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Entre la rabia y la resignación, el PP muestra músculo en la calle contra la amnistía

En una multitudinaria manifestación, Aznar, Ayuso y Feijóo impulsan la exaltación de las bases a 48 horas de la investidura propia y reiteran el llamado a la insurrección civil. Una marea rojigualda transcurre sin incidentes y con toques trumpistas.

El PP ha reunido a miles de simpatizantes este domingo en Madrid. (Alejandro Martínez Vélez | Europa Press)

«¡España, unida, jamás será vencida!» cantaba una señora agitando una bandera y aplaudiendo. El cántico tronaba desde el centro de la manifestación, en la Plaza Felipe II en el madrileño y elitista barrio de Goya, hasta la periferia. Ella, de unos 70 años y rodeada de un grupo de amigas, era la cara que retrataba este mitin a cielo abierto: enfado, resignación y entusiasmo.

Más de 40.000 personas (según la Delegación del Gobierno, y 60.000 para el PP) se han acercado a este punto emblemático de la derecha españolista (es la zona del monumento a Colón, de la sede de Génova y de palacios monumentales como la Biblioteca Nacional). Iban  convocadas por el partido que preside Alberto Núñez Feijóo, aunque quienes llevan las riendas en los medios son José María Aznar e Isabel Díaz Ayuso.

Más de 40.000 personas (según la Delegación del Gobierno) y 60.000 para el PP se han acercado a este punto emblemático de la derecha españolista

 

Ya desde el arranque se veía que las calles estarían abarrotadas. El metro ha dejado de parar en la estación Goya, a pesar de los pitidos de los manifestantes encerrados en el tren, que minutos antes habían aplaudido en la estación: alguien tuvo los reflejos de enviar trenes con coches vacíos para que los simpatizantes puedan trasladarse, reflejos que no tienen el Día del Orgullo, la mayor concentración de gente anual que vive el Estado.

«¡Puigdemont, a prisión!», se ha escuchado también en más de una oportunidad, y ha habido un «Sánchez, dimisión». La media de edad, como suele ocurrir en los actos del PP, era de mayores de 40, aunque no han faltado niños y bebés en cochecitos. Una celebración familiar en la que había banderas por doquier y hasta se ha colado alguna catalana y valenciana. Y también alguna de Borgoña y alguna falangista con el águila negra, cómo no.

«No han sido buenas las ventas, mucha gente mayor, pocos niños», responde a la pregunta de NAIZ el dueño de un kiosco callejero que vende dulces, gominolas y bebidas. «Cuando hay partido en el Wizink vendo más», me explica, mirando al estadio que está en frente y en el que va a comenzar un partido de baloncesto apenas acabado el acto en las calles.

A quien sí le ha ido mejor es a Edwin, de 48 años, criado en Lima (Perú) y residente hace años en Madrid. Vende banderas y pulseras rojigualdas. «Estos son los mejores días del año; estos y el 12 de Octubre», comenta a NAIZ. Vive en la periferia obrera del sur y se traslada a Goya para hacer dinero siempre, en todas las manifestaciones de las derechas. «A 1 euro la pulsera», entona en plena calle cortada por la manifestación. Admite por lo bajo que no es de derechas pero ha viajado 25 kms. para poder ganarse el pan, bajo este sol castizo de otoño que sirve de marco.

Como siempre, han dado la nota los de ultraderecha. El que portaba la bandera de Vox aunque era un acto convocado por el PP, y que ha sido aplaudido y hasta le hacían fotos (no cabe duda que había electorado heterogéneo), el hombre que ha posado vestido de militar con la cara al sol y una bandera falangista y, como corolario, el colmo del capitalismo: una tienda callejera que vendía merchandising del ‘Que te vote Txapote’ (sacacorchos y esas cosas) con una música alegórica (que incluía palabras como «filoetarras»).

Una de las cosas más preocupantes es ver cómo el trumpismo ha perforado los poros de las bases conservadoras que antes podían ser entendidas como demócratas. Los discursos emocionales, catastrofistas e inflamablemente nacionalistas ya no son patrimonio de los mitines de Vox (que supo desbordar las calles de este mismo barrio en sus movilizaciones durante la pandemia). Estos rasgos también son del PP, sumados a otro denominador común: el encono al periodismo.

