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Acogimiento especializado, reparar el daño en un entorno familiar

Hace quince años, Gipuzkoa apostó por la acogida en familias especializadas de menores con problemas de conducta, adaptación o daños emocionales que residían en centros asistenciales. Un proyecto que ahora se ampliará al resto de herrialdes de la CAV y a Nafarroa, que recibirán fondos europeos.

Alberto Rodríguez, director del Programa de Acogimiento Familiar Especializado dependiente de la Diputación de Gipuzkoa, junto a Sonia Archeli, madre de familia de acogida especializada. (Maialen ANDRES | FOKU)

El acogimiento familiar especializado es una realidad en Gipuzkoa desde el año 2007. Desde entonces, 103 niños y niñas con problemas de conducta, adaptación, daño emocional, discapacidad o problemas de salud especiales o de riesgo han sido atendidos en este programa. En la actualidad, 19 menores están en familias de acogida especializadas, mientras que 58 siguen esperando una. De ellos, 9 tienen entre 0 y 6 años; 36, entre 7 y 12 años; y 13, más de 13 años. La mayoría lleva un año de espera. La Diputación espera conseguir diez familias especializadas nuevas.

Uno de los requisitos es que al menos uno de los miembros de la unidad familiar tenga «cualificación, experiencia y formación específica», por ejemplo, una diplomatura, licenciatura o grado en Educación Social, Magisterio, Enfermería, Medicina, Pedagogía, Psicopedagogía, Psicología, Sociología o Antropología Social y Cultural, o, en su defecto, otros grados formativos no universitarios o titulaciones relacionadas con el ámbito sanitario o socio-educativo.

«Hace quince años apostamos por poner en marcha este programa, porque el acogimiento familiar voluntario no podía atender a muchos niños y niñas que estaban en centros asistenciales y que presentaban necesidades especiales, problemas de conducta o adaptación... Hicimos un análisis de los perfiles y con ello fuimos diseñando este modelo. Fue una apuesta innovadora y desconocida», explica a NAIZ Alberto Rodríguez, sicólogo y director del Programa de Acogimiento Familiar Especializado.

«La pregunta es cómo puedo ayudar a un niño o niña de 12 años que no puede estudiar, que está completamente bloqueado y casi no expresa lo que siente o ni siquiera sabe identificarlo ¿Por dónde empezamos? Porque a veces no son capaces ni de identificar las emociones. Es un trabajo minucioso. El objetivo es reparar cosas que no se pudieron construir cuando estaban en situaciones de maltrato o negligencia», afirma.

«Detrás de un problema de conducta hay sufrimiento y detrás de ese sufrimiento, tristeza. Son niños que se han acostumbrado a llorar solos y cuando lloras solo, la tristeza no se calma, por contra aflora el enfado. Tenemos que lograr que aprendan a confiar en las familias de acogida, a calmarse, a identificar sus emociones… Se trata de reparar los daños que han sufrido en un entorno familiar y con apoyos terapéuticos. Contamos con la suerte de que estas familias de acogida están volcadas en estos niños. No buscamos una dedicación exclusiva, pero sí absoluta para que las necesidades del menor sean garantizadas», añade.

«Como he dicho es un trabajo minucioso y ordenado. La familia pone todo su esfuerzo en el día a día con el acompañamiento de un equipo técnico que le va orientando continuamente con visitas periódicas al domicilio. Como ocurre con los acogimientos voluntarios, es imprescindible que todos los miembros de la unidad familiar estén de acuerdo y más si cabe en esta modalidad, porque se trata de reparar un daño», incide Rodríguez.

La experiencia de Sonia Archeli

Con formación en Trabajo Social, su marido, Pedro Pérez, y sus dos hijas menores acogen en estos momentos a un niño de 9 años. Pero en los últimos trece años, por su domicilio han pasado once menores tutelados. Sonia Archeli afirma que desde que se sumó al programa hasta la fecha «ha habido una evolución importante, sobre todo a la hora de intervenir. Es cierto que antes había un seguimiento, pero se quedaba un poco corto a la hora de poder tener herramientas para trabajar en casa. Las familias contamos con un equipo técnico muy formado que nos aporta muchas herramientas para trabajar en el día a día. En su mayoría hablamos de estrategias sencillas como juegos, películas, libros o hasta en un momento dar un fuerte grito para atraer la atención del niño en un momento de crisis, por ejemplo».

«Saber que si en un momento dado me surge una crisis o una situación compleja que no sé cómo afrontar, puedo llamarles las 24 horas nos aporta tranquilidad. Entre todos valoramos la situación y vemos cuál es la mejor manera de intervenir en función de las necesidades del momento y de cada niño. Es un trabajo totalmente individualizado», asegura.

Preguntada por qué eligió el modelo de acogimiento especializado, Archeli recuerda que primero se plantearon el acogimiento voluntario, «pero de repente llegó a mis manos una noticia sobre este programa, que en ese momento llevaba algo más de un año en marcha, y decidí informarme. Me animé porque como profesional creo que es la mejor opción. Por una parte, se les ofrece un espacio terapéutico y una atención dirigida a sus necesidades y, por otra, la posibilidad de trabajar el daño que traen en un entorno familiar y de seguridad que proporciona a estos niños otras cosas que los centros residenciales no pueden. Para mí, conjugaba muy bien la parte emocional y familiar con la profesional. Estos niños y niñas necesitan una crianza terapéutica, no al uso», sostiene.

