Japón abre el grifo del agua de Fukushima al Pacífico
Dos años y medio después del anuncio del vertido de las aguas procedentes de la central nuclear de Fukushima, Tokio abre la llave de paso para evacuar millones de litros de aguas tratadas. Después de una «intensa campaña de información», sólo Rusia, China y Hong Kong mantienen su oposición.
El Gobierno japonés inició ayer el vertido de agua radiactiva tratada de la central nuclear de Fukushima al océano Pacífico bajo la atenta mirada de expertos internacionales y con las críticas de los Gobiernos de Rusia, China y Hong Kong. El plan, aprobado por la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y numerosos científicos independientes, también ha sido criticado por organizaciones ecologistas y el sector de la pesca, que teme que estos vertidos puedan suponer el fin de su medio de existencia.
El vertido de agua radiactiva de Fukushima es una cuestión controvertida que ha generado un debate intenso a nivel internacional. Los partidarios del plan argumentan que es la única forma segura de gestionar las aguas residuales de la central nuclear, mientras que los opositores consideran que es un riesgo innecesario que podría tener consecuencias negativas para el medio ambiente y la salud humana. Todo ello se remonta al fatídico 11 de marzo de 2011, cuando un terremoto y un tsunami provocaron el accidente nuclear de Fukushima, uno de los peores desastres de la historia. Causó la fusión de los núcleos de tres reactores de la central y la liberación de grandes cantidades de agua contaminada.
Almacenaje al límite
Desde entonces, la compañía eléctrica Tokyo Electric Power Company (Tepco) ha estado almacenando el agua contaminada en tanques situados en la central nuclear. Sin embargo, los tanques ya hace tiempo que acumulan todas esas aguas están a punto de alcanzar su capacidad máxima, y el Gobierno japonés decidió verter el agua al océano Pacífico. Ante las críticas que se elevaron desde organizaciones medioambientales, así como de pescadores -tanto del propio Japón como de los países más cercanos- y de Gobiernos como el chino o el surcoreano, iniciaron una intensa campaña de información a escala nacional e internacional para explicar «de manera comprensible» qué había sucedido en la central, cuál era la situación actual, qué tratamiento se le había dado al agua y qué pretendían hacer con ella.
De este modo, la compañía eléctrica, con el apoyo del Gobierno nipón, se ha dedicado estos años a mostrar y explicar, según ellos de manera transparente, toda la información que disponen de la situación actual. En esta campaña, los responsables de la central se han reunido con toda clase de colectivos, desde pescadores a periodistas, pasando incluso por responsables políticos, tanto de ámbito local como nacional e incluso internacional, para facilitar todos los datos disponibles y dar todas las explicaciones necesarias para convencer a los contrarios al vertido de que éste se va a efectuar con todas las garantías.
Una de los argumentos que esgrimen es que el agua que se está vertiendo ha sido sometida a un tratamiento avanzado mediante una tecnología llamada Advanced Liquid Processing System (ALPS) -Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos- para eliminar la mayor parte de los elementos contaminantes. Los científicos admiten que el principal contaminante que queda es el tritio, una forma radioactiva de hidrógeno que es difícil de eliminar por completo, y recuerdan que actualmente no existe ninguna tecnología que pueda eliminar totalmente las trazas de este elemento radiactivo, que tiene una vida de hasta 100 años. A pesar de ello, los expertos aseguran que, como todos los elementos radiactivos, existen estándares internacionales de niveles seguros de tritio y, en el caso de los líquidos, la radiación se mide en becquerel (Bq) por litro. El Ejecutivo japonés ha fijado un límite de concentración de tritio de 1.500 becquerel por litro, siete veces inferior al límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el agua potable.
Para evidenciar la seguridad del vertido y de que cumple con holgura con todas las garantías sanitarias impuestas, los responsables de la central construyeron en medio de sus instalaciones una pequeña granja acuática de crías de diferentes especies marinas de la zona. Los científicos llenaron los depósitos con agua de mar e introdujeron el porcentaje de agua tratada en los mismos para ver si la radiación podría afectar a los peces. Según los expertos, no hubo evidencia alguna de que tuvieran restos de radioactividad.
Este hecho no sólo refuerza al Gobierno japonés, que argumenta que el vertido de agua radiactiva es la única forma segura de gestionar las aguas residuales de la central nuclear, sino que certifica que el proceso de purificación elimina la mayor parte de los elementos contaminantes, incluyendo el yodo-131, el cesio-137 y el cobalto-60. Tokio además afirma que el vertido se realizará mediante un tubo subacuático alejado varios kilómetros de la costa y se diversificará de forma gradual, a un ritmo máximo de hasta 500.000 litros diarios, hasta principios de la década de 2050, lo que permitirá al océano diluir el agua contaminada y reducir la concentración de tritio, según las previsiones de los expertos.
