El mejor equipo del mundo fuera de la FIFA: De fantasear a ejercer
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Un artículo de la prestigiosa revista "Forbes" sobre la selección vasca se ha tornado viral durante los últimos días. En el mismo, el periodista Henry Flynn, que cubre la información sobre los principales clubes de Liga, señala que el combinado de Euskal Herria «florecería prósperamente, pero que la FIFA y la UEFA todavía se oponen a ello». Miles de usuarios han reaccionado en redes, generando una gran interacción y conversación en torno al potencial del que dispondría la selección vasca en el contexto mundialista y, sobre todo, al deseo de social de disponer un elenco propio participando en las principales competiciones.
No es la primera vez que un medio internacional pone el foco en el tema, ya que en 2014, el portal norteamericano Bleacher Report publicó un reportaje en torno al elevado nivel con el que contaría la tricolor en caso de haber tomado parte en la copa del mundo que aquel año se disputó en Brasil. En 2020, la revista "Mundial Magazine", hizo lo propio mediante un hilo de Twitter elaborado por el periodista Natxo Torné. Poco después, la web galesa Nation Cymru difundió un reportaje recordando el amistoso que enfrentó a la selección vasca con los dragones hace 16 años en el antiguo San Mamés. Asimismo, en el ámbito académico, en la web academia.edu, se puede encontrar el trabajo de investigación de Jiri Zakravsky titulado «Small sporting events as sport diplomacy tool: The example of the friendly match between Basque Country women's national football team and Czech Republic». Un trabajo realizado basándose en el choque disputado entre ambas escuadras en noviembre de 2017 en Ipurua. Ante todo ello, las preguntas parecen más que pertinentes: ¿Dónde estaría el techo deportivo de la selección vasca en el Mundial? ¿Y qué impacto anímico, económico, nacional y social tendrían sus participaciones en los grandes torneos?
Probablemente, la selección vasca sea la mejor selección del mundo no reconocida por la FIFA, por encima de combinados como los de Bretaña, Catalunya, Córcega, Galiza o Kurdistán, por poner varios ejemplos. El potencial deportivo de un equipo que podría disponer, ahora mismo, en Qatar, de un elenco formado por Unai Simón, Kepa Arrizabalaga y Alex Remiro en la portería, con laterales como Aihen Muñoz, César Azpilicueta, Álvaro Odriozola o Yuri Berchiche, un nutrido grupo de centrales de primer nivel con David García, Iñigo Martínez, Aymeric Laporte, Yeray Álvarez o Igor Zubeldia, calidad y trabajo en la medular para Mikel Merino, Jon Moncayola, Mikel Vesga y Martin Zubimendi, el talento de Iker Muniain u Oihan Sancet en tres cuartos de cancha, acompañados por el desborde, profundidad y velocidad de Aimar Oroz, Ander Barrenetxea, Álex Berenguer, Kike Barja y Nico Williams, con Gorka Guruzeta, Iñaki Williams o Jon Karrikaburu en el área. Obviamente, sin olvidar al todavía lesionado Mikel Oyarzabal, una de las grandes referencias del fútbol vasco, y a otros futbolistas con acreditada capacidad como Ander Guevara, Aritz Elustondo, Unai García, Unai Núñez o Asier Villalibre, además de veteranos del nivel de Ander Herrera, Óscar de Marcos o Roberto Torres.
En el equipo femenino, asimismo, el talento es desbordante gracias a Ainhoa Moraza, Amaiur Sarriegi, Ane Azkona, Damaris Egurrola, Irene Paredes, Lucía García, Maite Oroz, Nahikari García, Nerea Eizagirre, Oihane Hernández u Oihane Valdezate, además otras las jóvenes y talentosas como Irene Oguiza, Jone Amezaga o Mirari Uria. Incluso, habría quién pondría sobre la mesa la posibilidad de cursar la invitación a hijos de vascos como Marco Asensio y Maitane López.
