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Épico ejercicio de resistencia de la Real para arañar un punto en el Santiago Bernabéu

Los donostiarras, plagados de bajas, consiguen aguantar las oleadas madridistas con un titánico esfuerzo y un Remiro inconmensurable, e incluso han gozado de algunas ocasiones ante Courtois para meter el miedo a los madridistas (0-0).

Remiro vuela en un disparo madridista. El de Cascante ha sido un muro. (THOMAS COEX)

 

Ni las lesiones, ni el cansancio, ni otro sutil arbitraje de los clásicos en el Bernabéu –en el reparto de faltas y tarjetas–, ni el famoso miedo escénico… la Real ha firmado un agónico ejercicio de resistencia en el coliseo blanco para arañar un puntito –más bien puntazo– que sabe a gloria.

No hay que escribir ‘¡qué equipo!’, hay que escribir ‘¡qué plantilla!’ porque hoy por ejemplo se ha terminado con Zubeldia como improvisado lateral derecho y Olasagasti, Navarro, Illarramendi y Marín en el centro del campo, ninguno de los cuatro titulares, ya que Zubimendi se ha tenido que ubicar como defensa central. Con ocho bajas, han salido otros dieciséis gladiadores al césped, comandados por un Remiro espectacular bajo los palos.

La Real ha empezado muy bien, moviendo el balón con soltura, y ha podido adelantarse a los cinco minutos con un gran centro de Aihen que Sorloth, libre de marca en el área pequeña, no ha podido enviar a la red. El noruego, que buscaba marcar por sexto partido de Liga consecutivo, ya tuvo una parecida en Copa contra el Barcelona.

La segunda buena ocasión donostiarra ha llegado al cuarto de hora con un zurdazo de Illaramendi que se ha marchado ligeramente cruzado.

Entre medias, Vinicius ha disparado desviado después de dejar sentado a Zubeldia con un caño. Idéntica medicina ha probrado Aihen poco después. El brasileño es un auténtico dolor de cabeza debido a su habilidad en el regate.

Poco a poco el Madrid ha ido imponiendo su ley. A la Real le duraba cada vez menos el balón y ya no se acercaba a Courtois. El último cuarto de hora antes del descanso se le ha hecho largo, con disparos de Kroos, Benzama, Fede Valverde o Ceballos.

Los locales también disponían de ocasiones a balón parado, donde Le Normand se empleaba al filo del reglamento para controlar a Rudiger. Aunque el alemán podía haber visto una amarilla por soltar el codo en un salto. Por menos la vieron Le Normand y Zubeldia sin ir más lejos hace un par de semanas.

Con el tiempo cumplido, Remiro, criticado esta semana por el gol que le marcó Dembelé, ha salvado el empate tras una pérdida de Brais en el medio del campo. El gallego ha entregado el balón a Benzema, este ha asistido a Vinicius pero su disparo ha sido desviado por el meta navarro.

Avalancha merengue

El descanso era agua en el desierto, aunque por delante quedaban otros 45 minutos de sufrimiento. De hecho, Ceballos no ha tardado ni un minuto en probar suerte, Remiro ha vuelto a salvar ante Vinicius y Valverde ha exhibido su potencia pero no su puntería. Y no se había llegado al 50.

Imanol metía sangre joven en el campo, con Navarro y Marín por Oyarzabal y Brais. En el descanso Rico había sustituido a Aihen. Zubeldia salvaba providencial al cruzarse ante Rodrygo, el acoso era absoluto.

La Real ha dado señales de vida con una jugada que ha finalizado Kubo. Su disparo lo ha tenido que sacar Courtois con una gran parada. El muerto tenía pulso.

Como la Real llegaba con pocas bajas, Aritz Elustondo se ha hecho daño en una entrada sobre Camavinga. El lateral derecho ya era un solar, con las ausencias de Sola y Gorosabel, así que ha tenido que colocarse ahí ‘multiusos’ Zubeldia, con Zubimendi como central y el recién ingresado Olasagasti como mediocentro.

La situación adquiría tintes épicos, con Remiro sacando una mano estratosférica para salvar un balón picado de Vinicius. El brasileño se desesperaba ante el recital del de Cascante.

Y cuando parecía que podía llegar el último aluvión, lo cierto es que Imanol ha retocado el dibujo, colocando prácticamente una defensa de cinco, y en la recta final los nervios eran más por el marcador que por lo que se veía en el verde. Los donostiarras han terminado incluso teniendo algunas llegadas con peligro, aunque ya hubiera sido pedir demasiado.