«Si negamos el valor de los ancianos, estamos negándonos a nosotros mismos»
En ‘Plan 75’, Chie Hayawaka recrea un futuro cercano donde el envejecimiento de la población y la escasez de recursos llevan al gobierno japonés a presentar un programa que propone a los mayores de 75 años acompañamiento logístico y financiero para poner fin a su vida.
Usted arrastra tras de sí una experiencia de dos décadas como cortometrajista y creadora de contenidos. ¿Por qué ha tardado tanto en debutar en el largometraje?
En Japón, dirigir una primera película y hacerlo sobre una historia original es algo que entraña mucho riesgo y no es un camino fácil. Para empezar tuve que encontrar financiación internacional y cuando lo conseguí comencé a desarrollar este proyecto, que tuvo su origen en uno de mis trabajos anteriores.
¿Cómo fue el proceso para convertir aquel corto en un largo?
Bueno, realmente el origen de ‘Plan 75’ está en un episodio que dirigí para el filme colectivo ‘Ten years Japan’, de 2018, donde varios directores elucubrábamos sobre cómo sería la sociedad japonesa dentro de diez años. En la historia que rodé para aquel proyecto ya estaba la idea en la que se basa “Plan 75”, pero su desarrollo no era el mismo, ni el reparto, ni el enfoque, así que, en el fondo, se trata de dos trabajos bastante diferentes.
‘Plan 75’ es un toque de atención sobre la situación de vulnerabilidad en la que viven las personas mayores en una sociedad que únicamente valora la capacidad productiva
‘Plan 75’ es un filme que puede adscribirse al género de las distopías. ¿Hablar del futuro, en su caso, es una manera de reflexionar sobre el presente de la sociedad japonesa?
Sí, de hecho en la película he querido mostrar mi preocupación hacia un debate que empieza a estar ahí y que creo que puede tener consecuencias indeseables. ‘Plan 75’ es como un toque de atención sobre la situación de vulnerabilidad en la que viven las personas mayores en una sociedad, como la nuestra, que únicamente valora a los seres humanos por sus capacidades productivas. Lo que cuento en la película es una fantasía, pero está inspirada por nuestro presente.
Y no solo eso, sino que se trata de una película muy oportuna habida cuenta de la situación de abandono en la que quedaron muchos ancianos durante la pandemia.
Que conste que la idea de esta película es anterior a la crisis de la COVID, pero tras la pandemia puede que lo que cuento en ‘Plan 75’ haya adquirido una nueva resonancia. Cuando nos confinaron sentí que la realidad, una vez más, superaba a la ficción y después de lo que vivimos aquellos días me vi incluso obligada a cambiar el final de la película, viendo el desprecio creciente que demostraban las generaciones más jóvenes hacia los ancianos, llegando a percibirlos como piezas sacrificables en aras del bien común.
Llama la atención que esto ocurra en un país como Japón, que siempre ha mostrado un respeto infinito por el legado y por sus mayores.
Cuando yo era niña sí que había ese respeto. Es más, la longevidad se veía como algo no solo positivo, sino también como algo deseable. Llegar a viejo era sinónimo de tener una vida plena. Hoy, sin embargo, en Japón existe la percepción de que los ancianos absorben una serie de recursos que deberían estar destinados al desarrollo de las generaciones más jóvenes. Ese cambio de mentalidad encierra una reflexión perversa sobre el carácter utilitario de las personas.
¿Le inquieta, entonces, ese cambio de paradigma?
Me parece una situación muy triste, sobre todo porque es algo que va a terminar volviéndose contra nosotros mismos. Todos envejecemos y todos vamos a estar expuestos a ese tipo de situaciones. Si negamos el valor de los ancianos, estamos negándonos a nosotros mismos.
¿En qué medida ese desprecio por el legado puede llegar a condicionar la labor de los creadores? ¿No cree que esa demanda permanente de innovación convierte el arte de nuestros días en algo demasiado efímero?
Yo creo que el mundo del arte es uno de los pocos ámbitos donde aún existe un enorme respeto por la tradición, por el trabajo de quienes nos precedieron. En este sentido, los cineastas japoneses somos muy dados a tener figuras tutelares, directores que nos sirven como referencia y a los que reconocemos como maestros.
Después del confinamiento me vi obligada a cambiar el final de la película, viendo el desprecio creciente que demostraban las generaciones más jóvenes hacia los ancianos
En su caso, ¿qué directores le han influido?
En mi caso hay un director que siempre he tenido muy presente, no es un director japonés, se trata de Víctor Erice. Me fascina esa capacidad que tiene para narrar a través de la imagen. Con independencia de lo que esté contando, en su cine hay una veta lírica muy marcada.
¿Cómo encajó el hecho de que ‘Plan 75’ fuera seleccionada por Japón para ser su representante en los Oscar?
De entrada, se me hizo raro que seleccionaran una ópera prima como “Plan 75”, más tratándose de una película adscrita al género fantástico aunque puede que, en el fondo, no se vea así y se vea más como un filme humanista, algo que me honraría, ya que fue así como yo lo concebí. Lo bueno es que gracias a eso la película se ha ido estrenando en diversos países y cada espectador ha podido sacar su propia lectura sobre ella. En el fondo, creo que el tema que abordo es bastante universal.