Desautomatizando la memoria para identificar sus abundantes sombras
«Oroitzapen itzalak/ Las sombras de la memoria», muestra artística expuesta en el bar Warhol de Gasteiz por el colectivo kulturBURU, provocará diversas y opuestas reacciones en el espectador. Es su objetivo. Propone una desautomatización, por supuesto, aplicable a la memoria.
«Es el espectador quien hace la obra de arte». Esa frase de Marcel Duchamp describe la gestación de una obra que desde el pasado jueves y hasta el 24 de diciembre expone el colectivo kulturBURU en el bar Warhol de Gasteiz. Su gestación y su sentido.
Hace ya varios meses, tras una exposición del pintor arabarra Michel Martínez Vela en el mismo bar, uno de los componentes de ese colectivo a la sazón inexistente, Patxi Mínguez, observó la pared donde se habían expuesto varios cuadros y en la que aún se veían algunos anclajes y cables colgando. Y su mirada de espectador, con la ayuda de la iluminación del local, descubrió otra exposición. Comentó su hallazgo con Javier Hernández Landazabal, quien también vio una recreación de la memoria de la exposición anterior, y hablaron sobre ello ahora también desde la visión del artista. En los días posteriores otros habituales del café se fueron sumando a la charla: Brenan Duarte, Yolanda Bilbao, Daniel Castillejo, Pedro Gorospe, Iñaki Gonzalez-Oribe, Alberto Mínguez y Txus Iparragirre, y la frase del dramaturgo August Strindberg que afirma que el artista «es aquel que pone la mirada allí donde los demás la retiran» completó la génesis de la exposición “Oroitzapenaren itzalak/ Las sombras de la memoria”.
Una vez retirados aquellos cables y anclajes, memoria de la exposición anterior, el grupo artístico tomó el relevo «en loable intento de corregir el pasado»; es decir, de conservar la memoria de una muestra que no fue. Sin embargo, precisamente porque no existió, carecía de algo fundamental en el arte: la intencionalidad, por lo que decidieron constituirse en grupo artístico para ser el autor que dotara de intencionalidad a la obra.
Extrañamiento
Durante varias reuniones fueron llenando de contenido aquella idea, y se centraron en una estrategia en principio literaria, el extrañamiento, un concepto de Víktor Shklovski, en el contexto del empeño de los formalistas rusos de acotar la obra literaria, consistente en hacer que un objeto o un suceso habitual resulte extraño a la vista del observador, y que, aplicado al arte, en palabras de los componentes de kulturBURU, «provoque una pequeña catarsis en el espectador, que no está acostumbrado a que le alteren su visión de la normalidad, y se plantee si su visión de la realidad está mediatizada por lo que le rodea: tradiciones, costumbres, normas, educación, por los poderes, incluso gobernantes, y tome conciencia de que habitualmente ve las cosas según le han enseñado a verlas».
Una vez lograda la representación de la memoria de una exposición anterior, pensaron que se le podía «sacar más punta», y decidieron abundar en la idea de la memoria.
Memoria llena de sombras
La exposición es una propuesta de desautomatización de la memoria más allá de aquella exposición que tuvo lugar meses atrás, o de la reconstrucción de sus restos, también recreados desde la memoria, pues habían sido retirados. Su nombre puede hacer referencia, y por tanto la hace si así lo interpreta el visitante, a las sombras que llenan la memoria en general y, «sobre todo», la memoria histórica.
La memoria, unida a la desautomatización, o la desautomatización de la memoria, cobra especial importancia a la hora de ver ciertos hechos de forma diferente a como los muestra la memoria oficial o establecida, de ahí la conveniencia, la necesidad de desautomatizarla. La necesidad de desautomatizar la percepción del arte y del mundo según los patrones preestablecidos e incluso impuestos. La obra habla de arte y a la postre habla de la necesidad de cambiar el mundo, nada sencillo, como reconocen los miembros de kulturBURU, pero también finalidad del arte.
La exposición consiste en serie de cables de nailon y anclajes de acero colgados e iluminados de modo que destaca su sombra. Cada artista ha titulado uno de esos objetos, muy similares, expresando desde un estado de ánimo hasta la evocación de técnicas pictóricas tradicionales, pero siempre abiertos a las diversas interpretaciones de los expectadores: “Oroitzapenaren uhinak”, “La sombra: entre la memoria y el olvido”, “Es la sombra de ayer?”, “Laberinto sombreado”, “Como una sombra que duda”, “Kulturmuro” y “Grisalla”.
Las primeras reacciones de los visitantes han ido desde quien se pregunta si se trata de una broma hasta quien ha percibido en la pared poesía visual. Los cables y los anclajes dejan de serlo para ser la representación de algo que los trasciende.
Un video editado por Brenan Duarte, macking of o cómo se hizo, en bucle durante la exposición, da fe «de que el proyecto no ha salido de una tarde tomando chupitos», sino que ha sido meditado y fruto de muchas reuniones.
Carácter pedagógico
En el tarjetón explicativo que se ofrece al espectador aparecen en letra cursiva los conceptos que pueden crear curiosidad, de modo que habrá quien decida profundizar en ellos.
La muestra pone el foco en el espectador, que en este caso no es el que acude a un museo a ver lo que espera ver, sino que es él quien tiene que definir y terminar la obra sobre la muestra que encuentra en el bar. Por eso cobra especial importancia también el espacio expositivo, como parte de la obra, toda vez que el lugar para ese tipo de obras, según los cánones, sería el museo. Precisamente frente al bar Warhol se encuentra el museo Artium, y la exposición, por otro lado, puede provocar en el espectador la curiosidad por saber qué encontrará en él y el deseo de visitarlo, aun en el caso de no haberle agradado la obra del Warhol.
En ese sentido, también pretenden cuestionar «la tradicional conformación de las exposiciones al uso», en tanto en cuanto adjudican al espectador un papel pasivo y no le enseñan a «mirar con nuevos ojos», en palabras de Marcel Proust; es decir, a desautomatizar la mirada.
Una exposición que se puede ver en el tiempo que tarda en templarse un café, o en enfriarse varias tazas, que puede llevar a reflexiones tanto artísticas como a otras que trascienden el arte, lo cual no deja de ser una de sus funciones. Habrá quien vea un ready-made u objeto encontrado y lo valore por su elevado o su escaso valor estético, y también quien salga con una nueva inquietud.
Parece motivada la posibilidad de que el colectivo artístico kulturBURU continúe facilitando «interpretaciones del mundo, que también es una de las funciones del arte», intentando «cambiar al espectador para cambiar el mundo», pero por el momento es algo que ellos mismos afirman desconocer.