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Brad Melhdau y la «Gran Tormenta»

Tras la extraordinaria jornada de apertura del miércoles, la de este jueves se equilibró por el gran concierto del Brad Mehldau trío, particularmente afable y desde las primeras notas con una intensidad muy particular, demostrando la relación afectuosa que tiene con el Festival de Jazz de Gasteiz.

Actuación Brad Mehldau trío en Gasteiz. (FOKU)

En el Conservatorio de Música Jesús Guridi estaba planificada una sesión abierta del contrabajista Baldo Martínez y su banda para hablar a los asistentes sobre sus roles en la banda y explicar su manera de enfocar la composición, la improvisación y las relaciones entre los músicos. Una gran oportunidad de escuchar por boca de los artistas que están en el escenario los engranajes de la música en marcha. A las 10.30 horas tocaron uno de los temas de su repertorio, el primero de su concierto en Mendizorrotza, y acto seguido comenzaron a explicarlo uno por uno.

Primero el compositor y luego cada uno de los miembros de grupo, tras lo cual se generó un coloquio entre los asistentes del que surgieron interesantes ideas y que culminó en un encuentro musical entre los músicos de la banda y algunos de los asistentes. Destacar que tanto el propio Baldo como la batería Lucía Martínez, el trompetista Julián Sánchez, el flautista Juan Saiz y el joven Andrés Coll mantuvieron una actitud generosa y amable compartiendo su visión a la hora de encarar un solo improvisado y su enfoca de la cosa en general. Una gente estupenda y un acierto del festival este tipo de actividades que crean escuela y abren puertas al futuro.

Tras el evento matutino, la siguiente cita sería a las 17.30 horas en el Teatro Principal con el primer concierto del día.

Samora Pinderhughes o el jazz EMO

Como cada año, la dirección del festival se ve obligada a aventurarse con algún artista joven que represente alguna de las sensibilidades de esa generación llamada Z. En la edición anterior el seleccionado fue Kassa Overal, con un proyecto que representaba los códigos del underground urbano, irreverente, con toque de funk, hip hop, punk y muy poco de jazz. Puestos a sacar los pies del tiesto, yo podría proponerles que un año traigan rancheras o muiñeiras, con todo el cariño. Y este año el fiasco vendría dado por el Samora Pinderhughes, hermano de una de las flautistas de jazz más de moda en los últimos años, Elena Pinderhughes.

Se presentó en Gasteiz con tres coristas, un bajista eléctrico y él mismo a la voz y el piano, y para ser honestos, la cosa no funcionó demasiado bien. No es un pianista convincente pero menos convincente resulta con la voz, con la que desafina la mayor parte de las veces y motivo de ello su tempo es inconstante por decirlo de alguna manera, pero podríamos esperar al menos que los coros le reforzaran y fueran afinados. Bien, esto tampoco ocurrió. Los coros desafinaron en multitud de ocasiones, y ahora no les vayamos a pedir empastar las voces o hacer una orquestación mínimamente equilibrada. Pero al menos la composiciones serían la bomba, unas canciones increíbles. Bueno, aquí matizaré para decir que la idea a grosso modo resultaba interesante. Un conjunto de melodías gospel repetitivas, mezcladas con otras partes más sinfónicas, evocando a las viejas canciones espirituales, himnos y old folks, pero cambiando la temática. Un intento inteligente el de usar una música emotiva en la memoria del público para colar su mensaje ideológico. Si la interpretación no hubiera sido tan mala…

Por otro parte, el disco que recoge los temas que el bueno de Samora interpretó están recogidas en unos discos que nada tienen que ver con su puesta en escena en el festival, ya que en ellos se escuchan partes electrónicas y en los temas están intercalados muchos solos de jazz, que brillaron por su ausencia a lo largo de su actuación.

Decir que el bajista, discreto, cumplió dignamente con su misión y, por lo demás, que cuando alguien se presenta a sí mismo como «Compositor, pianista, vocalista, cineasta y artista multidisciplinar» mi abuela saltaría rápidamente con aquello de «quien mucho aprieta…», o aquella otra que decía «hombre de muchos oficios…». Así que cuando llevamos viendo tantos grandes conciertos estos días y de tantísima calidad, será difícil que este tipo de propuestas que se le hacen al mismo público que asiste cada día lleguen a tener una buena acogida. Y así, con el alma un tanto turbada, pondríamos rumbo al polideportivo de Mendizorrotza.

