Migrante y en situación de exclusión grave, el perfil del usuario de los comedores sociales
El comedor social Conde Aresti da todos los días cien comidas y 150 cenas a las personas más necesitadas de Bilbo. Es uno de los tres centros que hay en Bilbo, y en él trabaja Mustafa, que hasta hace cinco años dormía en la calle y era uno de los usuarios.
Entre 150 y 200 personas acuden a diario al centro Conde Aresti, en el barrio bilbaino de Zabala, a comer o cenar. Es uno de los tres comedores sociales de la capital vizcaina y lleva más de cien años en activo. Nació a principios del siglo XX a la sombra de la Residencia del mismo nombre, con el objetivo de «auxiliar a personas de la provincia de Bizkaia que carecen de los recursos necesarios».
Tras décadas de transformación adecuándose a las necesidades de cada época, actualmente el servicio está coordinado por el Servicio Municipal de Urgencias Sociales (SMUS) de Bilbo a través de una plataforma en la que están los tres comedores. Es subvencionado mayormente por el Ayuntamiento, y también recibe donaciones del banco de alimentos, del Ministerio de Agricultura y de algunas empresas. Su directora Elena Carton y los trabajadores Antton y Mustafa han hablado con NAIZ sobre la situación de las personas que acuden al comedor.
En las últimas décadas, Conde Aresti atiende a un perfil de usuario «concreto y bastante diferente al siglo anterior». Tal y como explican Antton y Mustafa, la mayoría son migrantes provenientes de países árabes, jóvenes, hombres y en una situación de «exclusión grave». Viven en la calle y algunas acuden a algún taller, estudio o trabajo temporal con el objetivo de mejorar sus condiciones vitales.
Es el SMUS quien determina la prestación alimentaria que recibe cada persona y por cuánto tiempo. Después son los trabajadores de Conde Aresti los que se ocupan del reparto de la comida y la atención a los usuarios. Normalmente sirven cien comidas y 150 cenas, aunque varía un poco según el día.
«La mayoría come en el comedor de aquí, pero hay personas que están en procesos de inserción laboral o van a talleres, y no pueden venir a comer. Estos recogen a la mañana la comida en tuppers», explica Antton. «Intentamos adaptarnos y responder a las necesidades de cada uno. A veces hay gente que viene a comer y cenar y otros solo una de las dos. Algunos comen y cenan en comedores diferentes...», añade Elena.
Recurso de «primera necesidad», pensado para que sea «temporal»
La directora señala que se trata de «un recurso de primera necesidad pensado para que sea temporal». «La idea es ser un apoyo para las personas y que al cabo de un tiempo salgan de este circuito. Cuando una persona lleva más de un año solemos decir que se ha cronificado», explica.
Tal y como detallan Antton y Mustafa, la mayoría de las personas solo está unos meses yendo al comedor, «aunque hay algunos que están años e incluso toda su vida». Pero que una persona este pocos meses yendo al mismo comedor no significa necesariamente que su situación haya mejorado. Según comentan, hay quienes están en Bilbo de forma temporal y tras unos meses continúan su viaje hacia Europa continental, o simplemente prueban mejor suerte en otras ciudades.
El invierno empeora considerablemente la situación de las personas sin hogar y, además de habilitar más plazas en los albergues municipales, el Ayuntamiento también ha pedido a los comedores que aumenten sus plazas. En Conde Aresti han notado más personas en invierno, aunque Antton señala que también se debe a que muchas personas tienen trabajos estacionales fuera de Bilbo, como la vendimia, así que cuando vuelve el invierno regresan a la villa.
Los trabajadores de este centro insisten en la necesidad de dar a estas personas una alimentación completa que contenga todos los nutrientes necesarios para poder llevar el día a día. «Muchos están en una situación límite, y aquí les garantizamos que, al menos, tengan una alimentación básica», señalan.
Mustafa, de usuario a trabajador
Mustafa ha conocido en sus propias carnes lo que es vivir una situación así. Tal y como ha contado a NAIZ, llegó a Bilbo hace ya mucho y estuvo en una situación extrema, «durmiendo en la calle y sin trabajo durante muchos años». Fue usuario de este comedor social y finalmente pudo mejorar su situación vital. Ahora lleva 5 años trabajando en el propio comedor.
Además de la labor que realiza cualquier trabajador en un centro de estos, Mustafa es una pieza clave ya que conoce el idioma árabe y facilita mucho la relación con los usuarios, porque algunos no dominan el castellano. Para Elena, Mustafa es «un ejemplo para todos, en especial para esas personas que están viviendo una situación extrema y luchan por salir adelante cada día».