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Uchida-Biss: Cuatro manos para un nuevo Schubert

Mitsuko Uchida y Jonathan Biss, piano. Allegro en la menor D947 ‘Lebensstürme’, Marcha D819/5 en mi b menor, Rondó en La mayor D951 y Divertimento a la húngara D818 de F. Schubert. Donostia, Auditorio Kursaal. 20/08/2023.

Un momento del concierto ofrecido por Uchida y Biss. (Quincena Musical)

Siempre es un lujo escuchar a Mitsuko Uchida. Hacerlo cuatro días después de haber escuchado a Sokolov, es una auténtica maravilla. Pero además, tener a Uchida compartiendo instrumento con Jonathan Biss para interpretar su afectuosísimo Schubert, es una oportunidad irrepetible. ¡Qué pocas veces artistas consagrados dejan a un lado sus recitales y conciertos para hacer música de cámara, y cuánto menos para hacerlo de una manera tan particular como es el piano a cuatro manos! De entre todas las formas de hacer música de cámara, probablemente sea la más íntima y vulnerable de todas. Y, por extraño que sea, la velada del domingo trajo a Quincena esta ocasión casi única.

Mitsuko Uchida, japonesa de nacimiento, vienesa de educación musical y británica de nacionalidad, reúne la idiosincrasia de todos estos lugares, plasmándola en un carácter especial que equilibra fuerza y sensibilidad con grandes dosis de inteligencia y poesía. Jonathan Biss, por su parte, estadounidense afincado en Nueva York, se caracteriza por sus interpretaciones honestas y vitales cargadas de profundidad y sentimiento. Dos personalidades distintas, dos formas de tocar muy diferentes que, sin embargo, se fundieron en una sola.

Dos caras de una moneda o, aprovechando las raíces orientales de ella, el yin y el yang: ella de negro, él de blanco; ella madura y flexible, él joven y firme; ella hierática, contenida y serena, él enérgico, expresivo y ardoroso… un dúo que se completó y compenetró obteniendo una versión de cada pieza no solo especial, sino, probablemente, distinta a lo que cada uno de ellos hubiese interpretado en solitario –en el fantasioso caso de tener cuatro manos para poder hacerlo–, creando entre ambos un Schubert distinto, nunca escuchado.

Comenzó el recital con Biss en la zona grave del teclado y Uchida en el agudo para interpretar el allegro ‘Lebensstürme’, una obra que alterna secciones plenas con otras mucho más líricas y delicadas, imitando en cierto modo el diálogo que tendría el piano con la orquesta en una pieza como un concierto, por ejemplo. El ímpetu de Biss y la fuerza contenida de Uchida se conjugaron para esta pieza, de enorme carácter.

La segunda obra, una marcha con trío, contrastó con la primera por su desnudez, por la limpieza de sus líneas y lo cristalino del acompañamiento. Esta marcha en modo menor, de aire introspectivo y doliente, con un tiempo un poco por debajo del tempo giusto, sonó casi como una marcha fúnebre a la que el trío, con el cariz más amable y luminoso del modo mayor, le aportase cierto atisbo de esperanza y redención.

El rondó interpretado a continuación siguió la línea de esta segunda pieza, con la misma claridad y pulcritud, pero más cantarín, danzable incluso, y dotado de una extrema delicadeza.

La segunda parte del concierto estuvo ocupada por el ‘Divertimento a la húngara’, una obra con numerosos aires folklóricos, de bellas líneas melódicas. Con los papeles invertidos –ahora Biss en el grave y Uchida en la parte aguda del teclado–, el sonido y, sobre todo, la interpretación, cambiaron completamente. Pese a tener la misma claridad y limpieza, la misma articulación nítida y los mismos pianísimos sutiles y prístinos, la sonoridad del piano ganó en energía y potencia con respecto a la primera parte, gracias, en gran medida, a la fabulosa mano izquierda de Biss. Sin embargo, la primera parte del concierto ofreció una templanza que en la segunda no se percibió del mismo modo. De la misma forma, el lirismo expresivo de la primera parte dejó lugar en la segunda para un lirismo más heroico, más firme, demostrando que, a veces, el orden de los factores sí altera el producto.