El ruido y las momias
En la facultad le llamábamos «ruido» a toda aquella información confusa que había que discriminar hasta que encontrabas aquello que buscabas en internet. Hace dos décadas de eso. La red estaba en pañales y se han generado toneladas de gigas de ruido desde entonces.
Supongo nuestros ancestros evolutivos también consideraban «ruido» los sonidos que conseguían golpeando cualquier cosa. Pero luego, con un poco de gracia, convirtieron aquel ruido en música.
Siento que el ruido de internet está viviendo un fenómeno análogo. Esa montaña morralla de internet empieza a generar sus primeros ritmos y no me gusta cómo suena.
Es más fácil acertar el tiempo que hará dentro de un rato mirando al móvil que asomándonos por la ventana. Para ciertas cosas, la red es más fiable que nuestros propios ojos. Esto da a internet una apariencia de veracidad terrible de la que se beneficia también toda esa inmensidad ruido.
Ese magma borboteante de información absurda, increíble pero creída, se asemeja cada vez más a un subconsciente en los términos en los que describía Freud su funcionamiento. Cualquier gilipollez vertida a internet puede resurgir en cualquier momento haciéndonos perder tiempo y esfuerzo, como si de un trauma infantil se tratara.
Todo esto viene a cuenta del feriante ese amigo de Iker Jiménez al que el Congreso mexicano ha dado audiencia, para hablar de extraterrestres y que se presentó con dos muñecos tirapichoneros que aseguraba eran momias de mil años recuperadas en Nazca y que no eran humanas.
Sí, da mucha risa, pero es el futuro. El Congreso de EEUU está solo un paso por detrás que el de México, dando audiencia a pilotos militares que han visto ovnis. Hasta la propia NASA ha tenido que cambiar su estructura por la sicosis que no ha cundido en toda la población, pero sí en parte.
La realidad paralela crece y ahoga a los últimos cuerdos, ocupando un tiempo y espacio al que no podemos renunciar. El ruido ha tomado vida propia y avanza cada vez más rápido.