Salta Tom, salta
Imaginemos la secuencia: Tom Cruise llega al plató el primer día, saluda a todo el mundo con esa sonrisa que parece cincelada en mármol, se calza el paracaidas y arranca la moto que va directa hacia un precipicio. Entre el aplauso generalizado del equipo de rodaje y la de su director, un Christopher McQuarrie que se apresura en limpiarse la gota de sudor fría que recorre su rostro, el recién aterrizado vuelve a subir la montaña para lanzarse al vacío, una vez más. Y así hasta siete veces.
Tom es así. Él lo llama ‘involucrarse en un proyecto’, pero es algo que se ha convertido en seña de identidad de este actor que siempre resultó un tanto estomagante y que a sus 60 años sigue luciendo pelazo, cuerpo fibroso y esa inevitable sonrisa.
A Tom lo adora la Industria, se ha convertido en rescatador de una taquilla necesitada de estímulos comerciales que él sabe cómo proporcionar. Tal vez nunca consiga un Óscar, a pesar de su empeño por mostrarse dramático y vulnerable como hizo en ‘Magnolia’- o de reírse de sí mismo sepultado bajo toneladas de maquillaje en la divertida ‘Tropic Thunder’. No importa, él sabe que nunca tendrá el carisma de otros actores que hacían sudar a sus directores y compañías de seguros, como Steve McQueen o Paul Newman, pero seguirá saltando al vacío porque es capaz de eso y más, incluso -al menos en una pantalla de cine- correr los encierros sanfermineros a lomos de una moto.