INFO
Actuación policial en Iruñea.
Fotografías: Clemente Bernad

Crónica visual de más de tres décadas de conflicto armado


Clemente Bernad recogió con su cámara miles de imágenes de atentados mortales, funerales, viajes a las cárceles, enfrentamientos en las calles, represión policial, cierre de medios de comunicación… Hechos que acontecieron «Cerca de aquí», que ha resumido en un libro con cerca de 500 fotografías.

El rostro de un militante de ETA en una pegatina que alguien colocó en el portal de su vivienda en el barrio iruindarra de Arrotxapea. Hasta que otra persona pasó por el lugar y la rayó, probablemente con una llave que llevaba en su bolsillo o con una moneda, desfigurando y haciendo irreconocible esa cara.

El féretro de Ina Zeberio, muerta en 1998 en Lizartza por disparos de la Ertzaintza.

Para el fotógrafo Clemente Bernad, esta situación se trataba de un símbolo de que «el conflicto estaba ahí mismo, no a miles de kilómetros de distancia, en la imaginación de nadie ni en las citas a pie de página de ninguna tesis doctoral. Quien colocó la pegatina y quien la rayó convivían en el mismo lugar y en el mismo tiempo». Por eso ha elegido esa imagen para la portada de su libro documental ‘Cerca de aquí - Hemendik hurbil’.

Iñaki Ormaetxea, miembro de ETA muerto por la Guardia Civil en 1991.

«Me gusta mirar aquello que me es cercano, quizá porque ahí me encuentro con todos mis fantasmas y mis miedos», apunta en el texto que abre esta obra de grandes dimensiones, con 792 páginas y 470 fotografías, y que abarca con altibajos, con idas y venidas, un periodo de tiempo de más de tres décadas, entre 1987 y 2018.

«El libro va del conflicto vasco, para que todos lo tengamos claro. Alguien me pidió que lo resumiera en dos palabras y son esas, no puedo decir otras. Va de ese clima horrible que había aquí, esa angustia, ese dolor, ese sufrimiento… todas esas violaciones de derechos humanos en todos los sentidos», resume Bernad.

Funeral de dos guardias civiles en Donostia en 1992.

Más de treinta años de trabajo en la calle, en el espacio público, con sus cámaras al cuello, a lo largo y ancho de toda Euskal Herria. «Que hay una historia de ‘kale borroka’, pues ahí voy; que hay un atentado, que hay gente que un sábado va a visitar a sus familiares a la cárcel del Puerto de Santamaría… todo eso está. Cosas que pasaban en esos años y a las que yo podía acceder como fotógrafo», explica.

Encapuchados en Iruñea.

La mayor parte del libro está conformada por fotografías de ‘su puño y letra’, tomadas en blanco y negro. «Es un curro bastante ingrato que voy haciendo de forma independiente. Eso para mí es muy importante, no hay nadie que me diga ‘Clemente ven aquí, Clemente no vayas allá’…», comenta. En su texto del libro ahonda en esa idea de que afrontar un proyecto de este calado requiere hacerlo «con absoluta libertad, sin ataduras, sin censura, sin manipulaciones y sin peajes que pagar a nadie».

Fotografía del cadáver de Juan María Jauregi, muerto por disparos de ETA en el año 2000.

Fueron pasando los años y el material se fue acumulando, pero «empecé a tener problemas, porque cuando empiezas a mirar cosas que molestan… tuve algunos problemas, alguno muy gordo, y llegó un momento en que lo dejé como muerto, como diciendo ‘esto ya no me compensa, prácticamente solo he tenido movidas’».

Rostros cubiertos en Irun.

La puntilla llegó en 2007. «Tuve una movida muy fuerte con una exposición en Bilbao, y me desanimé muchísimo». Aquel año Bernad fue invitado a participar en una muestra titulada ‘Chacun à son goût' (‘Cada uno a su gusto’), que el Museo Guggenheim organizó con motivo del décimo aniversario de su apertura en la capital vizcaina.

Funeral en Bilbo, en 1997, del policía Modesto Rico.

En su preselección, el fotógrafo iruindarra eligió una imagen de unas radiografías del cráneo de Miguel Ángel Blanco, el joven concejal del Partido Popular en Ermua que fue ejecutado por ETA en 1997. Se puso en contacto con la Fundación Miguel Angel Blanco a través de una carta, para pedir permiso: «Me respondieron que no, que la foto era una humillación a la víctima. Yo les dije que por supuesto no la iba a incluir, pero me extrañaba la negativa porque ellos tienen itinerando por Europa una exposición de 100 fotografías de prensa como las mías, muchas tomadas en los mismos momentos y lugares», explicó entonces a GARA.

Despedida entre los líderes abertzales Jokin Gorostidi e Itziar Aizpurua tras ser detenidos.

