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EH Bildu: El resultado es extraordinario, pero las expectativas son incluso mejores

EH Bildu ha obtenido los mejores resultados de su historia, llegando a superar el listón de 2011, pero casi tan importante como ese dato es la constatación de que está logrando acceder a nuevos sectores sociales. Y llaman la atención los apoyos recabados en los grandes núcleos urbanos de Bizkaia.

Candidatas y seguidoras de EH Bildu celebran los resultados electorales en Donostia. (Aritz LOIOLA | FOKU)

Entraba la campaña en su recta final y una emisora estatal estaba haciendo una conexión en directo en Gasteiz, pulsando la opinión de sus oyentes. Una mujer se acercó al micrófono, y después de decir que era seguidora fiel del programa, que le encantaba, le preguntó al locutor a ver si no  quería saber a quién iba votar. Antes de recibir respuesta, ella misma lo anunció: «Pues a EH Bildu; yo no soy de EH Bildu, pero voy a votar a EH Bildu».

Es solo una anécdota, pero es significativa. Que una persona que dice no «ser de» EH Bildu –cada vez menos gente «es de» alguien– no solo admita, sino que proclame que va a votarle ayuda a explicar lo ocurrido el domingo, cuando el independentismo de izquierdas rompió sus marcas.

Con 365.000 votos en las elecciones municipales, y más de 345.000 en los comicios a Juntas Generales y al Parlamento navarro, EH Bildu ha pulverizado el registro de 2011, y lo ha hecho accediendo a sectores sociales que hasta ahora parecían impermeables.

Casi todos nos hemos visto sorprendidos estos días al oír a conocidos, vecinos y allegados anunciar su voto a EH Bildu, cuando nunca hubiéramos pensado que fuera hacerlo. Y quizá parte de ese apoyo pueda responder a una respuesta a la sucia campaña desatada contra la coalición, en una especie de efecto bumerán, pero los datos apuntan a que es un movimiento más profundo.

En primer lugar, porque ya ocurrió en 2020, en las autonómicas de la CAV, cuando EH Bildu logró crecer en votos –fue la única en hacerlo– pese a la gran abstención, en unos comicios marcados por la pandemia. Frente a lo que algunos sostuvieron entonces, aquel escenario no se debió exclusivamente al miedo al covid, que podría afectar a votantes de mayor edad, más proclives a votar a otras opciones. El 28M muestra que la creciente desafección respecto a ciertos partidos no era pandémica, y constata la pujanza de la coalición soberanista, que vuelve a subir a pesar de la abstención.

El voto urbano

El sentido más estructural que coyuntural de estos resultados también se aprecia en su carácter generalizado. EH Bildu ha logrado muy buenos resultados en todos los herrialdes y en localidades de distintos tamaños –aunque afinando un poco la mirada también ha sufrido algún tropezón, que deberá analizar–, con victorias en las principales plazas alavesas, con Gasteiz, Laudio, Agurain y Oion, como puntos más significativos, y en muchos municipios de tamaño mediano de Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa.

Pero aun sin ganar, llaman la atención los resultados cosechados por la formación soberanista en el área metropolitana de Bilbo, con incrementos muy importantes –espectacular en Sestao o Santurtzi– que sobresalen incluso en un escenario de subida general.

Fue una de las noticias de una jornada en la que Bizkaia aportó el 37% de sus votos a EH Bildu, que ha demostrado que es capaz de atraer ese voto urbano que le va a resultar necesario para disputar la primacía política e institucional.

Igual ocurre con el voto joven, que según apuntan todos los sondeos se está decantando de forma clara en favor de la coalición independentista.

El ejemplo irlandés

EH Bildu tiene un voto fiel, pero también el PNV, y la capacidad de los jeltzales de acceder a segmentos más periféricos y amplios ha explicado hasta ahora la distancia entre ambas fuerzas. Por eso, para la coalición es una gran noticia comprobar que para la gente es cada vez más fácil depositar su papeleta en la urna, aun no estando al 100% de acuerdo con su programa. Ha logrado que votarle sea “lo normal” para un número creciente de personas, y ese es un logro importante, por las expectativas que se le abren.

Arnaldo Otegi ha dicho que «el cambio de ciclo ya ha empezado en nuestro país», y los datos apuntan en esa dirección. Pero habrá quien quiera evitarlo, o ralentizarlo, impidiendo por ejemplo que se refleje en los gobiernos locales. Si PNV y PSE llevan su pacto a todos las lugares, si el PSN repite en Iruñea la jugada de 2019, pueden agriar algo el sabor dulce de la noche electoral.

Si se da el caso, siempre se puede mirar al sur de Irlanda, donde hace tres años el Sinn Féin ganó por primera vez, de forma ajustada, las elecciones generales, aunque Fianna Fáil y Fine Gael, eternos rivales pero representantes del establishment, pactaron para impedir que los republicanos llegaran al Gobierno. Hoy los sondeos les dan a estos una victoria, no por un par de puntos, como en 2020, sino abrumadora.

Aquella maniobra no les movió del camino, pero sí que parece haber movido el voto de los irlandeses. La gente, en Dublín, en Gasteiz o en Iruñea, suele tener memoria.