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Amak contra el Racismo: El experimento Clark arroja el mismo resultado 90 años después

Con el objetivo de poner sobre la mesa el racismo interiorizado, la asociación Amak contra el Racismo ha publicado un video en el que exponen los prejuicios racistas que tienen las niñas y niños. Han repetido un experimento de 1930...y ha arrojado resultados idénticos al original.


«Queríamos demostrar que Euskal Herria es racista aunque la gente ni lo admita, ni se dé cuenta, ni lo sospeche», explica Estefanía Quílez, miembro de la asociación Amak por el Racismo. Decidieron abordar así un problema que les preocupa como padres y madres. «Las niñas y niños no dicen mentiras», asegura Quílez. Y es por eso que decidieron mostrar a través suyo cómo se ven las cosas también entre la ciudadanía vasca.

En el mismo, ofrecen a los pequeños un muñeco negro y otro blanco y les plantean cuestiones como «¿Quién es bueno y quién malo?». También los relacionan con algunas profesiones en concreto. El experimento original lo hicieron los psicólogos Mamie Phipps Clark y Kenneth Clark en 1930, hace algo más de 90 años, y Amak contra el Racismo lo ha llevado a cabo ahora en el centro Amara Berri de Donostia. Pese a que ha pasado casi un siglo, los resultados no han variado en absoluto. Según subraya Quílez, «eso es lo triste».

Las niñas y niños señalan al muñeco blanco como «bueno» o «inteligente» y consideran que podría ser médico, incluso tener más dinero o una casa de mayor tamaño. Sin embargo, atribuyen al muñeco negro las cualidades «malo» y «mentiroso» y lo relacionan con el trabajo de limpiador y con la pobreza. Además, todos creen que de entre los dos es el negro el extranjero y prefieren el blanco.

El resultado no ha sorprendido a Amak contra el Racismo. Lo presentan como más que un experimento; el vídeo es una manera de mostrar la realidad que ya conocían. Realizan talleres en las aulas en los que recogen testimonios «muy duros» del alumnado racializado. «Vimos que somos una sociedad racista, incluyendo a las niñas y niños, porque repiten lo que ven», explica Quílez. Ahora muestran el video en los talleres y, después, plantean preguntas al alumnado respecto a lo que han visto y lo que han podido vivir.

Desde la asociación tienen claro que a las niñas y niños no solo les afecta la educación que reciben en casa. Añaden factores como la propia escuela, el profesorado, el personal de comedor o los productos culturales y de entretenimiento que consumen. Quílez matizan que no consideran que las escuelas promueven estas actitudes de manera activa, sino que les atribuyen dejadez: «Lo común es no hacer nada ante una actitud racista».

Ante un hecho de este tipo, creen que lo adecuado sería parar la clase para trabajar lo ocurrido en el aula y darle tanta importancia o más que al propio curriculum. Para ello, Quílez señala que es imprescindible que el profesorado sea capaz de identificar actitudes racistas y tenga medios para intervenir.

Coeducación

«Hay que darle a la coeducación la importancia que merece», explica Quílez. Entiende, sin embargo, que el profesorado no es culpable de no llevarla a cabo: «Por si antes no tenían trabajo suficiente, ahora les han metido la coeducación, y claro, si no es obligatoria, no la hacen».

Para atajar este problema, consideran que debería existir una figura dedicada exclusivamente a la coeducación en cada centro, para que la coordine y atienda las consultas del alumnado, profesorado o incluso de las familias. «Tenemos 16 años de educación obligatoria para educar a las y los adultos del futuro», apunta Quílez, y añade que de ello depende que la sociedad en el futuro siga siendo racista o no.