¿Qué edad es «viejo» y cuándo un presidente es «demasiado viejo»?
Las preguntas sobre el estado físico y mental de Joe Biden han dejado de ser impertinentes. ¿Es «demasiado viejo» para ser presidente por otros cuatro años? La cuestión ha entrado de lleno en el debate político estadounidense y puede convertirse en el tema estrella de las elecciones del año 2024.
Es una historia corriente, benigna: un octogenario tropieza, se cae, se levanta y se marcha caminando. Que eso se convierta en noticia quizá sea hasta vergonzoso. La historia en sí no nos dice mucho, un accidente menor que podría haberle ocurrido a cualquiera. Excepto, por supuesto, que el octogenario es Joe Biden, el presidente más viejo en la historia de EEUU y que busca la reelección.
Y de la mano de esa historia, la pregunta que alguna vez pareció impertinente ha pasado al primer plano: ¿Es Biden «demasiado viejo»? ¿Su declive físico y mental es excesivo, para ser presidente por otros cuatro años? El debate está servido en el menú, tanto entre los republicanos como entre los demócratas, la preocupación ha dejado el ámbito privado para ocupar la plaza pública, medios tan prestigiosos como “The New York Times” o “The Washington Post” editorializan al respecto. La edad, la salud cognitiva y la condición física son preocupaciones políticas razonables sobre un presidente o candidato presidencial octogenario, aunque, en si mismo, que tenga un tropezón no cuenta mucho sobre ninguna de ellas.
La edad no es un número
La edad no siempre es la única, ni siquiera la mejor, medida de habilidad en muchas tareas. Uno puede ser octogenario y, excepto por usar una makila para caminar, ciertamente no tiene por qué perder su capacidad de leer, razonar, comprender, calcular, recordar o amar. Cierto es que a medida que las personas envejecen, inevitablemente, el corazón trabaja más, la piel se siente diferente, la vista y el oído se debilitan y la energía disminuye. Sin embargo, ¿quién no conoce a personas que parecen desafiar la vejez, que trabajan y crean de manera efectiva y enérgica hasta bien entrados los 80 años?
¡Hay un rango tan amplio de posibilidades entre la edad real y cómo uno desempeña, funciona y se presenta ante el mundo! ¡Estamos aprendiendo tanto sobre cómo las personas pueden ser funcionales y contribuir a la sociedad y disfrutar de sus vidas a edades que hace 30 o 40 años no hubiéramos creído posible! Los avances en medicina tienen que ver mucho en esto, en una mayor comprensión sobre cómo mantenerse saludable a través de una combinación de nutrición, actividad física, el sueño, las intervenciones médicas y un enfoque en la salud mental.
Que la edad, la salud cognitiva y la condición física preocupen es razonable, aunque un tropezón no cuenta mucho sobre ninguna de ellas
Pero intenta decirle y convencer a un joven que con 80 años uno no es «viejo». Intenta sostener el discurso de que la edad no es nada más que un número. O que ninguna edad es automáticamente demasiado vieja para servir. Mucho depende de quién haga la evaluación de qué edad es «viejo», el rango puede variar dramáticamente de persona a persona. Pero intenta animar a los estadounidenses para que vayan a votar sabiéndose obligados a elegir nuevamente entre Biden y Trump (ambos serán octogenarios en su segundo mandato), que no tienen nada más que elegir y que es lo mejor que les puede ofrecer el país. Quizá muchos se pongan a rezar para pedir ayuda.
Edad como riesgo potencial
Según una encuesta de Associated Press, solo el 47% de los demócratas quiere ver a Joe Biden en la papeleta electoral en 2024. Y no necesariamente porque piensen que lo ha hecho mal en su trabajo. De hecho, siguen dándole buenas notas en el manejo de la economía y la política exterior. Pero si, definitivamente, parece que la edad y su visible fragilidad se perfilan como unas de sus vulnerabilidades más evidentes. Su impopular vicepresidenta, Kamala Harris, esperando entre bastidores si algo le sucediera, es otro gran aspecto negativo.
Dentro de la Casa Blanca, según se ha filtrado, reconocen que el jefe octogenario plantea un dilema único. Al no disponer de una «máquina del tiempo», no pueden hacerlo más joven y tampoco pueden hacer mucho más. A lo máximo, demostrar que el presidente está activo y en forma, que tiene una agenda de viajes remarcable, ponerle unas gafas de sol de aviador en todo momento y, ante la preocupación, dejar que Biden se repita en su línea: «lo único que puedo decir es, ‘¡mírame!'». Además, Biden siempre ha tenido problemas para hablar. Tartamudea y le cuesta simplificar las respuestas, quizá, quién sabe, porque comprende la complejidad de los problemas y tiene demasiada información.
