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Emprender a pesar del antigitanismo

Los ‘Encuentros pedagógicos y feministas con mujeres gitanas emprendedoras’ organizados por la asociación Kera han puesto de manifiesto las dificultades que tienen las mujeres gitanas para emprender y visibilizado a las que lo han logrado a pesar de todo.

‘Encuentros pedagógicos y feministas con mujeres gitanas emprendedoras’ organizados por Kera. (Oskar MATXIN | FOKU)

Ni el patriarcado, ni el racismo antigitano, ambas estructuras de violencia y discriminación históricas, han logrado paralizar a las mujeres gitanas que se han reunido este jueves en Bilbo durante la primera jornada de los ‘Encuentros pedagógicos y feministas con mujeres gitanas emprendedoras’ organizadas por la asociación Kera. A las puertas del Día Internacional de la Mujer Gitana (el 8 de octubre), varias mujeres de distintas generaciones han tratado de visibilizar a gitanas emprendedoras de diversos ámbitos, con el objetivo de que sirvan de referencia y empoderen a otras a «pasar a la acción», como ha destacado Palmira Dual, una de las organizadoras del evento.

Pero no es tan sencillo. Por eso, la jornada en Bilbo se ha dividido en dos partes, la primera, con un bloque de ponencias que ha analizado las dificultades que las mujeres gitanas tienen que enfrentar para poder acceder a un trabajo remunerado, a emprender. Dual ha mencionado algunas: «Brecha de género, dificultades para conciliar la familia y el trabajo, falta de ahorros para acceder a la financiación, síndrome de la impostora, falta de apoyo, poca formación o falta de referentes». «A todo esto hay que sumarle el hecho de ser gitanas», ha añadido. La segunda parte de la jornada ha demostrado que aunque no sea sencillo emprender, se puede, a pesar de todo.

No es fácil

María García Mayo, madrileña de 22 años graduada en periodismo, ha arrancado con una batería de datos que confirman la precaria situación que vive el pueblo gitano en el Estado español: el 80% vive en exclusión social, el 46% vive en infraviviendas, se calcula que para erradicar la pobreza del conjunto de los gitanos y gitanas en el Estado harían falta 81,2 millones de euros, solo el 16% de las gitanas trabaja en el mercado remunerado y su esperanza de vida es diez años menor respecto a la población general. Sin embargo, García ha hecho hincapié en los cambios en positivo que está promoviendo el pueblo gitano: la tasa de personas sin estudios se ha reducido a la mitad (del 71% al 36%) en solamente diez años. «Este cambio nos da esperanza», ha afirmado.

Es ahí donde hay que actuar según García, en la educación. Ella ha estudiado el grado de periodismo para imponer su voz y la verdad sobre el pueblo gitano, porque «cuando hemos tenido voz la hemos tenido a través de los hombres o de las personas no gitanas», ha lamentado. Sin embargo, los medios de comunicación son un territorio hostil para las personas gitanas, pues a base de difundir estereotipos negativos son, a juicio de la madrileña, unos de los mayores responsables de la expansión del antigitanismo. «‘El clan’, ‘la reyerta’… son palabras que siempre aparecen en titulares sobre gitanos. La palabra gitano solo sale en titulares negativos. Lo que entre gitanos es una reyerta, para el resto son pequeñas peleas, encontronazos», ha apuntado.

María García durante su ponencia en las jornadas de Kera. (Oskar MATXIN/FOKU)

Pero el odio al pueblo gitano, según María García, es más sangrante aún en otros soportes comunicativos. En las redes sociales, por ejemplo, un usuario puede reivindicar el exterminio del pueblo gitano –«el racismo llega a todos los niveles», ha remarcado García–. En una tertulia televisiva se ha llegado a justificar que un hombre payo mate a un hombre gitano «porque le robó unas habas de su terreno», ha recordado. Ciertos realities televisivos, como ‘Palabra de gitano’ o ‘Gipsy Kings’, «jamás muestran una familia de gitanos diversa», ha criticado y, además, ha dicho, «se nos muestra como animales de zoo: mira qué graciosos son los gitanos, mira cómo bailan».

