Los independentistas tuareg se refuerzan tras la retirada de la ONU en Mali
Los independentistas tuareg de Azawad, en el norte de Mali, que volvieron en agosto a las armas ocho años después del acuerdo de paz, han tomado una de las bases que ha dejado la misión de la ONU en su plan de salida del país, lo que puede provocar el choque con el Ejército.
Los independentistas tuareg del norte de Mali tomaron el martes el control de las bases de la ONU (Minusma) en Kidal, la última de las evacuadas en su plan de salida del país.
El Cuadro Estratégico Permanente, que coordina la alianza de grupos armados que desde agosto han vuelto a la lucha armada contra el Estado de Mali, confirmó la toma de la base.
La Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de Naciones Unidas en Mali (Minusma) acababa de completar la retirada de Kidal, la octava base cerrada de un total de 13, en el centro y norte del país, así como en Bamako, la capital. Desde el mes de julio ha retirado del país a casi 6.000 militares.
El último convoy de las fuerzas de la ONU salió en dirección a la región de Gao. La misión se ha fijado como objetivo la salida total del país antes del 31 de diciembre
«Las condiciones para la salida de todas estas bases fueron extremadamente difíciles y desafiantes por una variedad de razones, todas ellas completamente fuera del control de la misión, incluido el deterioro de la situación de seguridad y las múltiples amenazas resultantes para las fuerzas de paz», señaló.
La misión denunció ataques durante su retirada de Kidal que dejaron tres heridos, uno de ellos grave.
El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el pasado 30 de junio, y a petición de las autoridades malienses, la retirada de la misión, que llevaba ya diez años operando en el país.
Las relaciones de Mali con la Minusma se vieron afectadas por un informe de la ONU sobre la matanza de más de 500 personas en marzo de 2022 en la ciudad de Moura (centro), en el que se apuntaba al Ejército como principal responsable.
El Ejército avanza hacia el norte
A su vez, el Ejército maliense, que controla el país desde el doble golpe de Estado, avanza hacia el norte y hacia la región de Kidal para hacerse con las misiones de la ONU, lo que podría desencadenar un gran enfrentamiento y constituir un punto de inflexión tras una década de conflicto.
Un gran convoy del ejército maliense partió el lunes de Gao hacia la región de Kidal, a más de 24 horas por carretera de la capital.
Su principal destino serían las localidades de Tessalit y Aguelhok.
En el enfrentamiento entre una multitud de actores armados por el control del territorio, los independentistas creen que los derechos de la ONU deben volver a su control.
Desde que volvió a la lucha armada, la Coordinación de Movimientos Azawad (CMA) llevó a cabo una sucesión de operaciones desde Ber contra posiciones del Ejército y ahora se concentran en la región de Kidal, el centro histórico de las rebeliones independentistas dominadas por los tuareg, una población nómada y marginada cuyos levantamientos han sacudido Mali desde la independencia.
Los campamentos del norte son puntos estratégicos en el camino hacia Argelia. Pero la cuestión también es simbólica para Bamako.
Ejército golpista, independentistas y yihadistas
El ejército maliense sufrió varias derrotas humillantes contra los separatistas entre 2012 y 2014, y la insubordinación de Kidal sigue siendo una afrenta para los militares que tomaron el poder por la fuerza en 2020 y que hacen de la restauración de la soberanía nacional uno de sus mantras.
El levantamiento tuareg de 2012 fue aprovechado por grupos salafistas y yihadistas para tomar el control de gran parte del país.
El ejército maliense contaba entonces con unos 12.000 soldados, según un informe parlamentario francés de 2013.
Después de diez años de ayuda militar francesa, que tras el golpe de Estado tuvo que retirarse, se estima que su número ronda los 40.000 hombres.
Ahora se calcula que la empresa paramilitar privada rusa Wagner tiene además varios cientos de hombres en Mali.
Todo ello ha llevado a la junta militar a arriesgarse a relanzar las hostilidades contra los rebeldes, aunque el país sigue siendo escenario de las acciones yihadistas.
En cuanto a las fuerzas independentistas tuareg, Marc-André Boisvert, investigador del Centro FrancoPaix en resolución de conflictos, señala que antes de la reanudación de hostilidades con Bamako podrían tener entre 3.000 y 4.000 hombres que llevan diez años sin luchar pero no es la primera vez que retoman las armas tras un periodo de acuerdo con el Gobierno que ven incumplido.
La región de Kidal es un corredor para el tráfico de armas desde Libia y la reedición del conflicto independentista coincide con un aumento de las acciones reivindicadas por el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (GSIM), afiliado a Al Qaeda.
Aunque tienen objetivos totalmente diferentes y de hecho se enfrentaron durante la rebelión de 2012, existe «una fluidez entre familias y tribus. Es una lógica de supervivencia social, los grupos imponen la dominación política y hay que sobrevivir», explica Jonathan Guiffard, del Instituto Montaigne.
Vuelta a las armas
La CMA se declaró en guerra el pasado agosto, tras el resurgir de las tensiones en la región, en parte motivada por la inminente salida de las tropas de la ONU.
Pidió a los habitantes «ir al campo de batalla para contribuir al esfuerzo bélico» y alejarse de los «terroristas de Wagner», el grupo paramilitar ruso. La CMA denunciaba la participación de estos mercenarios en acciones militares en las zonas que están bajo su control (que incluyen a Kidal, Gao, Menaka y Tombuctú), así como el incumplimiento del acuerdo de paz de Argel.
El ejército protagonizó dos golpes de Estado recientes, uno en agosto de 2020 y otro en mayo de 2021.
Desde entonces, el acuerdo de paz firmado en 2015 con los rebeldes de Azawad pendía de un hilo.