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De los gunas a los samis, referentes para el referéndum sobre los aborígenes en Australia

Pueblos indígenas como los gunas en Panamá o los samis europeos ya ejercen sus derechos a decidir sobre sus propios destinos, un paso que busca dar Australia en el referendo del 14 de octubre para modificar la Constitución y crear un organismo consultivo que le dé una voz a los aborígenes.

Una familia de samis, pueblo referente para los avances que se pretenden en Australia. (NAIZ)

Australia ha convocado un referéndum este sábado para modificar la Constitución y crear un organismo consultivo que le dé una voz a los aborígenes. Hay algunos precedentes de ello, desde los gunas en Panamá a los samis en el continente europeo.

El modelo propuesto en el referendo es añadir un artículo a la Constitución de 1901, que no menciona a los indígenas y los isleños del Estrecho de Torres, para crear un organismo consultivo que asesore al Ejecutivo y al Legislativo en asuntos que les compete a estos pueblos originarios.

Algunos sectores de la población creen que la propuesta del cambio constitucional le otorga un poder desproporcionado a los aborígenes o temen que las consultas retrasen el desarrollo del país, algo que es considerado como parte de una campaña de desinformación por la expresidenta del Foro Permanente de Asuntos Indígenas de la ONU Megan Davis.

«Australia podría beneficiarse viendo a todos los países que tienen poblaciones indígenas significativas y operan con Constituciones y sistemas legales distintos», y aún así demuestran que existen muchas formas para «ampliar la participación de los indígenas en la vida democrática de un Estado», dijo Davis.

Entre estos ejemplos se cuentan a «los parlamentos samis o la administración guna de tipo autonómico de Panamá», afirmó Davis, quien es una de las arquitectas de la propuesta del referendo, en la Asociación de la Prensa Extranjera en Australia.

Dos ejemplos a miles de kilómetros

A pesar de vivir a más de diez mil kilómetros de distancia y en países con distinto desarrollo, el pueblo guna de Panamá y los samis de las latitudes árticas toman sus decisiones mediante organismos consultivos.

Para los gunas, que habitan la comarca de Guna Yala en el norte de Panamá, esa conquista comenzó con una revolución en 1925 que resultó en la declaración provisional de la República de Tule y un posterior tratado de paz para reconocer sus costumbres e identidad.

Mujer guna, en este caso residente en Guatemala. (Wikimedia Commons)

Años después, en virtud del artículo 5 de la Constitución de Panamá –que permite la creación de divisiones políticas «sujetas a regímenes especiales»– se definió su comarca, mientras que la Ley Orgánica 16 de 1953 dio paso a la creación del Congreso General Guna.

Esta entidad política aglutina a representantes de todas las comunidades gunas en reuniones bianuales, para tomar decisiones que competan a sus destinos, aunque con algunas excepciones que contravengan la Constitución del país.

Por su lado, los samis –habitantes de los territorios que formaban la región histórica de Sápmi, que ocupa la actual Laponia y otros territorios adyacentes en Finlandia, Suecia, Rusia y Noruega– han logrado ser el único pueblo reconocido oficialmente como «indígena» en Europa.

Estos pueblos originarios de las latitudes árticas, que gozan del reconocimiento de ciertos derechos en las Constituciones de Suecia, Finlandia y Noruega y además tienen una voz los Parlamentos Sami, que son unos organismos consultivos para decidir sobre sus derechos.

El tratado de los maoríes

Pero en el resto del mundo hay otros ejemplos de reconocimiento indígena, el más cercano a Australia es el de Nueva Zelanda, donde se firmó el llamado Tratado de Waitangi el 6 de febrero de 1940 entre representantes de la Corona Británica y jefes de más de una treintena de tribus maoríes.

Este acuerdo, que permite la Corona gobernar ese país a cambio de proteger la cultura maorí y de permitirles vivir según sus costumbres, es considerado como un documento fundacional de Nueva Zelanda que guía las relaciones entre el Estado y los pueblos originarios.

«Otro elemento que es fundamental es la lucha constante de los sectores maoríes por obtener representación política y lo han logrado», explicó por su lado a EFE Leonel Alvarado, profesor de humanidades de la Universidad Massey de Nueva Zelanda.

Actualmente, los maoríes cuentan con una cuota de siete escaños permanentes en el Parlamento unicameral de Nueva Zelanda, de 120 representantes, en virtud de una ley de 1872, que les permite representar sus intereses a nivel nacional, e incluso algunos de ellos han llegado a ser ministros de Exteriores o Defensa, entre otros altos cargos oficiales.

Otros ejemplos internacionales

Asimismo, Canadá, que al igual que Nueva Zelanda y Australia tiene un pasado colonial británico, tiene desde 1982 una cláusula en su Constitución que reconoce y afirma los derechos de los aborígenes e incluso en Guatemala, con la firma de los Acuerdos de Paz de 1996 se logró entre varios compromisos el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas.

No obstante, «Latinoamérica es mucho más compleja territorialmente y por su historia de conquista y el alto índice de poblaciones indígenas como México o Bolivia, lo que no ocurre en otros países», precisó Alvarado, al recordar que desde el 500 aniversario de la llegada de Cristóbal Colón a América se han comenzado a ver Gobiernos de indígenas como el de Evo Morales, pero persisten las desigualdades.