Brad Mehldau Trío

Así que una vez en el polideportivo, y mientras el público disfrutaba de esos momentos previos al concierto mirando discos, tomando un refrigerio o recuperando fuerzas con una hamburguesa (las que hay en el food track son una locura de buenas) se desató una tormenta que si bien no llegó a romper los cristales de los coches, la mayoría de los que se encontraban aparcados en Gasteiz al aire libre se encontrarán con algún tipo de grieta en su parabrisas. Piedras de hielo del tamaño de una castaña hermosa, algo menores que el de una pelota de ping pong y en un visto y no visto, se desató el caos. Se hubo de cubrir el escenario ya que el granizo se colaba por algún lado hasta los instrumentos y el concierto se retrasó durante algunos minutos de incertidumbre.

Y cuando por fin sale el trío a escena y se ponen a tocar, algo se encendió en el recinto. Brad estaba con ganas y por lo tanto, el contrabajista Larry Grenadier y el genial baterista Jeff Ballard no desaprovecharían la ocasión. Comenzaron tocando swing con una energía poco frecuente en sus últimos conciertos, tal vez un tanto más sobrios aunque siempre de un increíble nivel como sabe cualquiera que conozca la música de uno de los pianistas y músicos más influyentes de los últimos veinte años. Y con esa capacidad que tiene el trío de exprimir cada tema, creando de una misma rueda de acordes paisajes y escenas de los más diversas e inimaginables, fueron dando cuenta de un repertorio plagado de temas propios.

Fue Moisés Sánchez quien comentó que una de las cosas que había cumplido en su concierto del Principal junto a M. Mezquida era la de haber tocado por más de una hora sin haber mediado palabra con el público, «como Brad Mehldau». Pues bien, en esta ocasión el genio se dirigió cariñosamente al público, se mostró contento y agradecido e incluso se permitió hacer una broma sobre el preludio de la «Gran Tormenta». Un concierto así, donde se escuchan cosas increíblemente bellas y delicadas, otras geniales y retorcidas, donde se puede observar como se fabrica el gran arte a unos metros delante de uno, no pueden sino reconciliar a los humanos con la humanidad, aunque sea durante un tiempito.

Immanuel Wilkins

Resulta que la energía acumulada en el concierto anterior la íbamos a necesitar de manera inminente. Tal vez el orden de ambos conciertos no favoreció a nadie en este momento. Eso sí, en el interludio muchos fueron a ver en qué estado habían quedado sus coches. Tras comprobar el balance de daños, se encontraban ya en el escenario el saxofonista de Filadelfia Immanuel Wilkins rodeado por el piano de Micah Thomas, por Matt Brewer y su contrabajo y por la batería de Kweku Sumbry subida en una peana.

Y lo que sucede cuando llevas tanta música a cuestas es que tal vez los oídos se hayan cansado y el gusto desgastado un poco. En cualquier caso, y como uno no puede cambiar nada de lo que ya ha ocurrido, la impresión es que, a pesar de ser evidente la calidad de todos los músicos que se encontraban encima del escenario, las tres baladas un tanto edulcoradas con las que abrieron el concierto resultaron un tanto frías o poco creíbles, a pesar de estar finamente ejecutadas. Algo faltaba, y era más evidente comparando con la energía que flotaba aun entre los muros del polideportivo del concierto anterior.

Así que la estrategia de Wilkins fue engañar al publico ya que tras adormecerlo con las baladas de melodías de estética R&B, se embarcó en un tema a ritmo enloquecido sobre el que improvisó por más de diez minutos de manera frenética, obstinada y aparentemente apasionada, enloquecida, que trató de llevar más y más  arriba primero dialogando con el baterista y después con mayor fortuna en un duelo sin cuartel con o contra el piano. En el tiempo que duró la majarada, el público más clásico fue abandonando el pabellón discretamente, cosa que entiendo perfectamente y es que cuando estás saciado y has comido bien, no estás para sándwiches mixtos.

Esto viene siendo un día en el Festival de Jazz de Gasteiz. Hoy continúa esta edición con el grupo Libérica en el Principal a las 17.30 con puntualidad británica y tras la baja de última hora de The Bad Plus, una de las apuestas más populares de la organización para este año, actuarán en Mendizorrotza a partir de las 20.30 Kandace Springs y Melissa Aldana. Por ahí nos vemos.