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Esas sonrisas entrecruzadas

La vigésima sexta edición de la gala de entrega de los Premios Max resultó ser una de la más ágil y amena de toda su historia. La explicación más sencilla es que estaba pensada por, desde, para el Teatro.

Iñaki Rikarte posa con el galardón. (FUNDACIÓN SGAE)

Todo lo que hilvana una gala, esa escaleta de actuaciones, acciones y detalles que da paso a proclamadores y entregadores de los galardones conforma la columna vertebral, que junto al espíritu con el que se trate todo lo que sucede, da carácter y calor. Cádiz, el Teatro Falla, propiciaba encontrar ese aire de fina ironía, ese punto de exageración por la ventolera de levante y porque el equipo creativo, Ana Fernández y José Tronco, son especialista en retratar la visa desde esa que desde la distorsión carnavalesca profundiza en el alma y en la esencia de sel ser teatrero.

Por lo tanto el marco incomparable, la ciudad acogedora, un clima casi veraniego y una representación real de los creadores teatrales de todos los puntos del Estado ayudaron a que se viviera en un ambiente solidario, cultural, teatrista, reivindicativo y con la tendencia a dejarse llevar por la belleza de los bailes, cantes, actuaciones que incidían de manera clara en contextualizar lo que estaba sucediendo.

De tal manera que hasta el discurso institucional de Antonio Onetti como presidente de la SGE y José Luis Segura de la Fundación, rompieron el protocolo, uno al piano y el otro diciendo su texto en verso, con las interrupciones de dos títeres de la compañía homenajeada de la Tía Norica, dieron la clave, el punto adecuado de cachondeo, punto de humor gaditano. El presidente de las SFA usó la elegante ironía de felicitar a los premios Talía, que nacieron con la voluntad de ser hegemónicos y lavar la eficacia de los Max.

El detalle feo es que ningún representante del Ministerio de Cultura de Madrid ni del INBAEM estuvieron presentes. Se recuerda que el ayuntamiento está en manos de Podemos, y la Junta de Andalucía del PP, por lo que en tiempos electorales, los de Iceta prefierieron no mezclarse con la chusma, con el teatro que de verdad se hace y se disfruta.

Ustedes conocerán los premios, se llegaba con una buena selección de vascos y vascas en muchas de las candidaturas. Al final, se llevaron algunas manzanas que sonaron de una manera rotunda en el falla, como si la profesión reconociera la valía de los premiados. Sucedíó con María Goricelaya, que se llevó el de mejor adaptación por esa yerma sin palabras de Lorca, cuando optaba a mejor dirección y mejor autoría, pero es un paso más en su camino y que sus palabras de agradecimiento fueron de una bella rotundidad.

Los miembros históricos de Tanttaka, ella y Fernando Bernués se emocionaron hasta las lágrimas al recibir al de mejor producción por esa obra tan excepcional por el tema y la forma de ‘Sexberdinak’, más frío, más cerebral Iñaki Rikarte a la mejor dirección por los ‘Supernormales’, una obra que trata de personajes interpretados por actores y actrices con discapacidades de movilidad diversas. Un premio muy celebrado por su significado.

Pascal Gaigne recibió el de mejor composición,  por una obra de Kukai.