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Decálogo de conclusiones de un proceso vasco «atípico»

El proceso de resolución vasco sigue siendo objeto de estudio en el planeta. Ha sido ahora la experta Teresa Whitfield (con trayectoria en la ONU y diversas ONG) quien ha extraído en un extenso libro diez conclusiones, que destacan el desbloqueo vasco frente a la intransigencia española.

La plaza de Baiona, repleta al finalizar el proceso de desarme de ETA el 8 de abril de 2017. (Marisol RAMÍREZ/FOKU)

Teresa Whitfield apareció en el escenario público vasco en el décimo aniversario de la Conferencia de Aiete, hace casi dos años. Esta consultora, que ha trabajado para el Departamento de Consolidación de Paz de la ONU y en diversas ONG y procesos de resolución, dio aquel día algunas pinceladas sobre la complejidad del conflicto vasco y su proceso de construcción de paz: «Cuando llegué aquí me sorprendió que no había consenso siquiera sobre lo que era el conflicto. Me daban a entender que intentar comprender el conflicto ya era justificar el terrorismo». Ahora Whitfield vuelve de nuevo en Euskal Herria para presentar un relato muy completo y profundo sobre cómo se ha llegado al punto actual. Se titula ‘ETA: el desenlace’, consta de más de 500 páginas y es el fruto de un trabajo de análisis profundo que incluye reuniones y entrevistas con múltiples actores.

Whitfield se sumergió a fondo en un momento apasionante (2008), en el que se iba a desencadenar todo un cambio de era. Le interesaba comprender «por qué ETA ha perdurado hasta bien entrado el siglo XXI y los factores que llevan a hombres y mujeres a tomar las armas contra sus conciudadanos». En su investigación ha captado el peso que tuvo la intransigencia española en ello. Como detalle, sus solicitudes de entrevistas con «funcionarios españoles con experiencia en el diálogo con grupos armados fueron desechadas de plano cuando quedó claro que estaba trabajando en la cuestión vasca». Como ejemplo, el diplomático Emilio Cassinello le dijo que los de ETA ni siquiera eran insurgentes, ni siquiera «terroristas», sino «bárbaros de la peor calaña que casi arruinan nuestra transición».

El libro repasa las fórmulas diversas, desde la guerra sucia a la negociación, con que el Estado intentó acabar con ETA, para concluir lacónicamente que «no fue una historia de éxito». Y a continuación detalla el proceso aún en curso que tuvo como epicentro Aiete en octubre de 2011 y en el que otorga un papel importante a «un tipo de mediación informal, real pero también ‘virtual’» desde el ámbito internacional, sin obviar que el impulso principal fue de la izquierda abertzale.

Teresa Whitfield.

En este ‘ETA: el desenlace’, Whitfield acaba trazando diez conclusiones:

1. «Reconocer qué problema existe»

Para la experta, «el desacuerdo sobre la naturaleza del problema representado por ETA tuvo un impacto directo sobre las dificultades de España para establecer una estrategia clara y ampliamente compartida». Considera que «cualquier intento de resolver el problema no podía ignorar sin más el hecho de que ETA operaba sobre la base de que participaba en un conflicto con el Estado español que evidentemente era de naturaleza ideológica, tanto en sus orígenes como en sus fines».

Lo contrasta con lo que ocurrió en Colombia. Allí, «durante años, el presidente Alvaro Uribe, aliado político de Aznar, había definido el conflicto solo en términos de terrorismo». Con la llegada de Juan Manuel Santos se puso en marcha un proceso con las FARC-EP en el que se entendió que «uno no cura una enfermedad ni resuelve un problema si no llama a las cosas por su nombre». La terminología adoptada fue «conflicto armado interno».

2. «La política es la que trae paz sostenible»

«No es realista pensar que aquellos grupos armados que aún cuentan con apoyo social pondrán fin a su acción armada sin presión policial», dice Whitfield, pero tampoco lo es creer que eso ocurrirá «sin una estrategia de resolución de conflictos que permita que los objetivos políticos se puedan materializar por medios pacíficos y democráticos».

Considera evidente en este caso que ETA había sido debilitada policialmente pero «tomó la decisión solo cuando la izquierda abertzale le había demostrado que por la vía política se podía continuar más eficazmente con su lucha».

3. «La ley también puede complicar un proceso de paz»

Estima la autora que «la ley es fundamental en la lucha contra el terrorismo, pero debe circunscribirse estrictamente a los delitos graves que constituyen delito de terrorismo». Así, como errores del Estado que «erosionaron la credibilidad de las instituciones democráticas de España» la doctrina Parot, las detenciones de 2006 (durante el proceso de negociación con el Gobierno Zapatero), la operación contra Arnaldo Otegi y sus compañeros en 2009, antes el cierre de ‘Egunkaria’...