García ha hecho un paréntesis para señalar una incongruencia: al tiempo que los medios de comunicación lastran la vida de los gitanos y gitanas hasta el punto de pretender perpetuar su exclusión y venden publicaciones amarillistas y estereotipadas sobre ellos que la ciudadanía paya consume y reproduce, se les pide integrarse en ‘la sociedad’. Algo que a la graduada en periodismo no le interesa. «Se pretende que los gitanos tengamos que dejar de ser gitanos y que nos adaptemos al molde básico de la cultura no gitana para que se nos valore. Si en 600 años, con tres intentos de exterminio y varias persecuciones no hemos dejado de ser gitanas, no vamos a hacerlo ahora», ha sentenciado.

Pero se puede

La diseñadora de bisutería artesanal Sensi Montoya y la diseñadora de moda Yasmin Jiménez, madre e hija de Madrid, han sido las encargadas de demostrar ante una sala repleta de jóvenes que es posible emprender al contar sus experiencias.

Estas emprendedoras han relatado cómo empezaron el camino en el mundo de la moda. «Me gustaba hacer pendientes, collares, de todo, para mí misma. Después mi familia me empezó a pedir diferentes cosas para las bodas, empecé con gente cercana y hoy en día puedo decir que llevo 20 años trabajando y viviendo de esto. No he estudiado para esto, según voy haciendo voy aprendiendo», ha explicado Montoya.

Ha contado que durante años regento una tienda, pero tuvo que cerrar. «Por un tiempo me tuve que quedar en casa cuidando a los niños, pero yo soy una persona inquieta», ha dicho. Fue entonces cuando empezó a fabricar bisutería, partiendo de una idea: «Para los gitanos muchas veces es difícil encontrar una corona, un pendiente grande, o algo que queremos especialmente para las bodas. Entonces, me puse en el lugar de esa novia que está a punto de casarse, que tiene esa ilusión, y pensé: ¿Y si empiezo a hacerles la corona de sus sueños?»

Así fue como empezó, y hoy, ha destacado, tiene miles de seguidores en las redes sociales y dice que hace feliz a la gente, algo que para ella «es un regalo». Además, aunque orienta su diseño sobre todo a las personas gitanas, «lo que es un orgullo para mí», ha señalado, también tiene su público entre la población mayoritaria. «Al principio lo veían muy exagerado, muy cantoso, pero ya les va gustando», ha celebrado.

Jiménez empezó como diseñadora de moda hace tres años. «Desde pequeña la moda me apasiona y ahora me dedico a ello», ha destacado. Antes estudió cursos sobre corte, confección y patronaje, pero lo tuvo que dejar. «Por desgracia, tuve una profesora muy racista, sufrí un trato discriminatorio muy grave y me cortó las alas. Lo dejé y después hice un montón de trabajos, pero no me apasionaban», ha contado.

Se ha emocionado al recordar la pérdida de su abuelo en plena pandemia, su mayor referente, según ha dicho. Lo llamaban ‘patas’. «Él era un ‘gitanazo’, muy emprendedor, de la nada sacaba todo. Quería seguir sus pasos y cuando lo perdí pensé que tenía que hacer algo. Saqué mi primera colección de moda, que se llamaba Patas en honor a él. Era muy moderno, le encantaban los pantalones vaqueros. Siempre que había un evento, una boda, intentábamos ponerle lo mejor posible. Más tarde, saqué una colección de ropa vaquera lo más elegante posible pensada para vestir los eventos importantes», ha relatado Jiménez.

Ahora, madre e hija dicen formar «un tándem perfecto»: «Quien me pide a mí el vestido le pide a mi madre la bisutería».

Para cerrar la mesa, y en alusión a la discriminación que sufrió su hija por parte de una profesora, Sensi Montoya ha reflexionado sobre el antigitanismo: «Con todos los respetos, para mí el antigitanismo es una falta de cultura. Yo no puedo juzgar una persona por un colectivo, ni a un colectivo por lo que haga mal una persona. Animo a la gente que no conoce a los gitanos a que nos conozcan. Animo a que no juzguen. Yo puedo decir orgullosa que mi padre era guía de turismo, se sabía seis idiomas, tengo un tío médico, otro que tiene un taller mecánico propio… y somos todos gitanos. Y de verdad, animo a la gente a que nos conozca, porque hay mucho y bueno».