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Juegos reunidos

‘Play!’

Texto: Nuevos Dramáticos y Maria Goiricelaya Intérpretes: Kepa Errasti, Getari Etxegarai, Ariana Martínez, Luis Sorolla y un grupo de niños y niñas. Dirección: Maria Goiricelaya Producción: Centro Dramático Nacional Sala La Princesa – Madrid

Imagen de la obra ‘Play!’. (NAIZ)

En la sociedad está abierto un debate sobre la edad en la que los niños o preadolescentes deben tener o usar los teléfonos llamados inteligentes. Lo mismo sucede con ordenadores personales, tabletas, relojes y todo un conjunto de rectángulos, yo incluiría la televisión, desde los que en estos tiempos una parte de la humanidad se relaciona, recibe información, logra un anclaje con otros a distancia.

Está claro que hay que proteger a la infancia de estas dependencias, que hay que ofrecerles alternativas, que se debe implementar en la escuela y en los hogares maneras de relacionarse sin tanta mediación, es decir, que es bueno el juego, cualquier juego y hasta está muy bien recordar que, si los adultos jugáramos más, quizás el mundo en general sería otra cosa.

En un principio esta experiencia teatral, realizada por dos decenas de niños y niñas que firman con el nombre del conjunto de ‘Nuevos Dramáticos’ la autoría de esta obra que se ofrece en abierto a todos los públicos en la sede de un Teatro Nacional, es decir que se muestra el resultado teatral con todos los condicionantes del mismo. Y es que hay un reparto, una escenografía, muy fría y con la intención de ofrecer un espacio neutro, una iluminación descriptiva y lo dirige, además de firmar la coautoría María Goiricelaya. Por lo tanto, no es una actuación de fin de curso. No es un taller. Es algo que adquiere otro valor debido a este contexto.

Y es en este rubro donde encuentro que se trata de algo demasiado primario. Que no existe ningún vuelo artístico, ni siquiera una estrategia comunicativa más allá de la obviedad, que llego a entender que, al colocar a esos niños tan encorsetados, tan dirigidos, tan limitados en sus textos, expresiones y movimientos, parece que lo que primero fue un juego se vuelve una rutina, una tarea, algo que no fluye de manera orgánica debido al contenido, que roza la demagogia, lo pretendidamente trascendental desde lo insignificante. Podría considerarse una suerte de teatro terraplanista o pancartero, donde lo que se intenta denunciar, es plausible, estamos todos de acuerdo, pero la forma, la manera en convertirlo en espectáculo teatral lo trastoca todo y se queda en un estadio irreconocible.

Sorprende que esos niños de hoy se sepan canciones, juegos, anuncios televisivos de hace cincuenta o sesenta años. Sorprende que los actores adultos se dediquen a contar historias anecdóticas, a remover una memoria que se activa de manera automática en el público, pero que empieza y acaba ahí, porque sí, vale, todos debemos jugar más, a los juegos de mesa, a los juegos al aire libre, de memoria, de especulación inmobiliaria o los que hay en el mundo digital que es en el que vivimos y vivirán esos niños. Y los hay a montones y muy buenos.

Al final salí descompuesto porque me pareció una obra que no tenía claro a quién se dirigía, si a los niños, los jóvenes, sus padres o sus abuelos y que acaban trasladando un mensaje muy reaccionario, porque se intenta demonizar algo que es lo que está en nuestro entrono implementándose, lo que socializa a las nuevas generaciones. Y escribo con todo el dolor. ya que admiro a todo el equipo que aparece en los créditos, pero que creo que aquí, por razones incomprensibles para este observador, no han estado acertados.