La capacidad deportiva está encima de la mesa, algo que se evidencia no únicamente en el fútbol, ya que podría extrapolarse a otras variedades como el balonmano, ciclismo, piragüismo o rugby, sin olvidar modalidades como el atletismo donde el que el zizurtarra Asier Martínez es el campeón de Europa en los 110 metros vallas, además de bronce a nivel mundial. Siendo una de las principales opciones vascas de medalla en los próximos Juegos Olímpicos que se celebrarán en París. No obstante, cualquier disciplina, individual o colectiva, con mayores o menores opciones de victoria, sería igualmente emocionante. Ante todo ello, parece obvio que al igual que ocurre con los grandes partidos y finales de nuestros equipos, no hay más que ver la audiencia de la final que disputaron Athletic y Real Sociedad en La Cartuja en plena pandemia, que la expectación social y mediática sería enorme.
La gente se pegaría a las pantallas para ver los partidos, los bares se llenarían de gente, se compraría más en los supermercados para elaborar un buen picoteo conjunto, se venderían más panes para hacer bocadillos, la gente subiría miles de stories preparándose o durante los encuentros, en las redes se debatiría fervientemente sobre las alineaciones o convocatorias, los memes o vídeos con los goles se compartirían inmediatamente por Whatsapp, los balcones se llenarían de ikurrinas, se venderían más periódicos en los quioscos –el ganar sienta igual de bien formato analógico o digital– después de cada triunfo, la agenda de las tertulias se establecería con debates sobre la elección de un himno más representativo como hicieron en Escocia, en los patios niños y niñas cambiarían cromos para conseguir a Iñaki Williams con la elástica verde y pedirían por internet la figurita de Aimar Oroz en la actualización, la compra de camisetas con el '7' de Amaiur o de Nico Williams se dispararía, los ayuntamientos tendrían pancartas de apoyo a los jugadores locales, mientras que las plazas se llenarían con triunfos y celebraciones colectivas.
Seguramente, para acompañar al fenómeno, el hit con las voces de Aiora Renteria, Gari, Gorka Urbizu, Izaro, Maren y Tom Lizarazu alcanzaría el número uno, sonaría en todas las radios y plataformas. Si la BBC cuenta con Alan Shearer, Alex Scott –bravísima con su brazalete «one love» en Qatar– Gary Lineker, Jurgen Klinsmann, Mauricio Pochettino o Rio Ferdinand, en Euskal Herria se podría replicar con Aintzane Encimas, Ainhoa Tirapu, Andoni Zubizarreta, Aritz Aduriz, Edouard Cisse –comentarista de Amazon Prime en la Ligue 1 y que manifestó su pesar por no haber podido jugar con la selección vasca–, Iñigo Vélez de Mendizabal, José Luis Mendilibar, Manu García, Mikel Aranburu, Markel Susaeta, Oier Sanjurjo, Peio Sarratia o Sophie Istillart. E incluso, quién sabe, Mikel San José podría emular a JJ Reddick y su podcast estrella en la NBA. Como canta Gatibu, que en Euskal Herria, llueve y se baila de la misma forma, a la selección se le seguiría en Azpeitia, Gasteiz, Iruñea, Santurtzi o Uztaritze. Resumiendo, el país se pararía y el desempeño de la selección serviría como herramienta de integración, participación y unión colectiva.
El foco internacional no pierde de vista el tema y a nivel local es sencillo fantasear con lo que podría ser y todavía no es. Soñar es gratis, pero los derechos están para ejercerse y la negociación es un arte para hacer posible lo imposible. Por lo que, después de lo sucedido en los últimos años con la renuncia al recurso e inacción ante las negativas de la UEFA y la FIFA, además de situar el tema en la agenda, no queda otra que insistir, persistir, ahondar en las vías abiertas en otros deportes y emprender nuevas alternativas en el fútbol. En cualquier caso, siempre enfocando la representación deportiva a nivel global como un ejercicio de expansión de la marca de país, refuerzo de la identidad y como proyección de un gran ejercicio de soft power.
El barco espera tripulantes que quieran remar, estén cansados de esperar, no quieran verse representados por intereses ajenos y sepan que no hay nada más satisfactorio que llega a un horizonte aparentemente imposible. Parafraseando al gallego Antón Reixa, entonces líder de Os Resentidos, en el temazo «Denok gara Malcolm X» de Negu Gorriak hace casi tres décadas: «¿Cando se xoga a pelota aquí?».