Lo hace extensivo también a la ilegalización, puesto que considera que socavó el diálogo para la paz de 2005-07 y que «galvanizó a las bases de la izquierda abertzale una vez que la vuelta a la política se hizo posible en 2011». Y también califica de error la normalización de la dispersión, porque al iniciar el cambio de ciclo «ralentizó el proceso de consulta interna necesario para activar el apoyo de los presos a la nueva dirección».

4. «A las víctimas no se les debe otorgar derecho de veto»

Sobre las víctimas de ETA, Whitfield estima que «por profundo que sea su sufrimiento o admirable que sea su comportamiento a un nivel individual, no deben desempeñar un papel en la determinación de las políticas públicas más allá del que pueda tener cualquier otro ciudadano».

Lo enlaza con la trayectoria histórica española: «España se niega a cualquier medida de perdón o amnistía parcial para los crímenes y asesinatos de ETA. Sin embargo, amnistió por completo a todos los asesinos y torturadores del régimen de Franco».

5. «Para igual conculcación debe haber igual protección»

La conclusión posterior incide en la «invisibilización» de las «otras víctimas»: «Uno de los aspectos más sorprendentes de las acciones de España era su renuncia a participar más activamente en la cuestión de los derechos humanos, incluso con la comunidad internacional, con el fin de minar la percepción de victimización que tiene la izquierda abertzale», apunta. Reclama a Madrid «un enfoque riguroso de las violaciones de derechos humanos» y «el reconocimiento público de que en la democracia española todas las conculcaciones son inaceptables».

6. «El diálogo y los contactos no deben ser estigmatizados»

«La cuestión no es si son deseables los contactos con un grupo armado ilegal, sino cómo, cuándo y con qué fin deben llevarse a cabo», constata Whitfield. Vuelve a contrastar al Estado español con Colombia cuando trae a colación la «polémica fuera de toda proporción» que rodeó a la negociación en 2005-2007 con la normalidad con que se tomaron allí los diálogos con las FARC.

Reivindica las «largas conversaciones» entre Otegi y Jesús Eguiguren como elemento que inició el desbloqueo. Y añade que la declaración de final de la lucha armada de 2011 «no se hubiera logrado si Zapatero y Rubalcaba no hubieran estado dispuestos a mantener los canales de comunicación con Batasuna y ETA».

7. «El cambio requiere liderazgo y estrategia claros, no ambiguos»

La autora afirma que organizaciones como las FARC o el PKK han prestado atención a la experiencia vasca, y en concreto al «liderazgo de los altos mandos de ETA y de los representantes de Batasuna» para cambiar la situación.

«Su estrategia se basaba en una serie de pasos unilaterales, bien planificados y ejecutados por un grupo que se iba ampliando. Dependía de su capacidad para mantener la cohesión interna y fue continuamente asistido por una participación internacional discreta y no oficial», explica.

8. «La sociedad civil tiene un papel que desempeñar»

Para Whitfield, «la sociedad civil organizada fue lenta en movilizarse contra la acción violenta de ETA», pero luego «se convirtió en un importante vehículo». Pero también añade el «papel central de los propios votantes de la izquierda abertzale» en la medida en que las encuestas mostraban «cada vez mayores dudas sobre la eficacia» de esa estrategia armada. Lo liga al trabajo de Elkarri-Lokarri y más tarde el Foro Social Permanente. Y remarca que una acción meramente institucional, sin movilización social, no hubiera dado resultados.

9. «Los actores internacionales pueden desempeñar diversas funciones»

La participación internacional tuvo como apogeo la Conferencia de Aiete pero en general ha tenido un papel «ambiguo», admite Whitfield. En general, considera que ha habido «un esfuerzo, tanto público como discreto, a varios niveles y con diversos agentes, por parte de actores internacionales comprometidos con el proceso», y asegura que esta vía «podría resultar de utilidad en otros conflictos».

10. «La paz no viene sin un precio político»

La última conclusión de Teresa Whitfield tras la «atípica trayectoria» del caso vasco es que el deseo de solución se ha ido imponiendo pese al obstruccionismo español: «La necesidad de un proceso no se evaporó después de Aiete», apunta.

¿Por qué ocurrió? Para la autora, «la intransigencia española» habría reafirmado sus principios, pero al mismo tiempo contribuiría a «garantizar que la sociedad vasca seguirá estando profundamente polarizada y seguirá siendo significativamente hostil hacia España y Madrid». Y ello le lleva a cerrar el libro con esta aseveración: «La paz no es a cualquier precio, pero tampoco viene gratis».