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Interview
Ekaitz Cancela
Periodista e investigador, autor de ‘Utopías digitales’

«Las redes llevan la lógica de mercado a todos los ámbitos de la vida»

Ekaitz Cancela es un periodista especializado en analizar las transformaciones del capitalismo. Su tercer libro, ‘Utopías digitales’, está publicado por Verso. Previamente, se editaron ‘Despertar del sueño tecnológico’ (Akal, 2019), y ‘El TTIP y sus efectos colaterales’ (Martínez Roca, 2016).

gara-2023-03-25-Entrevista (GARA)

Su libro, pese a ese peso teórico, ofrece muchas respuestas concretas. Dónde se ubican los centros de datos, de quién son, incluso cuánta energía consumen. Uno de esos enormes cables que cruzan el Océano para transmitir datos se encuentra bien cerca.

Sí, en Sopelana.

Y sin embargo, semejante infraestructura resulta prácticamente desconocida.

Es loquísimo. El cable tiene entrada por el País Vasco porque Asturias y Galicia no tienen economías como las que ha implementado el PNV aquí, donde van tantos subsidios a lo digital. Trajeron el cable porque hay importantes empresas tecnológicas; empresas que luego ves que a la gente a la que contratan para los centros de datos viene de puertas giratorias, de otros territorios o por clientelismos. Lo digital, según asoma por la cuesta, ya trae puertas giratorias y corrupción.

Cuando analiza la función de esos cables uniformizando, colonizando, exportando el capitalismo... vienen a la mente las calzadas romanas y el papel que jugaron para exportar aquella civilización. El capitalismo tecnológico, hoy, sigue necesitando estas grandes infraestructuras. 

La gente cree que todo es inmaterial, que este es un mundo virtual al que, de alguna forma, no puedes llevar el capital o la lucha de clases. Pero,  si lo estudias bien, caes en la cuenta del papel que jugaron las calzadas, o más tarde el telégrafo o las redes de telefonía móvil, para llegar adonde estamos. Es al construir esas infraestructuras donde aparecen las prácticas imperiales, cuando se adapta la forma de comunicar física al imperio digital. Ahí vemos que los centros de datos se convierten, como decía Ursula von der Leyen, en la gran infraestructura tecnológica del siglo XXI, equiparables a los oleoductos. Tienes un ejemplo de producto que es el Nord Stream y por qué lo hicieron estallar. Y si esto estalla por la guerra de Ucrania y tienes en cuenta que se da otra batalla en los medios de comunicación, aparece la cuestión de la ciberseguridad. Sin cables que lleven esos datos o sin los centros de datos no existiría la batalla por la ciberseguridad. Esta batalla se puede dar en ordenadores, pero también se pueden crear conflictos geopolíticos o geotecnológicos de primer orden, como en Sopelana.

«Si la izquierda no vuelve a politizar la lucha por la inteligencia artificial, a la época de ChatGPT y de todas las nuevas tecnologías que están surgiendo, no puedes dar la batalla»

 

 

En su libro, cita a Lenin cuando afirma que el capitalismo había desarrollado algunos de los instrumentos más formidables que tenía el ser humano y que el socialismo debía aprender a usarlos. Visto así, choca que la izquierda no sea capaz de apropiarse de las nuevas tecnologías o conceptualizarlas.

La izquierda no ha sabido politizar las infraestructuras del siglo XXI. En muchos casos, porque no hay izquierdas contemporáneas que analicen correctamente el capital. O porque las que se muestran como contemporáneas están en debates marxistas de hace dos siglos sin actualizar. Cuando te paras a entender cómo se expresa el capitalismo y cómo se interconecta con lo tecnológico, observas que hay dos grandes lecciones para la izquierda: tiene que abrazar la soberanía tecnológica y esta tiene que estar dentro de sus luchas de liberación nacional o autodeterminación. Es lo que proponían los movimientos antisistema en Francia en el siglo pasado: cómo articular los canales tecnológicos para  crear movimientos antisistémicos que puedan superar el capitalismo.

