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'Rayuela': La transgresión literaria de Cortázar cumple 60 años

El 28 de junio de 1963 asomó la primera edición de 'Rayuela', una antinovela dislocada que cambió por completo el panorama literario. Su autor, Julio Cortázar, legó una obra maestra de espacios cambiantes y en la que el lector dejó de ser un ente pasivo.

El escritor argentino Julio Cortázar. (EDITORIAL SIGLO XXI)

«Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja». El autor de este beso se llamaba Julio Cortázar y lo incluyó entre las páginas de ese libro multiplicado hasta el infinito titulado 'Rayuela'. 

'Rayuela' se revela como un laberinto cambiante que nos obliga a conocer quién fue el disparatado arquitecto-Minotauro que lo diseño.

El catedrático de literatura y escritor Miguel Herráez, autor de varias biografías y estudios dedicados al escritor como 'Julio Cortázar: Una biografía revisada' -Editorial Alrevés-, explicó a NAIZ que «para adentrarse en  el laberinto-imaginario de Cortázar hay que ser plenamente conscientes de que no hay dos partes excluyentes -realidad y fantasía- y configuradoras del mundo, sino que es la realidad quien se desdobla y genera las situaciones fantásticas. Esa es la constante por la que se rige su literatura, siendo también el eje en el que él creía en el terreno vital del día a día».

«Hay unos órdenes clandestinos, resbaladizos, permeables, que poco tienen que ver con las percepciones aristotélicas al uso, órdenes que determinan la existencia del ser humano. En ese ideario, él apelaba a la acción de lo que aceptamos como azar, pero que, para él, no era tal», añadió el catedrático.

La ruta Buenos Aires-París

De entre los múltiples recorridos literarios que admite 'Rayuela', tres son los más destacados. El primero -'Del lado de allá'- sigue el periplo de Horacio Oliveira, un argentino durante su estancia en París y la relación que comparte con la Maga, además topamos con su grupo de amigos, englobados en el Club de la Serpiente, con los que entablan memorables conversaciones y discusiones que nos descubren la propia visión de Cortázar sobre diferentes aspectos del arte en la vida y de la vida en el arte, simultáneamente.

La segunda ruta -'Del lado de acá', conforma el regreso de Oliveira a Buenos Aires, donde vive con su antigua compañera; allí pasa largas horas con sus amigos Traveller y Talita; en el primero se ve a sí mismo antes de partir, en la segunda ve a la Maga, inolvidable y siempre presente.

Finalmente, en 'De otros lados', la ruta se transforma en que fragmentos heterogéneos: complementos de la historia anterior, recortes de periódico, citas de libros y textos autocríticos atribuidos a Morelli, un viejo escritor y álter ego del propio Cortázar.

Estas páginas, si bien en ocasiones se relacionan con los capítulos que las preceden, muchas veces no son más que estímulos imprecisos que Cortázar nos presenta para ayudarnos de alguna forma a alejarnos de la linealidad clásica de la literatura y sumergirnos en subtextos y subtextos de subtextos que conforman un viaje de ida y vuelta entre Buenos Aires y París.

Para Herráez, «son espacios míticos. Buenos Aires queda conectada a su juventud y al primer encuentro con el mundo, su acceso posterior a la experiencia de esa primera etapa de su vida que se prolonga hasta 1951. Es el imaginario que construye a base de los pasajes -en especial el Güemes, claro-, el Luna Park y las sesiones de boxeo, las botellas de Hesperidina, el subte y el universo de las calles porteñas, Florida, Suipacha, Maipú, las lecherías, el puerto. En cuanto a París, ésta era un poco, y así lo dijo, la mujer de su vida . Es la ciudad mítica porque cuando caminaba por ella caminaba hacia sí mismo: calles, puentes, pasajes -el Vivianne, claro-, métro, el canal de Saint-Martin. Cortázar encarna a la perfección el flâneur baudelairiano. Su conocimiento de París, del París callejeado, era extraordinario».

En busca de un lector activo

«De alguna manera, es la experiencia de toda una vida y la tentativa de llevarla a la escritura», respondió el propio Cortázar cuando le preguntaron qué significaba para él 'Rayuela'.

En palabras de Herráez «Cortázar significa la apuesta joyceana, la transgresión. Hasta 'Rayuela', aun con sabios antecedentes como son los narradores argentinos Roberto Arlt con sus aguafuertes porteños, o Leopoldo Marechal y su 'Adán buenosayres', nadie a ambos lados del Atlántico se había atrevido a dislocar la estructura narrativa de un modo tan explícito, nadie había apelado a un lector activo y exigente, participativo, como debe serlo el de Cortázar».

Poco antes de finalizar la escritura del libro, su autor escribió a su amigo Paul Blackburn -poeta estadounidense y traductor de varias de sus obras- en estos términos: «Si te interesa saber lo que pienso de este libro, te diré con mi habitual modestia que será una especie de bomba atómica en el escenario de la literatura latinoamericana».

A lo largo de sus cartas y textos, el autor se esmeró a la hora de dotar un adjetivo aproximado a su obra. Llego a definirla como 'antinovela', 'contralibro' o 'la crónica de una locura' pero siempre fue consciente de que su obra no dejaría a nadie indiferente.

«En realidad, me propongo empezar por el final, y mandar al lector a que busque en diferentes partes del libro, como en la guía del teléfono, mediante un sistema de remisiones que será la tortura del pobre imprentero... si semejante libro encuentra editor, cosa que dudo», aclaró Cortázar.