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Interview
Rodrigo Bustos
Director ejecutivo de Amnistía Internacional en Chile e hijo de represaliados por la dictadura

«Para no repetir un golpe de Estado se debería condenarlo sin medias tintas»

Rodrigo Bustos es hijo del exilio chileno. Sus padres, Cecilia Bottai y Patricio Bustos, militantes del MIR, fueron torturados en 1975 en Villa Grimaldi. Como hijo de represaliados y director ejecutivo de Amnistía Internacional (AI) en Chile, analiza el 50 aniversario del golpe de Estado.

Rodrigo Bustos, director ejecutivo de Amnistía Internacional en Chile e hijo de represealiados durante la dictadura, en una comparecencia.. (AMNISTÍA INTERNACIONAL CHILE)

Rodrigo Bustos, director ejecutivo de Amnistía Internacional en Chile, nació en Italia durante el exilio forzado de sus padres, Patricio Bustos y Cecilia Bottai, ambos militantes del Movimiento Izquierda Revolucionaria (MIR), detenidos y torturados en Villa Grimaldi y, posteriormente, expulsados del país. A los 14 años regresó a Chile junto a su familia desde Milán. Un viaje nada fácil.

En entrevista a GARA en el marco del 50 aniversario del golpe de Estado de Augusto Pinochet que derrocó al presidente electo, Salvador Allende, alerta sobre el auge del negacionismo y que una parte de la sociedad chilena sienta cierta afinidad hacia la dictadura o la figura del general golpista.

«Un país que busca no repetir el golpe de Estado y las violaciones de derechos humanos debería de conocer la historia y condenar sin medias tintas un golpe tan brutal», subraya Bustos.

El 11 de septiembre se cumplieron 50 años del golpe de Estado de Augusto Pinochet. ¿Cómo vivió este aniversario?

Sin lugar a dudas, la conmemoración del 50 aniversario del golpe de Estado es algo que genera emociones por muchas razones; por lo que se vivió en el país en ese momento, por lo que siguió ocurriendo y por el contexto en que se ha dado esta conmemoración. La vida de mi familia está marcada por ese 11 de setiembre de 1973. Mis padres fueron detenidos, torturados y exiliados.  

¿Cómo se ve a Salvador Allende en el Chile actual?

Uno de los problemas del Chile actual es la desinformación que hay sobre el Gobierno de Allende, el golpe de Estado y lo que vino después. Eso es algo tremendamente complejo porque una sociedad que busca no repetir hechos como el golpe de Estado y las atrocidades que se cometieron tras el 11 de septiembre tiene que conocer, analizar y valorar su historia.

Hoy día, lamentablemente, existe mucho desconocimiento en parte por la falta de educación cívica y en materia de derechos humanos en los distintos niveles educativos, y también por la manera en que se vivió la transición.

«Uno de los problemas del Chile actual es la desinformación que hay sobre el Gobierno de Allende, el golpe de Estado y lo que vino después»

Allende es una figura tremendamente relevante y emblemática en la historia de nuestro país. Fue un presidente democráticamente electo que estaba llevando adelante un Gobierno que trató de incorporar una serie de exigencias que tenía el Estado en materia de derechos sociales.

Según el Barómetro de la Política CERC, más de un tercio de los chilenos apoyan el legado de la dictadura y un 36% respaldó a los militares.

Es muy preocupante que una parte de la población tenga algún tipo de afinidad con la dictadura o con la figura de Pinochet. Un país que busca no repetir el golpe de Estado y las violaciones de derechos humanos debería de conocer la historia y condenar sin medias tintas un golpe tan brutal.

Las imágenes de cómo se bombardeaba el Palacio de la Moneda, de cómo se empezaba a detener y ejecutar masivamente a los opositores... fueron chocantes. Debería haber ciertos mínimos civilizatorios en la clase política. Lamentablemente, a 50 años del golpe, no los tenemos.

«Para los hijos e hijas que nacimos durante el exilio de nuestros padres no fue sencillo regresar»

Hace diez años, para el cuarenta aniversario, el expresidente Sebastián Piñera, un líder de la derecha chilena, heredera de la dictadura cívico-militar, habló de cómplices masivos e hizo una serie de críticas a quienes no solo habían perpetrado los crímenes, sino también a quienes habían mirado para otro lado, a los encubridores…

Hoy en día, una parte de la sociedad justifica el golpe y minimiza la brutalidad. En vez de avanzar en estos consensos mínimos, estamos retrocediendo.

El ultraderechista y consejero constitucional Luis Silva ha calificado a Pinochet de «gran estadista» y ha pedido «una lectura ponderada» de su régimen. ¿Cómo valora este tipo de declaraciones?

Son chocantes para las víctimas. Escuchar declaraciones como esa vuelve a generar daño. Luis Silva ostenta un cargo relevante, nada menos que escribir una posible nueva Constitución. A él, que se dice tan creyente y cristiano, le preguntaría cómo se puede ponderar la evaluación económica con la tortura, las desapariciones, el exilio… con lo que vivieron miles y miles de personas en nuestro país y, de alguna forma, la sociedad chilena en su conjunto, porque esto no solo afectó a las personas que fueron torturadas, exiliadas…, sino que fue una fractura de la sociedad y una masacre para un sector. Eso no es ponderable.

