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Indignación en la izquierda griega por la política migratoria de la UE

Una embarcación abarrotada con entre 500 y 750 personas se hundió el miércoles en el mar Jónico. Colectivos de izquierda radical mostraron ayer su malestar y reiteraron su rechazo a la política migratoria de la UE. Sin embargo, en Grecia no todos coinciden, y muchos apoyan la mano dura del Gobierno.

Una multitud se manifestó en Atenas en denuncia de la política migratoria europea y griega. (Louisa GOULIAMAKI | AFP)

La tragedia ocurrida el miércoles en el mar Jónico, con 104 supervivientes en un barco abarrotado de migrantes, puede convertirse en la mayor catástrofe humanitaria en el Mediterráneo desde 2015, cuando en la costa libia se ahogaron 800 personas al colisionar su embarcación con un buque mercante que intentaba rescatarlos. En una manifestación convocada por colectivos de izquierda en Atenas se recordaron las tragedias y clamaron contra el Gobierno heleno y la UE, a quienes culpan por implementar políticas que obligan a los migrantes a arriesgar sus vidas.

«Es un crimen cometido por la UE y el Gobierno griego, que están construyendo una valla a lo largo del río Evros, la última ruta ‘exenta’ de peligro por la que podían entrar los refugiados de Asia y África. Son unos criminales, como lo son también los líderes de la UE que, para contener a los refugiados, apoyan acuerdos racistas con Libia y otros países», arremete Petros Konstantinou, del Movimiento Unido Contra el Racismo y la Amenaza Fascista (Keerfa).

Para Hasan, un turco de Mersin que huyó de Anatolia y obtuvo el estatus de refugiado político hace más de 40 años, «nos enfrentamos al imperialismo, apoyamos la democratización de los países y el socialismo». Anthoula va más allá, y considera que «los Gobiernos intentan desencadenar una guerra mundial».

Estas muestras de indignación no representan a toda la sociedad helena, sino al espectro izquierdista más radical, que reclama un cambio en la política migratoria de la UE. La sociedad helena no es tan crítica con el Ejecutivo del derechista Kyriakos Mitsotakis. Existen miedos infundados que llevan a las personas a apoyar la férrea política migratoria. Por eso, una propuesta estrella de la campaña electoral de Mitsotakis es ampliar la valla de la región del Evros, fronteriza con Turquía, aun sin los fondos de ayuda de la UE. Sintomático es que el izquierdista Syriza no se haya opuesto a su construcción.

«Hemos declarado tres días de luto, todo el mundo se entristece por lo ocurrido. Por desgracia, Syriza apoyó el acuerdo de refugiados entre la UE y Turquía, construyó el campo de Moria y ahora dice que no derribará la valla en el río Evros. Es una vergüenza, pero esta indecisión es lo que ha provocado su caída en las elecciones de mayo», dice Petros Konstantinou, cuya solución sería abrir las fronteras a todos los habitantes del mundo.

Desde que llegó al poder en 2019, Mitsotakis apuesta por criminalizar a las organizaciones sociales que trabajan con migrantes: decenas de cooperantes afrontan juicios por socorrerlos; y diferentes leyes obligan a las oenegés a presentar una auditoría a entidades delegadas del Estado que solo están al alcance de las organizaciones humanitarias más importantes, que pueden demostrar la viabilidad económica del proyecto.

Las ONG y los periodistas han documentado flagrantes violaciones de los derechos humanos: devoluciones en caliente, uso de migrantes en las operaciones, retenciones arbitrarias... Un reguero constante de denuncias que tuvo su último caso el pasado mayo con un explícito vídeo que evidenciaba las prácticas habituales e ilegales que niegan los Gobiernos y la UE. 

En esta última tragedia en el Mediterráneo, la ciudadanía, los políticos opositores y los expertos se preguntan por qué no intervino la Guardia Costera, que alega que la tripulación del barco no quería detenerse hasta Italia. En 2016 ocurrió un naufragio bastante parecido: aproximadamente 500 personas fallecieron en una embarcación abarrotada que hacía la travesía entre Tobruk, en Libia, e Italia. El pasado febrero, fallecieron 94 personas frente a las costas de Cutro, en Italia. Antes, migrantes murieron congelados en la frontera turca del Evros. Un reguero de vidas perdidas que, de golpe o a cuentagotas, alcanza los 3.800 fallecidos en 2022 y da cuenta de la gravedad de una tragedia que, en muchos casos, queda sin registrar.