Quien escribe estas líneas (único cronista trabajando en la periferia de la manifestación y entre la gente) ha tenido un arduo trabajo en conseguir declaraciones de los activistas presentes. Hubo quien hasta le ha increpado respondiendo «No sé si te respondo, ¿eres un periodista independiente?», y otros directamente han dijo «No queremos compartirlo contigo», al ser preguntados sobre por qué asistían. La estrategia de exaltación de la derecha y sus terminales mediáticas empieza a mostrar su peligroso reflejo trumpista.

«No sé si te respondo, ¿eres un periodista independiente?», nos interpela uno de los participantes

 

Javier, de 32 años, ha venido desde Guadalajara con su padre y es uno de los pocos que aceptó responder preguntas. Ha dicho no ser militante orgánico del PP sino asistir por estar «muy preocupado por lo que puede pasar con la democracia de España». «Lo que está pasando es injusto, se están pasando por el forro la Constitución y se quiere beneficiar a unos pocos para quedarse en el poder», afirma visiblemente enfadado. También dice que le preocupan el paro «y la deuda y en dónde se está gastando el dinero».

En la cuenta de Twitter oficial de los «populares» irrumpía una sobredosis de optimismo: agradecía a los participantes de la concentración su apoyo y les transmitía la épica de haber estado «en el acto político con más gente de toda la democracia». Las fotos aéreas muestran que, a pesar de que el mitin ha sido sin duda masivo, han estado lejos de ello (y siempre cabe preguntarse si no consideran los 8M como actos políticos).


    
Los expresidentes, a la cabeza

Feijóo, quien tendrá dentro de unas horas el protagonismo del pleno de investidura como presidente del Gobierno que él mismo pidió a Felipe VI, ha estado arropado por los expresidentes Aznar y Mariano Rajoy. La foto no es casualidad: mostrar un linaje integrado frente a la semana de la desunión entre el felipismo y la nueva élite socialista. Génova no quiere ocultar sus intenciones y el presentador del acto ha dicho al darle la bienvenida a Aznar y Rajoy: «En nuestro partido sí valoramos a los expresidentes, que son sinónimo de crecimiento económico y empleo. Un fuerte aplauso para ellos».

Ha comenzado el alcalde José Luis Martínez-Almeida el mitin, cuyo lema ha sido ‘Por la igualdad de los españoles’ en repulsa de la supuesta amnistía que todavía ni negociada está, denunciando la «ambición desmedida» de Pedro Sánchez, y asegurando que entre Nicolás Redondo y Arnaldo Otegi, «siempre Nicolás Redondo».

En su turno, Ayuso ha buscado hábilmente imponer el lema «De ninguna manera» e intentando hasta la complicidad con el auditorio que la corearan. «Decir que nunca hubo delito, decir que los jueces españoles son prevaricadores y que el golpe estuvo bien dado, que fue justo. Yo le digo, de ninguna manera», ha subrayado, a la vez que ha criticado los «años de mentiras, opresión, división y ruina» en las regiones gobernadas o cogobernadas por el soberanismo. También ha invocado al ‘Espíritu de Ermua’ y evocado esas concentraciones «pacíficas, de manos blancas, en las que se puso la nuca».

Ayuso ha invocado al ‘Espíritu de Ermua’ y Aznar ha dicho que «la única deuda histórica aquí es la de los secesionistas con la democracia española; tienen que pagar»

 

Por su parte, Aznar ha pedido alzar la voz y «no callar ante la infamia» de lo que sería una presunta amnistía y ha advertido de que la Historia no será «benévola» con quienes buscan romper la «igualdad entre los españoles». «La única deuda histórica que aquí existe es la que los secesionistas tienen con la democracia española, que no han pagado y tienen que pagar», ha dicho el expresidente que llevó al Estado a la guerra de Irak.

Como anteúltimo orador, Rajoy ha reiterado que «la amnistía no cabe en el marco constitucional» y ha dado paso a Feijóo, quien ha hablado de la «indignidad» y «cacicada» de Sánchez. Su tono era ya el de quien aspira a liderar la oposición, quien se ha resignado a no ganar la investidura que arranca este martes. Ha vuelto a esgrimir el peligroso concepto de «españoles de bien» al hablar de que el sanchismo no ha podido domar a «los españoles con buen criterio».

Lo que no se atreve el PP a decir en palabras parece haberlo dicho en actos. Han asumido que todo parece indicar que se acercan a otros años de oposición frente a una mayoría social que les es esquiva y no les da, a pesar de las ventajas del sistema electoral, los escaños suficientes.