«Con frecuencia escuchamos que el exilio permitió a las personas expulsadas de su país conocer otras culturas. Son discursos que generan daño»

Con personas como Silva es muy difícil llegar a un mínimo acuerdo civilizatorio, porque no tiene una condena clara y sin medias tintas de un régimen de terror.

El auge del negacionismo da pie a declaraciones que tratan de blanquear a represores como Miguel Krassnoff, uno de los torturadores de sus padres en Villa Grimaldi.

Es muy difícil blanquear a alguien como Miguel Krassnoff, autor de cientos de violaciones y condenado a un millar de años. Es chocante que parte de la clase política y, en particular, el ex candidato presidencial José Antonio Kast haya querido minimizar las brutalidades que, entre otros, lideró Krassnoff.

Por eso sigue siendo importante recordar el horror que se vivió en el país. El relato es muy crudo, pero parece que es necesario volver a contar lo que sucedió para que podamos caminar hacia esos consensos mínimos que deberíamos tener como sociedad.

Usted nació en Italia durante el exilio de sus padres. La familia regresó a Chile en 1991. ¿Cómo describiría el exilio?

Frecuentemente escuchamos que el exilio permitió a las personas que fueron expulsadas conocer otras culturas y tener otra experiencia de vida en otro país. Son discursos que generan daño a las víctimas. No fueron becas de estudio ni viajes de placer. En muchos casos, el exilio se produjo después de haber sido torturados.

«Es chocante que parte de la clase política y, en particular, el ex candidato presidencial José Antonio Kast haya querido minimizar las brutalidades que, entre otros, lideró Krassnoff»

En cualquier circunstancia, fueron expulsiones que provocaron un desarraigo. Hay familias que volvieron, otras que se quedaron definitivamente en el extranjero o que quedaron divididas.

Y esa es una violación de los derechos humanos que, muchas veces, se minimiza. El exilio no se percibe como algo tan terrible como las desapariciones forzadas, las ejecuciones u otras violaciones de los derechos humanos. Pero, sin duda, es también una violación a los derechos humanos.

¿Cómo afrontó el regreso?

Para los hijos e hijas que nacimos durante el exilio de nuestros padres no fue sencillo regresar. Yo tenía 14 años cuando llegué a Chile desde Italia. Me sentía muy italiano, tenía mucho de la cultura italiana, tenía mis amistades y una vida. No es un proceso simple.

Hay adolescentes que cuando sus padres decidieron o pudieron regresar a Chile, optaron por no acompañarlos; hay otros que sí lo hicieron, pero no se acostumbraron, o volvieron a sus países de origen, donde les costó hacerse nuevamente.

El retorno para los padres tampoco fue fácil, tuvieron que reinsertarse en un país donde algunos vínculos habían quedado rotos.

Su padre, Patricio Bustos, y su madre, Cecilia Bottai, impulsaron la conversión de Villa Grimaldi en lugar de memoria. ¿Qué simboliza hoy?

Por una parte, el horror. En él se cometieron algunas de las peores atrocidades que hemos vivido en la historia de Chile.

Por otra, representa la solidaridad entre personas que experimentaron un intenso nivel de sufrimiento. En esos momentos tan difíciles fueron capaces de apoyarse y brindar sostén y cariño a quien tenían a su lado.

«No debería de pasar que el nuevo texto constitucional tenga retrocesos incluso con respecto a la Constitución de 1980»

Representa también la lucha de una parte de la sociedad chilena, sin el apoyo del Estado, para mantener viva la memoria y recuperar los lugares de exterminio.

Hoy día, Villa Grimaldi es un parque por la paz que busca educar en derechos humanos a las nuevas generaciones. Por eso es tan importante que el Estado dé apoyo a Villa Grimaldi y a los demás sitios de memoria. Eso, sin duda, puede contribuir a que tengamos un relato común y que el ‘nunca más’ sea efectivo en Chile.

El 4 de setiembre, un plebiscito rechazó el texto propuesto para una nueva Constitución, por lo que sigue vigente la Carta Magna de Pinochet.

Para Amnistía Internacional, la propuesta de Constitución que hizo la Convención Constitucional en 2022 era un texto muy avanzado que podría haber sido un referente en derechos humanos en muchos aspectos. Sin embargo, hay que asumir y respetar que el pueblo chileno rechazara esa propuesta.

Las causas de esa decisión pueden ser variadas. Puede ser que la gran cantidad de temas que se incluyeron en el texto constitucional hiciera que muchas personas consideraran que eran demasiados o que alguien estuviera en contra de uno de esos derechos y por eso rechazó el texto en conjunto. Hubo una gran campaña de desinformación apoyada por los grandes medios de comunicación y por las redes sociales.

Probablemente, también faltó información durante el proceso constituyente.

Desde Amnistía Internacional hemos señalado que el texto de la Constitución vigente, escrita en 1980, cuando aún existían estos centros de exterminio, sigue siendo una barrera para el ejercicio de derechos fundamentales.

Hay que estar alerta y vigilante ante el actual proceso constituyente. No debería de pasar que el nuevo texto constitucional tenga retrocesos incluso con respecto a la Constitución de 1980.