Bernad se decantó finalmente por una docena de fotos que abarcaban temáticas diferentes, además de la situación política vasca, como una huelga petrolera en Venezuela, los presos turcos o los trabajadores andaluces. Pero la carta que había remitido a la Fundación Miguel Angel Blanco fue filtrada a los medios y comenzó una caza de brujas para ponerle en la picota y tratar de cancelar la exposición.

Una celda en la prisión madrileña de Carabanchel.

La dirección del Museo y la comisaria de la exposición salieron en su defensa, pero se le quitaron las ganas de seguir documentando este conflicto y el proyecto quedó aparcado en un cajón… hasta que volvió a llamar a su puerta ocho años más tarde.

Era 2015 y le propusieron entrar a hurtadillas en las instalaciones que ‘Egin’ tenía en el polígono Eziago de Hernani. El periódico fue clausurado a la fuerza en 1998 por orden del entonces juez de la Audiencia Nacional española Baltasar Garzón, y tanto la redacción como la rotativa quedaron congeladas en el tiempo, sometidas al abandono y la ruina.

«La oportunidad surgió de una manera totalmente casual. Entré con otra persona por un agujero, nos colamos por un butrón que había por el lado del río. Aquello me cambió la cabeza, lo vi todo destrozado, un archivo analógico que se había quedado como petrificado en 1998, miles de fotos, papeles, dossieres…», relata.

Imagen del general Rodríguez Galindo en el cuartel de Intxaurrondo.

En las estanterías, sobre las mesas, tiradas en el suelo… miles de fotografías archivadas durante dos décadas, desde que ‘Egin’ se había puesto en marcha en 1977. «De alguna forma para mi eso completaba el trabajo que yo había dejado abandonado, cogía otra fuerza, otro sentido…», rememora.

En su estancia en el interior de la nave fotografió cómo estaba el interior de la redacción, los despachos, el pabellón de la rotativa… Esas imágenes, en color, están incluidas en su libro. Y también ha añadido fotos que estaban allí tiradas, una persona herida, un coche en un río, un escudo franquista, la Policía española en los años 70 u 80, pancartas de Laia (Langile Abertzale Iraultzaileen Alderdia), soldados metiendo un féretro en el antiguo Gobierno militar de Donostia, el palacio Goikoa, que ahora pertenece al Ayuntamiento. Sin nombres, sin fechas, sin identificaciones.

La visita clandestina a ‘Egin’ le supuso un ‘chute’ de energía para retomar la tarea, y hace cinco años se planteó la posibilidad de condensar todo este trabajo en un libro. Ahí se enfrentaba a otro trabajo titánico, elegir entre «decenas de miles» de fotografías. «Hay un trabajo de destilado que no te puedes ni imaginar. Es casi todo analógico, hay muy poco digital, aunque está la última salida de Otegi de la cárcel, el acto en Arnaga (Kanbo) o Baiona el día de la entrega de las armas».

Funeral en Zumaia del miembro de ETA Xabier Kalparsoro ‘Anuk’, en el año 1993.

No solo de imágenes se alimenta ‘Cerca de aquí - Hemendik hurbil’. En sus páginas se pueden encontrar, intercalados, los treinta y seis versos del famoso poema de Gabriel Aresti ‘Nere aitaren etxea’. «Está muy gastado, muy manido, pero lo he puesto precisamente por eso», explica Bernad.

Además de su texto inicial hay otros tres textos largos. Uno lleva la firma de «Ana Longoni, escritora y activista cultural argentina que controla mucho de Memoria Histórica en América Latina, procesos revolucionarios…».

El siguiente está escrito por «la antropóloga norteamericana Jacqueline Urla, que tiene raíces navarras. A su abuelo, Amadeo Urla, lo mataron en el 36 porque era concejal de Iruñea. En el año 77 se vino desde Boston a Donostia a aprender euskera, hizo incluso prácticas en ‘Egin’, y ella es la que ha escrito sobre la parte del cierre».

Y el último texto largo es de Emilio Silva, navarro y presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

La parte escrita se completa con 82 textos más pequeños, escritos por personas a las que Clemente Bernad invitó a participar. «Les pedí un texto corto, están sin firmar, no se sabe quién ha escrito cada cosa y cada uno ha puesto lo que ha querido», indica.

El libro ha sido publicado por la editorial Alkibla -«palabra árabe que significa ‘un punto al que miras’, aunque en el contexto islámico es la dirección que toman al rezar»-, un proyecto del que el propio Bernad forma parte. Ha salido a la venta por un precio de 50 euros y se puede adquirir en librería o en la web alkibla.net.

«Parece que han pasado siglos, pero estamos hablando de unos quince o veinte años. Es como otra vida», resume Bernad antes de la despedida.