Recuperar infraestructuras tecnológicas es recuperar infraestructuras necesarias para la vida pública como lo es recuperar educaciones digitales, transportes y movilidades inteligentes. Luchar por estas infraestructuras puede luego convertirse en una pendiente resbaladiza para desbloquear otras infraestructuras. El caso de Euskaltel, por ejemplo, es un caso evidente de que en la izquierda –salvo gente de Iratzar que sí lo politizó– no hemos tenido debates sobre cómo era la sociedad digital desde la época de las privatizaciones. La izquierda ha dejado de debatir desde que se privatiza Telefónica. Si no vuelves a actualizar estas luchas a la época de la inteligencia artificial, de ChatGPT, de las nuevas tecnologías que están surgiendo, no puedes dar la batalla. 

El comunismo se caracteriza por la planificación de la economía y, en parte, fracasa por no planificar bien. ¿Estas nuevas herramientas pueden hacer que esto cambie?

En el libro trato de salir un poco del paradigma de Estado-mercado. El comunismo hoy tiene que encontrar espacios más autónomos que se dan en la cultura y en la sociedad. Muchas veces el comunismo se queda en el marxismo leninismo. Critica la socialdemocracia, pero no ha sabido actualizar el socialismo del siglo XXI. Hay marxistas creativos que te están diciendo que hay en el proletariado algo distinto al planificar, al centralizar. Que hay algo que puede existir fuera de eso, como la creatividad. En el libro hablo mucho de la creatividad del sujeto proletario, pues es muy  creativo cuando se quita de las ataduras al capital. La creatividad es un concepto central para entender el comunismo y el socialismo, y permite pensar fuera meramente de la planificación. Yo hablo de modernizar, de gestionar, que es lo que se hizo en Chile, el socialismo cibernético, donde los ingenieros se pusieron a trabajar con los trabajadores. Ahí había algo más que planificar. 

Uno de los avances tecnológicos que vertebran el capitalismo hoy son los centros de datos, que son privados. Usted contrapone su funcionamiento con el de las bibliotecas.

Pero es que en las bibliotecas es donde el Estado juega un verdadero rol de garante del conocimiento. ¿Quién si no debería crear infraestructuras como esas? No van a salir movimientos de software libre que construyan grandes centros de datos. El ejemplo del funcionamiento de las bibliotecas puede parecer una estupidez, pero es una de las que las infraestructuras o instituciones públicas que se han creado precisamente para alejar al mercado, para que el mercado no las rija. Es una institución que nace de un imaginario opuesto al mercado. Las bibliotecas son una forma de preservación, también son ecología, sirven para conservar. En este caso, lo aplicas a conservar documentos, a conservar libros, a conservar historia, pero también lo puedes aplicar al mundo digital.

«La gente cree que todo es inmaterial, que a ese mundo virtual al que, de alguna forma, no puedes llevar el capital o la lucha de clases» 

 

Pero este mundo tecnológico no nos ofrece bibliotecas para debatir. Lo que tenemos son redes sociales transmitiendo los valores del mercado. 

La única forma que tenemos de relacionarnos con otras personas, de comunicarnos, se ha reducido a me gustas e interacciones de retweets. Apenas podemos tener conversaciones fuera. Nos aboca a expresarnos de una manera, para que sea posible que otras personas interactúen con nosotros. Así es imposible la democracia digital. Es imposible ejercer la democracia digital porque estas empresas han configurado esas redes sociales para hacer dinero. Hacen dinero gracias a explotar nuestra cabeza. Cuanto más consigan que se interactúe, más dinero ganan. Eso es introducir la lógica del mercado, la lógica de la mercancía a todos los ámbitos de nuestro ser humano. Tenemos que conseguir que toda esa gente con ideas, creativa, se salga de esa lógica, se aleje de ese consumo de ese ocio de mierda y, en este sentido, se le proporcionen espacios para autorrealizarse, donde crecer como personas, aprender qué quieren en la vida, qué quieren aportar a la sociedad, saber en qué quieren trabajar.