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Ante el destino

Obra: ‘Eclipse total’. Dramaturgia, dirección, espacio escénico y vestuario: Pont Flotant  (Joan Collado, Àlex Cantó, Jesús Muñoz, Pau Pons). Intérpretes: Àlex Cantó, Jesús Muñoz. Producción: Pont Flotant, Rambleta. La Fundición-Bilbo.

Un momento de la obra ‘Eclipse total’. (NAIZ)

No hay manera de escapar al destino irremediable: la muerte. Lo que si existe son las diferentes posibilidades y maneras de afrontar ese camino, esa vida vista como un todo que conduce a lo irremediable a base de capas de memoria, ternura y en este caso una suerte de don teatral, el poder conjugar en planos diferentes el hoy, el ayer, lo lúdico, la manera de estructurar los recuerdos, convertir lo más filosófico en un instrumento narrativo tan importante como lo emocional.

Esto es lo que sucede con esta obra de teatro total, una suerte de recital de sensibilidades y capacidades textuales, musicales e interpretativas que van tejiendo una capa de sentimientos que se expresan con una belleza inusitada desde la más habilidosa de la virtualidad de lo considerado como normal. No se fuerza nada ni en la trama, ni en su ejecución y si aparece una mesa inmensa, su utilización de una manera tan singular la convierte en un paisaje, en un lugar reconocible donde cada espectador siente que ha estado, que se trata de algo que ha vivido o le han contado.

Quizás lo más espectacular es que trabajan una suerte de realismo emocional, singular, fuera de todo costumbrismo, aunque indaguen precisamente en eso que a cada persona nos conforma, nos nombra y nos fundamenta. La cantidad de olores, gestos, músicas, dichos y actitudes repetidas que en nuestro entorno han ido conformando nuestra manera de ser y que por ello mismo sabemos que somos finitos, que un día seremos parte de una memoria difusa o de un recuerdo trascendental de esos otros parecidos a los que nosotros sabemos que nos ayudaron a ser lo que somos.

Una gran obra, con todos los elementos dispuestos para que esa comunión entre escena y públicos se convierta en excepcional. Una calidad brillante por su buscada sencillez, por su narrativa, por toda una puesta en escena que arropa y acompaña de manera majestuosa. Todo alrededor de ese posible oscuro final que hace de esa mesa totémica un retorno al paraíso perdido. Y que encontramos espacio para la emoción, el humor, la reflexión y el placer del arte.