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Entre amistades peligrosas y perfectas desconocidas

Harrison Ford recogía emocionado una Palma de Honor sorpresa, Sean Penn luce plumas con la trágica ‘Black Flies’ y en las secciones paralelas ya empiezan a aplaudirse perlas cinéfilas.

Harrison Ford posa con su Palma de Honor sorpresa. (Patricia DE MELO MOREIRA | AFP)

El Festival gesticulaba ayer noche una de esas muestras de alegría que ni en las colas ni en los controles de seguridad (allá donde los mortales) se perciben. Minutos antes del estreno de ‘Indiana Jones y el Dial del Destino’, el charmant Thierry Frémaux entregaba a Harrison Ford un premio sorpresa: la Palma de Honor a una carrera que lleva 57 años cultivando la simpatía sin compromiso en las pantallas. La sorpresa fue lo que emocionó al actor, muy reservado en público, que dedicó unas palabras correctas a su entorno personal: «Dicen que cuando estás a punto de morir, ves tu vida pasar ante tus ojos. Acabo de ver mi vida pasar ante mis ojos», dijo en referencia a un clip-homenaje a su filmografía. Aunque clarificaba: «Una gran parte de mi vida, no toda mi vida».

Indy, cuelgue el sombrero al salir

La quinta entrega de la saga ‘Indiana Jones’, la última para Ford (ya octogenario) y para el compositor John Williams, se ha recibido sin grandes sorpresas por parte de la crítica. Festín celebratorio del universo creado en los ochenta por Steven Spielberg sin la mano del maestro, que solo ostenta aquí el papel de productor ejecutivo y que ha dejado en manos de James Mangold y de cuatro guionistas (son muchos, incluso para una producción de este calibre). El director de ‘Logan’ o ‘Lemans '66’ cumple, como ya hizo con ‘El gran showman’, aunque su atrevimiento para torcer las fórmulas del género se achata ante la necesidad de reverenciar una y otra vez el brillo de la saga original de una forma más o menos simpática y autoconsciente. Los guiños a la superpoblación de nazis en activo funciona durante un rato, pero la machaconería del tema principal de la saga –insertado prácticamente como un cartel de aplausos– aguantará lo que la buena voluntad del patio de butacas.

Phoebe Waller-Bridge, nueva mano derecha de Indy y garantía de renovación para una película llena de arrugas (Mads Mikkelsen, Antonio Banderas, John Rhys-Davies, Toby Jones… Ninguno es especialmente joven), acata sin sobresalir de entre el conjunto.

Sean Penn vuelve a ser protagonista de desgracias ajenas

El Festival de Cannes, decíamos, sabe cuidar a sus amistades. Anoche, Sean Penn volvía a ser invitado a la Sección Oficial francesa, hoy de la mano de Jean-Stéphane Sauvaire (en Competición por ‘Johnny Mad Dog’), quien, como él, ha basado buena parte de su carrera en sacar a la luz la cara fea de la humanidad. ‘Black Flies’ no resulta una excepción: la película, que adapta la novela homónima de Shannon Burke, se mete en las tripas del Harlem degradado y aún por gentrificar de la mano de dos paramédicos, que se enfrentarán a la realidad peligrosa del barrio y a una buena sarta de dilemas morales.

Tye Sheridan –Travis Bickle en ambulancia– encabeza con Penn un viaje a las tinieblas que podría haber nutrido la cercanía que posibilita el documental (sobre todo, en una película plagada de secundarios naturales) para complejizar una masa humana vil y condenada por el choque cultural: hay sectas hindúes, pandillas de matones negros y mexicanos con perros rabiosos, armados hasta los dientes. En lugar de la cercanía, la película toma la brocha gorda para pintar los derroteros éticos de dos individuos traumatizados y con poder sobre la vida ajena.

Las primeras perlas de las secciones paralelas

Por fortuna, el amplio abanico de proyecciones en la Croisette ha ido confirmando estos días nombres desconocidos que tener en cuenta: en la Quincena de Realizadores ayer se aplaudía el debut de Sean Price Williams en la dirección, ‘The Sweet East’. Price Williams, director de fotografía para los hermanos Safdie y Abel Ferrara, presentaba el delirante viaje iniciático de una adolescente neoyorquina, una comedia absurdista escrita por el crítico de cine Nick Pinkerton y con Talia Ryder (‘Nunca, casi nunca, a veces, siempre’) por protagonista. En Una Cierta Mirada, se prodigan las buenas críticas a la comedia existencialista del argentino Rodrigo Moreno (‘El custodio’), sobre un grupo de atracadores de bancos por aburrimiento.