Las organizaciones ecologistas y algunos gobiernos se oponen a este vertido de agua radiactiva al océano Pacífico argumentando que el tritio es un elemento radiactivo que puede acumularse en los organismos marinos, lo que podría afectar a la cadena alimentaria. Greenpeace duda de la efectividad de este procesamiento de las aguas y ha advertido de que el vertido podría provocar la contaminación de los recursos pesqueros de la región. Critica ,además, que el Gobierno japonés no haya informado a la población sobre los riesgos potenciales del vertido.
La geopolítica
Junto con Rusia, el país que se ha mostrado más beligerante con este vertido ha sido China, que ha elevado su indignación hasta el ámbito diplomático. Pekín no sólo convocó al embajador nipón, Hideo Tarumi, para reprocharle que Japón siga adelante con esta medida «extremadamente egoísta e irresponsable», a expensas, además, de las «grandes preocupaciones» y la «firme oposición de la comunidad internacional» sino que prohibió la importación de productos alimentarios de diez prefecturas niponas e impuso controles de radiación a los del resto del archipiélago. «Si el agua contaminada por la energía nuclear de Fukushima es verdaderamente segura, Japón no tendría que arrojarla al mar», destacó el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores y viceministro, Wang Wenbin.
El giro más sorprendente ha sido el que se ha producido en Corea del Sur: si ya la pasada primavera se expresó en términos similares a Pekín, después del primer anuncio del Gobierno nipón de evacuación de las aguas contaminadas, en las últimas horas Seúl se ha mostrado mucho más moderado e incluso asegura no tener nada en contra del vertido. El viceministro primero de Coordinación de Políticas Gubernamentales, Park Ku-yeon, aseguró a pocas horas del vertido de aguas en Fukushima que el Ejecutivo no ve problemas científicos ni técnicos en el plan de Japón de verter al océano agua radiactiva de la accidentada planta nuclear de Fukushima.
«Nuestro Gobierno ha considerado que la parte japonesa verterá el agua contaminada de la planta nuclear de Fukushima, según lo previsto inicialmente, y ha determinado que no hay problemas científicos o técnicos con el vertido planeado del agua contaminada», declaró Park durante una sesión informativa diaria sobre la cuestión de Fukushima. Sin embargo, introdujo un matiz importante aclarando que el Gobierno surcoreano ni aprueba ni se opone al plan.
Asimismo, explicó que el Gobierno también pedirá que se detenga el vertido de inmediato si la concentración de material radiactivo en el agua excede los niveles estándares y que Japón informe, sin demora, a Corea del Sur. Los dos países han celebrado tres rondas de conversaciones para discutir las medidas de seguimiento después de que el presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, pidiera al primer ministro japonés que incluyera a expertos surcoreanos en la monitorización del vertido de agua de Fukushima.
Mientras el tablero se movía en el extremo oriental de Asia, los Gobiernos de los países de las islas del Pacífico -que serán los más afectados por el vertido según los científicos- se han mostrado mucho más moderados que Pekín.
El presidente de unas de las islas que tendrá una exposición más clara de este vertido por las corrientes marinas, Surangel Whipps Jr. de la paradisíaca República de Palau, mostró su comprensión y confianza con el plan de Tokio en una reciente visita al país.
En una gira oficial al país del Sol Naciente, Whipps Jr. mostró su confianza en el compromiso sincero de Japón de utilizar la ciencia y la tecnología para garantizar la seguridad del agua liberadas.. Whipps Jr. se convirtió en el primer jefe de Estado extranjero en conocer de primera mano las explicaciones de los expertos nucleares japoneses y visitar las instalaciones de la planta nuclear de Fukushima desde el terremoto y tsunami de 2011.
El resto de países que conforman las islas del Pacífico no han expresado en ningún momento las preocupaciones que ha elevado Pekín y han mostrado su confianza en que Tokio gestionará con eficacia y transparencia el vertido. Funcionarios del propio Gobierno japonés, en un contacto informal con la prensa, expresaron ayer su agradecimiento «por la comprensión que han mostrado países como Palau, Fiji, Micronesia o las Islas Cook».
El tiempo dirá si el vertido de esta agua radiactiva de tritio de Fukushima tendrá consecuencias negativas para el medio ambiente y la salud humana, ya que es la primera vez que se produce una evacuación de aguas después de una catástrofe nuclear como la que se produjo hace doce años. Sin embargo, el debate sobre el vertido ha vuelto a poner de manifiesto los evidentes riesgos que conlleva la energía nuclear para fines lucrativos y la necesidad de encontrar alternativas más eficientes, limpias, seguras y duraderas.