Hidroeléctrica en mínimos: la sequía condiciona la transición energética
La sequía y las olas de calor han afectado pantanos y caudales de ríos, condicionando también la obtención de energía hidroeléctrica, la mayor fuente de electricidad renovable en todo el mundo. En Hego Euskal Herria, la generación de las centrales en 2022 se situó un 30% por debajo de la media.
El Gobierno navarro reúne esta semana de nuevo a la Mesa de la sequía, ante la evidencia de que unas precipitaciones por debajo de la media están dañando ya plantas y cultivos. La situación en Araba, sobre todo en la Llanada, no es mucho mejor. La escasez de lluvias no es además cuestión de este 2023. Las cifras de este primer cuatrimestre del año están haciendo olvidar que 2022 ya fue en muchos puntos de Euskal Herria el año más cálido y seco jamás registrado.
Según Euskalmet, el pasado fue el año más cálido de las series históricas en toda la CAV, superando en nada más y nada menos que 1,8 grados la media habitual. Las precipitaciones no sufrieron graves alteraciones en el litoral, pero en la Llanada alavesa, por ejemplo, fue el año más seco nunca registrado. En Moreda, por ejemplo, se recogieron solo 215 litros por metro cuadrado. En Nafarroa, el delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), Peio Oria, confirmó en marzo que 2022 fue el año más seco y más cálido registrado en todas las series históricas de la institución.
La variante energética
La sequía tiene consecuencias directas sobre el primer sector y afecta directamente a la producción alimentaria y a la disponibilidad de agua. Al ser los efectos más inmediatos y visibles, suelen ocupar lógicamente la mayoría de los titulares. Sin embargo, hay una vertiente energética que, teniendo en cuenta el mix energético actual, hace que las sequías comprometan o compliquen todavía más la paulatina reducción de combustibles fósiles, ya que la ausencia de precipitaciones –fenómeno que se replica en muchos puntos del planeta– impacta directamente sobre la fuente de energía renovable más importante en todo el mundo: la energía hidroeléctrica.
La ecuación es sencillísima: si los pantanos se vacían y los caudales de los ríos bajan, las centrales hidroeléctricas no funcionan. Los datos de 2022 para Hego Euskal Herria son claros. Según Red Eléctrica, la media de generación de energía hidroeléctrica entre los años 2011-2021 fue de 925.833 Mw/h anuales. En el año 2022, esta cifra bajó hasta los 653.747 Mw/h. Se trata del resultado más pobre dentro de la serie de datos que ofrece Red Eléctrica, queda por debajo de los raquíticos 672.635 Mw/h de 2017 y no llega a la mitad de los 1.323.138 Mw/h obtenidos en 2013, el año.
El empleo masivo de combustibles fósiles ha desencadenado una crisis climática que agrava y hace más comunes fenómenos como la sequía y las olas de calor, poniendo en riesgo la generación hidroeléctrica, principal alternativa renovable a los fósiles.
En Nafarroa, la cuota de renovables está dominada por la eólica y la hidráulica tiene un peso mucho menor, tanto dentro de las renovables (de media, un 15%) como en el total de la electricidad generada en el herrialde (un 9%, habitualmente). Esto hizo que, aunque la generación hidroeléctrica se situase en 2022 un 32% por debajo de la media habitual, la producción total renovable se quedase por encima de la media, gracias a la energía generada especialmente por los aerogeneradores, que aumentaron su cuota.
En la CAV, sin embargo, donde las renovables tienen un desarrollo mucho menor que en Nafarroa, la hidroeléctrica acostumbra a superar un tercio del total de electricidad renovable obtenida. El descenso del 26% de 2022 respecto a la media de la década anterior ha impactado sobre la generación renovable, de modo que, en plena emergencia climática y cuando la paulatina retirada de los combustibles fósiles del mix eléctrico se ha situado como una prioridad, la obtención de electricidad mediante fuentes renovables se situó un 4% por debajo de la media de la década anterior. Si tomamos como referencia el año 2021, la generación de electricidad renovable en la CAV descendió en 2022 un 8%.
Un peligroso bucle
El fenómeno no se circunscribe, desde luego, a Euskal Herria, ni siquiera a Europa. El verano pasado, la central de la presa china de las Tres Gargantas, una de las obras de ingeniería más salvajes que el ser humano haya llevado a cabo y que tiene suficiente cemento como para llenar siete estadios de Wembley y, en condiciones normales, alimentar eléctricamente a una población equivalente a la de Filipinas, paró por falta de agua.
La falta de precipitaciones afecta también a la energía nuclear, de la que dependen en el Estado francés. Durante 2022, varias centrales se vieron obligadas a frenar por el limitado caudal de los ríos y la temperatura de sus aguas, utilizadas para refrigerar las centrales.
Las olas de calor y las sequías no son atribuibles exclusivamente a la crisis climática, pero existe consenso acerca de que el cambio producido por el calentamiento global hace que estos fenómenos sean más recurrentes y más severos en numerosos puntos del planeta. «Las sequías se están convirtiendo en más comunes/severas debido al cambio climático en algunas áreas, incluyendo Europa, el Mediterráneo, Sudáfrica, el centro y este de Asia, el sur de Australia y la parte oeste de Norteamérica», según la organización World Weather Attribution (WWA).
Por lo tanto, nos hallamos ante una macabra paradoja que sirve también para recordar la importancia de pensar en términos sistémicos y complejos: la crisis climática producida sobre todo por el empleo desbocado de combustibles fósiles acaba impactando negativamente sobre la mayor fuente de energía renovable a nivel global, crucial para hacer frente a esa misma crisis climática.