Cólera por los reclutas rusos muertos en un nuevo revés militar en Ucrania
Flores, plegarias y cólera. Los homenajes a los soldados rusos muertos en el ataque ucraniano más sangriento desde el inicio de la invasión coinciden con una ola de críticas tan inusual como el reconocimiento de bajas por parte del Kremlin. Putin, calla. Mientras, seguro, pergeña su venganza.
Cientos de personas participaron ayer en Samara en un homenaje, salva de tiros y rezo ortodoxo incluidos, en el homenaje a los soldados rusos muertos, muchos de ellos oriundos de esa ciudad del centro de Rusia, en el ataque ucraniano con misiles Himars (made in USA) contra la escuela 19 de la localidad minera de Makiivka, en la periferia de la ciudad de Donetsk (Donbass), y que albergaba a 600 reclutas movilizados recientemente por el Kremlin.
En el ataque murieron 63 soldados, según el Ministerio ruso de Defensa, que nunca hasta ahora había reconocido tantas bajas y que llevaba sin actualizar cifras desde setiembre, cuando su cada vez más vilipendiado titular, Sergei Shoigu, asumió 5.937 muertos desde el inicio de la invasión.
El Ejército ucraniano reivindicó 400 muertos y 300 heridos. 200 bajas mortales, según analistas rusos.
Sea como fuere, un alto número de bajas que fuentes de las autoridades prorrusas de Donetsk explica por el uso de los reclutas de sus móviles, lo que habría permitido su geolocalización (GPS) por la red de espionaje de telecomunicaciones de EEUU e incluso por los propios ucranianos, a través de torres de telefonía o incluso por su red de informantes al otro lado del frente.
El histórico excomandante del Donbass Igor Strelkov (su apellido real es Girkin) denunció que la escuela atacada abrigaba arsenales apenas camuflados y depósitos de munición cuya deflagración añadida provocó «centenares de muertos» y los cuerpos de varios de ellos salieron eyectados. Por lo que toca a la escuela, quedó totalmente arrasada.
Su voz no es la única. «Tras diez meses de guerra, es peligroso y criminal considerar al enemigo como un imbécil que no ve nada», denunció Andrey Medvedev, vicepresidente de la Asamblea Legislativa de Moscú, quien añadió que «pensando que las mujeres dan a luz a nuevos soldados, no solo no ganaremos sino que veremos perspectivas sombrías».
A nadie se le escapa que el hecho de que muchos muertos sean reclutas no voluntarios y profesionales puede abonar el descontento entre sus familias, las mismas a las que el presidente ruso, Vladimir Putin, pidió sacrificio en en su discurso de Año Nuevo.
Cada vez son más las voces, como las del exviceministro de Relaciones Exteriores Grigpry Karasin, y la del expresidente del Senado Sergei Mironov, que piden que rueden cabezaas por los fallos de contrainteligencia y de las defensas aéreas.
Entre las denuncias en las redes, que se mofaban del balance oficial de bajas (63) y exigían responsabilidades, destacó la pregunta del diputado comunista por Samara, Mijail Matveiev. «¿Se extraerán conclusiones? ¿Quién será castigado?». Hay ya quien apunta a las autoridades pro-rusas del Donbass y a los propios reclutas.
Represalia rusa y arsenal. Oportunamente, el Ministerio de «Defensa» ruso reivindicó ayer la destrucción de un arsenal del Ejército ucraniano en en la estación de trenes de Druzhkovka, también en la región de Donetsk, que albergaba dos sistemas de misiles Himars y la muerte de 90 soldados ucranianos. Kiev confirmó el ataque pero no las bajas mortales.