«Primero necesitamos que el niño o niña aprenda a calmarse físicamente. A ello pueden contribuir las actividades de ocio, el descanso nocturno, el tipo de alimentación –no es lo mismo comer un bollo blando o un fuet duro que activa la mandíbula y, por ende, disminuye la ansiedad–. Les enseñamos a identificar dónde sienten tristeza, miedo… Al niño que tiene ahora en acogida Sonia le tuvimos que ayudar a identificar si eso que sentía era enfado o tristeza», agrega Rodríguez.

«A primera vista piensas que está enfadado. Pero no es así. Lo que de verdad esconde ese gesto de enfado es un profundo sentimiento de tristeza. Cuando consigues que aflore, el niño se te rompe literalmente y tú, como adulta, tienes que tener las herramientas para recogerlo y acompañarlo», remarca Archeli.

La experiencia les ha demostrado a ambos que es preferible fijarse metas realizables: «Sobre el papel puedes hacer una lista ambiciosa, porque lo aguanta todo, pero en la práctica hay que establecerse uno o dos objetivos para todo el año; por ejemplo, que sea capaz de darse cuenta de si está nervioso o de que pueda expresar tristeza».

Comunidad educativa, otro pilar

La reparación del daño también pasa por las aulas. Por ello, la Diputación de Gipuzkoa ofrece a los centros educativos donde están estos menores la posibilidad de recibir formación gratuita para que «podamos trabajar en sintonía. Es importante que el profesorado entienda el comportamiento de estos niños, qué implica un trauma; qué es la disociación, es decir, cómo nos desconectamos de lo que sentimos para no sufrir; qué es la desregulación, o sea, los altibajos tan fuertes que experimentan y cómo los pueden manejar en clase. Necesitamos que todo el profesorado que tiene contacto directo con un niño o niña del programa pueda participar en esta formación en la que les explicamos que los niños que han sufrido un trauma ven la vida en blanco o negro; me quieres o no me quieres. Si el niño no siente que en el cole hay alguien que le entiende, se va a enfrentar. Necesitamos personas que le digan, ‘entiendo por lo que estás pasando, vamos a tranquilizarnos’. Los centros que han recibido esta formación la han agradecido», manifiesta Rodríguez.

Archeli ha tenido dos experiencias completamente diferentes: «Dar con un tutor que entienda mínimamente los procesos por los que el niño ha pasado y en qué momento está, te da tranquilidad. Personalmente he tenido dos menores en acogida en edad escolar. Con una de ellas tuve muchas complicaciones; el tutor no entendía ni las conductas de la niña, ni su background o que no fuera capaz de sumar a su edad. Son niños que pasan por muchos altibajos y cuando están en un momento muy difícil, en lo último que piensan es en sumar; están metidos en su cápsula. El mismo centro, años después, tuvo una actitud totalmente diferente con otro menor en acogimiento. Entendió que la evolución de ese niño era distinta a la del resto. Sé que no son los únicos con dificultades, pero la comunidad educativa debe de hacer una reflexión».

Cooperación con sus familias

Todo este proceso se realiza junto a la familia biológica. «Si están en acogimiento es porque de alguna manera esos padres biológicos son importantes para ese menor. Ellos necesitan saber cómo están sus hijos y deben dar su consentimiento para el acogimiento. Este paso es muy importante para evitar que ese menor viva un conflicto de lealtades. No siempre se consigue esta colaboración, pero lo intentamos en el 100% de los casos», explica Rodríguez.

«Es importante que el niño vea que en el mismo espacio podemos convivir su familia biológica y la de acogida, y que no se sienta culpable por llamarnos ‘aita’ y ‘ama’. En nuestro caso, sus padres biológicos nos conocen a todos, a mí, a mis hijas y a mi marido», comenta Archeli.

Ambos realizan un balance positivo del programa. «A nivel personal, ha sido una experiencia muy positiva porque ves cómo niños que llegan a tu casa con ciertas conductas, unas emociones encapsuladas y mucho daño, van creciendo y se les va cambiando hasta la mirada. En el plano profesional, me da una perspectiva de trabajo totalmente diferente, me da una visión integral de la persona. En lo familiar también nos ha aportado mucho. Ponerle voz y rostro a esta realidad es importante para que la sociedad siga evolucionando. Ahora que se habla tanto de salud mental, diría que invertir en la niñez es invertir en sociedades futuras sanas y más inclusivas. Estoy convencida de que interviniendo de esta manera con niños y niñas que sufren un trauma temprano, podemos conseguir que sean adultos con una salud emocional mucho más sana», concluye Archeli.

Rodríguez, por su parte, mira con «orgullo el trabajo realizado en estos 15 años. Es un modelo estable en el que podemos evaluar los resultados». E invita a cualquier interesado a ponerse en contacto con los responsables del programa a través del teléfono 943 544497 o pafe@agintzari.eus.

El 14 de febrero, el Ministerio español de Derechos Sociales y Agenda 2030 anunció que tanto la CAV como Nafarroa recibirán, junto a Catalunya y Madrid, fondos europeos para desarrollar proyectos de acogimiento en familias especializadas tomando como referente el de Gipuzkoa.