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Cómo pudo Hamas convertir Israel en el lugar más inseguro del orbe para los judíos

Cuando Israel ultima un operativo de alcance desconocido contra Gaza, colean las hipótesis sobre una incursión de Hamas que ha evidenciado un fiasco de seguridad que parecía impensable en Israel.

Un miliciano de Hamas. (Mohammed ABED | AFP)

«Las Fuerzas Armadas de Israel son responsables de la seguridad del país y de sus ciudadanos, y no estuvimos a la altura. Aprenderemos, pero ahora es el momento de la guerra». Son palabras jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, Herzi Halevi.

Israel cierra filas (Gobierno de emergencia nacional, llamamiento a 300.000 reservistas) ante uno de los mayores contragolpes de su historia. Ahora «toca» machacar a Gaza y «destruir totalmente a Hamas», incluso con una peligrosa invasión terrestre.

La investigación de uno de los mayores fallos de seguridad en un país que hace gala de ser «paladín mundial» en la materia llegará en su momento, y rodarán cabezas. La de la entonces primera ministra, Golda Meir cayó después de que Israel ganara en 1973 la Guerra de Yom Kipur, en la que los ejércitos egipcio y sirio lanzaron una ofensiva que pilló totalmente desprevenido al Ejército israelí.

50 años y un día después, y también en plenas festividades judías del Sucot, Hamas hacía lo propio y convertía paradójicamente a Israel en el lugar del mundo más inseguro para los judíos.

Sin esperar a que Israel despliegue su macabro calendario –el futuro del actual jefe de Gobierno, Benjamin Netanyahu, depende de esa futura investigación, aunque ‘Bibi’ es todo un superviviente político–, he aquí un resumen de las hipótesis sobre las razones de semejante fallo. No solo porque se cumple una semana, sino porque puede alumbrar el devenir de los acontecimientos militares de los próximos días y semanas.

Dejando a un lado la conspirativa, que apuntaría a que Netanyahu habría dejado hacer para sortear la grave crisis política por su reforma judicial y sus pactos con la ultraderecha, colona y religiosa, la primera hipótesis apunta a una colada total de los todopoderosos servicios secretos israelíes (Mossad, Shin Bet y la «Inteligencia» militar).

No es descartable que, tras años de control y de linchamiento de colaboracionistas por parte de Hamas en Gaza, ésta se haya convertido en un punto negro para los servicios secretos israelíes y su búsqueda de informantes. Y habida cuenta de que los sistemas de seguridad se basan en escuchas y en el hackeo de la red, basta con utilizar otros canales de comunicación –el boca a boca– para sortearlos.

Pero es difícil pensar que la larga –meses, años– preparación de una operación de semejante envergadura pase desapercibida, y menos para el servicio secreto israelí.

Ahí llega la segunda hipótesis, la del fallo estratégico. Había informes, pero los analistas, y los políticos israelíes, insistían en que Hamas no se atrevería nunca a dar semejante salto adelante, provocando la previsible –nunca justificable– respuesta israelí y que estaba centrado en la estabilidad de la Franja.

La Guerra de Yom Kipur desmintió la convicción de Golda Meir y de sus asesores de que los países árabes nunca atacarían a Israel porque se sabían perdedores.

Israel ganó tras recibir un centenar de cazas estadounidenses y miles de toneladas de equipamiento militar.

EEUU acaba de prometer que nunca abandonará a su suerte a Israel y sus destructores y portaaviones ya están en el Mediterráneo Oriental.

En descargo de Israel, es cierto, Hamas llevaba tiempo con una maniobra de distracción, sobre todo desde 2021, cuando se desmarcó de la ofensiva de Yihad Islámica. Pero, mientras tanto, ganaba tiempo y concentraba fuerzas.

En ese contexto, Israel dosificaba migajas económicas a los gazatíes y veía con regocijo cómo surgían protestas en la calle contra la gestión política integrista de Hamas y la crisis económica. ¿Ha podido influir ese incipiente malestar en la patada hacia arriba de las milicias islamistas? Puede ser.

Aparcada esta derivada, la crisis ha revelado el desconocimiento por lsrael de una organización compleja como Hamas, mezcla de pragmatismo de zoco musulmán y de movimiento milenarista islámico.

Pero no estamos solo ante un fallo de Inteligencia, de previsión y de comprensión de la realidad, sino ante un fiasco político-militar total.

El butronazo de Hamas a Israel se explica por la privatización de la vigilancia en la valla en Gaza, errores estratégicos de Inteligencia y desvío de esfuerzos militares a Cisjordania por presión de los colonos.

Tras desviar la atención y colapsar el sistema israelí de defensa antiaérea (Cúpula de Hierro) lanzando andanadas de miles de cohetes, Hamas mostró la vulnerabilidad de los 950 millones de euros del Muro que convierte a Gaza en el mayor campo de concentración del mundo.

Una «valla inteligente» con una vigilancia que monitorizaba la parte subterránea y subacuática, y que se llevó la sorpresa de que los milicianos palestinos la saltaban con parapentes o, simplemente, la rompían con excavadoras. Sencillez efectiva.

¿Y quién estaba detrás?

No profesionales del Ejército, sino subcontratas mal pagadas, que utilizan inmigrantes, tras la privatización del sistema de vigilancia por parte de Netanyahu.

En el marco de la creación de una industria tecnológica que Israel vendía hasta ayer como «primera potencia mundial» a regímenes autoritarios... y no tanto (el Frontex europeo). ¿Dónde estaban su red de cámaras de reconocimiento facial (como las que usa China) y sus drones de vigilancia? Mayormente en Cisjordania, como el Ejército.

Expertos israelíes denuncian que no había un despliegue militar «suficiente» en torno a Gaza. Hay informes que apuntan a que algunas divisiones fueron trasladadas al norte, a la frontera con Líbano, por temor a un eventual ataque de Hizbulah. ¿Señuelo? Lo que sí es una realidad es que, presionado por sus aliados colonos de ultraderecha, Netanyahu ha concentrado sus esfuerzos policiales y militares en la convulsa Cisjordania. Con el resultado de los centenares de palestinos muertos en los últimos meses.

Ese error, que podría sellar el último clavo en su ataúd político, se completa con un pésimo cálculo estratégico del que no solo, que también, Netanyahu es responsable, sino todo el Estado profundo de Israel: el de haber alimentado al «monstruo» (Hamas) debilitando a la OLP para rechazar así cualquier compromiso de una salida negociada.

Lo que remite a la última conclusión, no ya hipótesis. La de que la seguridad nunca es total, tampoco en Israel, y es una carrera contra el tiempo. Tarde o temprano, siempre surgen agujeros. Y seguirán aflorando mientras Israel no encare de una vez los derechos de la población palestina.