Pero no se puede negar que las teorías de la conspiración alimentan la preocupación. Y los candidatos no deben pretender, como hace Biden, que una avanzada edad no sea un problema. La edad de Biden se ha convertido en un riesgo potencial para los demócratas. Su partido teme un deterioro repentino de su salud, o un evento o declaración que dé crédito a las reiteradas afirmaciones republicanas sobre sus disminuidas facultades mentales. Hasta ahora hay poca evidencia de eso, pero muchos se preguntan si seguirá siendo así dentro de cinco años.
La Constitución exige que los presidentes tengan al menos 35 años, pero no establece un límite superior y ciertamente algunos octogenarios son más capaces que otros. Pero aunque constitucionalmente nada se lo impide, cada vez más votantes demócratas quieren que se haga a un lado y citan la misma razón principal: la edad.
Eclipsa otros logros
A pesar de que las encuestas muestran que es una de las vulnerabilidades más evidentes de Biden, por tentador que sea resaltar su edad, los republicanos no pueden esperar regresar a la Casa Blanca solo con ese argumento. La pregunta flota en los análisis: ¿Cuál es el bloque de votantes más fiable en EEUU? Y la respuesta parece evidente: son los mayores. La idea de que van a atacar a su rival por ser muy mayor no parece una buena política.
«No haré que la edad sea un problema de esta campaña», dijo Reagan, «no voy a explotar, con fines políticos, la juventud e inexperiencia de mi oponente»
De hecho, un joven Joe Biden usó la edad de su oponente en su contra. En 1972, Biden, concejal de 29 años en su primer mandato de la ciudad de Delaware, desafió al senador republicano Cale Boggs, que era más de 30 años mayor que él, acusándolo de ser «demasiado viejo y anticuado». El presidente republicano Ronald Reagan, de 73 años en aquel momento, dio una famosa respuesta a la pregunta «demasiado viejo» en un debate en 1984 contra el candidato demócrata Walter Mondale, que tenía 56 años. «No haré que la edad sea un problema de esta campaña», dijo Reagan, «no voy a explotar, con fines políticos, la juventud e inexperiencia de mi oponente». Incluso Mondale se rió.
Y va por ahí el argumento central de la Casa Blanca: la edad de Biden no es un lastre, sino una fortaleza. Con la edad, según dice el argumento, viene el buen juicio, algo que un presidente más joven no puede igualar. Y para sus asesores, pasa igual en la mayoría de las civilizaciones, la edad es muy respetada porque viene de la mano de la sabiduría y la clarividencia. Y junto a eso, se está trabajando arduamente para persuadir a la prensa y al país de que el presidente está en forma y es capaz de cumplir con sus deberes, incluso cuando aumenta la evidencia de que sus capacidades están disminuyendo.
Pero estos argumentos tienen un demontre: eclipsan otros logros y ambiciones que desde la Casa Blanca consideran históricos, porque a ojos del público «el presidente es demasiado viejo». Y quizá ahí radica una de las razones de su muy baja aceptación en las encuestas y la mediocre evaluación que su gobierno tiene.
Pintarlo como «disminuido»
Una encuesta reciente entre 2.000 estadounidenses identificó la edad en la que las personas se consideran mayores en un sorprendentemente bajo 57 años. En EEUU, los jubilados anticipados pueden comenzar a cobrar el Seguro Social a los 62 años, y el Medicare, generalmente, comienza a los 65.
Postular a Biden para la reelección es una apuesta de alto riesgo para el Partido Demócrata y para EEUU. Aumenta la probabilidad de que su oponente vuelva a ser Donald Trump, de 76 años. Ya en 2020, se gastó millones de dólares en anuncios centrados en la edad de Biden, y Trump perdió. Cuatro años después, doblará esa apuesta y seguirá pintando a Biden como un «disminuido físico y mental».
Y mientras tanto, la base demócrata sigue considerando a Biden «demasiado viejo», sigue reclamando algo mejor, «necesitamos gente nueva allí». Quizá sea ya demasiado tarde, o quizá no, para que Biden ayude al Partido Demócrata a encontrar otro candidato más joven, con más vigor aparente. Porque la realidad es la que es: muchos creen que es «demasiado mayor» y podrían votar en consecuencia. Biden no debería permitir que su ego gobierne la toma de decisiones sobre este asunto crítico.