha política, ideológica, a la que se puede enfrentar en el marco de la política. Era más peligrosa una derecha que tenía muy poco de ideológica y mucho de interés y de privilegio. Eso se acabó.

Ha comentado que existe una incapacidad de la izquierda italiana. ¿Cómo se puede superar esa carencia?

El Partido Democrática ha estado el Gobierno muchos años, recientemente. Faltaron respuestas, faltaron reformas. La gente te pide cuentas, te pregunta por qué tu gobierno es mantener tu cuota de poder y no afrontar la necesidad de una reforma profunda del Estado. Hay que reformar estos partidos, desde abajo, hay que buscar un lenguaje diferente. El lenguaje de la política en Italia se alejó de la vida real. Hay que hacer una inversión en una generación que tiene veinte años menos que nosotros. Hay que hacer cosas que nunca se hicieron, porque los partidos en Italia se convertieron en algo parecido a satrapías. Y esto es grave especialmente para los partidos de izquierda. Solo buscan la supervivencia de un sector o una dirigencia política. Frente a ello, están las respuestas fáciles que esta derecha ofrecía: vamos a bajar los impuestos, el recibo de la luz, vamos a terminar con la inmigración porque necesitamos tener un enemigo. Es una mentira, pero es una mentira que llega fácilmente. Frente a esto, había muy poco. Gobiernos muy técnicos, muy prudentes. No es que los italianos se hayan despertado fascistas. Hay un voto de cansancio, de desesperación, de protesta que ha ido a Meloni, que es una mujer de cuarenta y pico años. Es la primera mujer que va a gobernar el país y tiene capacidad dialéctica y política. Muchos italianos, también de izquierda, la ven como ellos, cercana. No es Trump. Ni Berlusconi.