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Santurtzi recuerda a los niños y niñas de la guerra: «Rusia es mi segunda patria»

Tal día como hoy hace 86 años, partía desde el Puerto de Santurtzi hacia la Unión Soviética el buque Habana con 4.330 niños y niñas de la guerra a bordo. Un acto ha recordado este martes la efeméride con la participación de esos niños, ahora nonagenarios, que siguen llevando la URSS en el corazón.

Acto de homenaje en Santurtzi a los niños y niñas de la guerra. (Andoni CANELLADA | FOKU)

La asociación memorialista Niños de Rusia ha celebrado este martes un acto en Santurtzi para recordar el 86º aniversario de la partida hacia la Unión Soviética del buque Habana, con 4.330 niños vascos y españoles a bordo. Algunos de esos niños y niñas que embarcaron en 1937, hoy nonagenarios, han recordado ese viaje y cómo los acogió la sociedad soviética.

El 13 de junio de 1937, a menos de una semana de la caída de Bilbo en manos de las tropas fascistas, el Habana partió desde Santurtzi con el objetivo de evacuar a miles de niños ante la cada vez más inminente derrota de los ejércitos vasco y republicano en el norte de la Península. Esos menores viajaron sin compañía familiar pero con un grupo de auxiliares, maestras y médicos con destino al puerto occitano de Paulhac. Desde ahí, 1.475 niños continuaron su camino hasta Leningrado en el carguero francés Sontay.

Previamente y durante los meses siguientes, otros barcos cargados de niños republicanos partieron hacia la URSS desde otros puertos como los de Gijón, Santander o València, fruto del acuerdo entre el Gobierno soviético y el republicano español.

Algunos de esos niños y niñas han acudido este martes a Santurtzi para participar en un acto deslucido por el mal tiempo pero al que la lluvia no ha conseguido restarle ni un ápice de emotividad. Ha sido la primera ocasión en que esta ciudad vizcaina acogía una ceremonia de recuerdo que viene celebrándose con regularidad en Gijón.

Francisco Lago, presidente de la asociación Niños de Rusia, ha destacado la importancia de celebrar este tipo de actos en los que «los niños de la guerra que aún no nos han dejado se besan y se emocionan, al igual que nos emocionamos sus hijos al verlo». Lago también ha resaltado la importancia de la URSS para muchos niños asturianos que quedaron huérfanos tras el intento de Revolución de octubre de 1934. «Trabajamos para que vuestra verdad y los años que pasasteis en la Unión Soviética como héroes sean conocidos», ha declarado junto a un atril engalanado con una ikurriña, una bandera soviética y una enseña republicana española.

Además de los miembros de la asociación y los propios niños y niñas de la guerra, también han asistido al acto la alcaldesa de Santurtzi, Aintzane Urkijo; la concejala de Memoria Histórica del Ayuntamiento de Gijón, Salomé Díaz; y el delegado del Gobierno español en la CAV, Denis Itxaso.

Precisamente, durante su discurso Itxaso ha recordado a su padre, que en su caso fue evacuado desde Santander, y ha puesto en valor la importancia de legislación memorialista, como es el caso de la Ley de Memoria Histórica. «La pregunta que hay que hacerse es si, 86 años después, nuestros jóvenes conocen la historia; para que no se repita hay que conocerla a fondo. Con ese objetivo nació la Ley de Memoria Democrática. Es muy importante que tengan lugar actos como este que ha organizado la asociación Niños de Rusia, que se haga memoria y se escuche los testimonios de los supervivientes», ha declarado el delegado del Gobierno.

La jornada, que también ha contado con una actuación musical y lecturas de varios poemas, ha comenzado con un aurresku en honor a los niños y niñas de la guerra, y ha finalizado con una ofrenda floral al monumento del Puerto de Santurtzi que recuerda su partida.

«Solo tengo palabras de agradecimiento hacia el pueblo ruso»

Una de los más de 4.300 niños y niñas que marcharon hace 86 años es Victoria Iglesias, Vitori, que solo tenía cinco años cuando se embarcó en el Habana en 1937. Durante su discurso, Vitori ha mostrado en repetidas ocasiones su agradecimiento a la URSS, donde acabó residiendo casi 20 años.

«Nos acogieron, nos dieron educación y lo mejor que tenían», ha recordado Vitori, mencionando la recepción con honores que encontraron cuando llegaron a Moscú. «Había música, flores, juguetes… De todo. No nos lo creíamos», ha declarado.

Sin embargo, el que debía ser un viaje para huir de una guerra acabó significando entrar de nuevo en la boca del lobo, cuando en 1941 los países del Eje iniciaron su ofensiva en territorio soviético durante la II Guerra Mundial. También sobre este punto, Vitori solo ha mostrado palabras de gratitud respecto a la actuación de las autoridades comunistas: «De Moscú, nos llevaron por el Volga en barco hasta Saratov y de allí procuraron escondernos en las aldeas más remotas. Lo más lejos posible de la guerra».

Durante su estancia en la URSS, los niños y niñas de la guerra contaron con educación gratuita desde su llegada hasta su partida, cuando muchos de ellos ya tenían carreras universitarias. En el caso de Vitori, estudió Agronomía.

Pablo Benítez, de 93 años e hijo de un comandante republicano que luchó en la guerra de 1936, pasó su infancia y juventud en la URSS. También él ha destacado la oportunidad que se les brindó de poder estudiar y educarse. «Rusia es mi segunda patria. Solo tengo palabras de agradecimiento y estoy orgulloso de haber vivido esos años duros de la guerra junto con el pueblo ruso», ha enfatizado Pablo.

Aunque el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Iósif Stalin, prometió que solo devolvería a esos niños en el caso de existir un Gobierno republicano en el Estado español, tras la muerte del histórico dirigente comunista se iniciaron los trámites para su repatriación, a mediados de los años 50. Una operación que contó con la mediación de la Cruz Roja Internacional.

La vuelta al Estado español fue dura para los niños y niñas de la guerra, que ya se habían convertido en adultos. «Veníamos de otro mundo, fue muy difícil acoplarnos», ha relatado Vitori. A pesar del paso de los años, los niños y niñas de la guerra siguen mostrando su amor por el país que los acogió, protegió y ofreció educación durante un periodo histórico extremadamente convulso. «Nacimos en España, pero estamos hechos en la Unión Soviética», lo resumía Vitori.